• 16/06/2020 00:00

El David y Goliat modernos

"Los sobrecostos, [...], deben ser penalizados enérgicamente, ya está bueno de seguir jugando con el país [...]"

Según las Escrituras, David pastoreaba y Goliat arrasaba, y le temían. Hasta que apareció David y, con una honda, le lanzó una piedra, tan fuerte que le pegó en la cabeza y lo derrumbó y se acabó el imperio de Goliat. Algo así como que hay que respetar a los pequeños, porque no sabes cuándo aparecerá la honda de David y derribará el imperio.

La civilización ha seguido experimentando situaciones adversas en que los poderes, en una u otra forma, han sometido a la gente o a los pueblos, las religiones, sextas, economía, política, ciencia, tecnología, se han desarrollado al punto de que quienes las dominan, en una u otra forma, someten al ignorante.

Gracias a situaciones adversas es que algunos hombres se han percatado de que es el hombre quien está destruyendo al propio hombre en este tiempo moderno de avanzada, de hombre en el espacio, del descubrimiento del genoma, de las concepciones in vitro y ha vuelto su mirada hacia valores elementales de vida, como lo son el amor, la buena voluntad, la confraternidad, la igualdad de los seres humanos.

El CORONAVIRUS del siglo XXI ha dejado más muertos sin usar una bala ni un cañón y lo más triste es que en esta guerra moderna, ni siquiera se puede ver al enemigo, porque es tan pequeño que solo el microscopio puede ver la corona del virus. Es espeluznante ver las múltiples fosas abiertas en espera de los muertos por COVID-19, más doloroso es enterrarlos sin ceremonias habituales, sin coronas, ni música sin tantas cosas que adornan los sepelios de la gente que es importante para nosotros. De a vaina se aceptan cinco alrededor de la urna y el cura que oficia con mascarilla y todo.

Este coronavirus nos ha enseñado tanto a vivir en soledad, con la familia, con los vecinos o talvez en lugares lejos del hogar, porque no nos dio tiempo de llegar por un cerco sanitario. Han vuelto a las ollas comunes para mitigar el hambre donde cada quien pone lo que tiene, en alimento o trabajo para satisfacer una necesidad básica como es el comer. Han aparecido bonos solidarios, donaciones a tutiplén, unas nacidas del corazón de un sentimiento noble, otras para callar la conciencia o para quedar bien ante la sociedad. Pero en medio de tanto dolor y tanta angustia hay quienes, como los equipos médicos, se juegan “rifa time” para cumplir de muy buen modo el juramento hipocrático de salvar vidas. A ellos nuestro agradecimiento eterno por lo que hacen por la humanidad; pero así como ellos investigan y trabajan por palear el mal tiempo por el que atravesamos, hay otros que, sin madre, se han dedicado a robar, a seguir con la trapisonda, a seguir traficando influencias, armas, drogas y beneficios a costillas del pueblo y en contra del pueblo y cuando escribo que no tienen madre es porque esas personas, si así se les puede llamar, nunca han recibido un consejo oportuno ni adecuado de quien los parió y los trajo a la vida.

Solo un ser que haya nacido en un lugar que no sea el vientre materno, pienso que podrá robarle al pueblo los dineros que se gana con el sudor de su frente, los dineros que paga de impuestos, los dineros que deposita en la Caja de Seguro Social o las cuotas que paga cuando utiliza los corredores. Usar esos fondos para hacerse ricos, porque se está en el Gobierno o en una posición poderosa, es innoble y bochornoso, no se puede ni se debe jugar con el hambre de nuestros niños, de nuestros ancianos, de nuestra gente minusválida.

Los sobrecostos, en todos sus estamentos, deben ser penalizados enérgicamente, ya está bueno de seguir jugando con el país, Panamá ha sido muy tolerante y con este coronavirus cada día se siente más acorralado. A medida que pasan los días la situación se agudiza, el desempleo aumenta y el juegavivo sigue.

Este es el tiempo en que cada panameño debe hacer su propio cerco epidemiológico para poder salir de esta crisis, porque algo ha quedado claro y es que no importa el dinero que tengas, las cuentas cifradas que manejes, los apellidos rimbombantes, las profesiones o la grandeza de la posición que tengas, porque cuando el coronavirus te llega ni lo vas a ver, pero sí lo vas a sentir, cuando estés entubado en un hospital que no tenga todos los insumos completos o no haya cama donde acostarse, ni personal que te pueda atender.

Para el coronavirus todos somos iguales y aunque chiquito e invisible seguirá manteniendo la corona que lo hace letal, así como las hondas de David que derribó a Goliat. Por lo tanto, poderes políticos, económicos y sociales se irán como Goliat al despeñadero.

Periodista
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