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- 15/09/2008 02:00
Después de las primarias
El país, en los últimos meses, ha asistido a la llamada “Democracia Partidaria” con las elecciones internas, denominadas primarias, que han llevado a los partidos políticos a escoger su oferta electoral, para los comicios generales del 2009.
El escenario montado por los partidos políticos, en donde han hecho derroche de dinero — en medio de las vicisitudes por las que transita la población — no hace más que contradecir esa mal llamada democracia, puesto que las posibilidades fueron mayores, para los que pudieron disponer de recursos económicos para su campaña. Es decir, quien exhibió más opulencia tuvo mejor oportunidad para alcanzar el “triunfo”.
No obstante, sería interesante contabilizar en su conjunto las sumas invertidas por los candidatos en estas elecciones internas partidarias. Y de la misma manera hacer un ejercicio que nos permitiera saber cuántos problemas sociales se hubieran podido atender y resolver. A los “gastadores”, en verdad, lo que les importó fue salir de todas maneras, sin detenerse a pensar en que lo que exponían como riquezas en sus campañas estaba en abierta contradicción con la miseria de un pueblo que ellos mismos dicen defender.
La escena mostró rostros sonrientes en lujosos carteles publicitarios, cuñas radiales y televisivas costosas, marejadas de gente en movilización, camisetas y gorras, llaveros, calendarios, grandes vallas, en fin toda una feria libre electoral, que expresaba con claridad que las campañas en Panamá sólo es posible hacerlas con excesivas cantidades de dinero.
Ahora, con las primarias del partido oficialista, el telón se cerró para abrir una segunda farsa electoral que no será distinta a la primera en los términos de la exposición de cuantiosos recursos económicos y de discursos extraviados. Las ofertas presidenciales no ofrecen nada novedoso, es más la estridencia que presentan que propuestas con contenido sustancial.
Pero, ¿qué le quedó a la población después de estas elecciones primarias? Lo mismo, miseria, inseguridad, alimentos básicos caros, mal servicio de salud, pésima educación, violencia social, especulación con los precios del combustible, mentiras, ataque a la libertad de expresión y afectación de los valores cívicos.
Después de la evasión momentánea, todo vuelve a la angustiosa situación. El nuevo espectáculo electoral que se avecina — sin lugar a dudas— pone a la comunidad como convidada de piedra frente a los poderosos económicos que quieren más de lo que tienen, y ante una que finge ser consecuente, pero que en el fondo ha hecho de la política una forma de vida.
Lo que ahora le queda al pueblo es esperar para una vez más hacer un carnaval político, para elevarse a la estratosfera, y terminar al final teniendo más de lo mismo.