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- 20/04/2022 00:00
Hacia un diálogo internacional (un llamado a la conciencia)
Mi esposo, Carlos Iván Zúñiga Guardia, advertía algunas veces: “Tengo más pasado que futuro”, citando tal vez a algún sabio antiguo, para dar a entender que, al expresar su opinión sobre algún tema, lo hacía sin segundas intenciones y más que nada, con base en la experiencia de los años vividos. Por eso pienso que esa frase es oportuna antes de expresarles lo que siento, ante la grave situación mundial que, sin excepción, atravesamos todas las naciones.
Algunos tal vez dirán que exagero, cuando afirmo que estamos al borde del caos, la hambruna o el exterminio de la vida en nuestro planeta, en momentos en los que el diálogo y los acuerdos se hacen necesarios, pero absurdamente, impera la intolerancia, la prepotencia y el irrespeto al diálogo y a los acuerdos, en todos los niveles.
Se hace imprescindible que entremos en razón y que las fuerzas vivas de cada país, exijamos madurez, responsabilidad y seriedad a los dirigentes mundiales. Asimismo, los mandatarios de las naciones pequeñas como la nuestra, deben ser promotores del diálogo y, dentro de sus posibilidades, participar en la búsqueda de entendimientos.
Es hora de que los gobernantes asuman su papel de líderes como debe ser y den respuestas a los habitantes del planeta que ven cómo los intereses creados prevalecen sobre el bien común, lo que ha llevado a posiciones amenazantes entre los grandes poderes mundiales.
No es posible, y no puedo aceptar, que después de que el hombre ha avanzado tanto en materia cultural, científica y tecnológica, con tanta capacidad intelectual, no seamos capaces de evitar las amenazas de que todo sea destruido si se aprieta el botón nuclear, por la falta de diálogo y la tozudez de unos cuantos arribistas que prefieren amasar fortunas, en la economía mundial, o que no entienden que si nuestro barco llamado planeta Tierra se hundiese, ellos en su camarote de primera clase, igualmente sucumbirían.
Por ello las actuaciones de los líderes mundiales están totalmente equivocadas, ya que las opiniones que esgrimen son aquellas que no tienen relación con las actitudes de hombres cuerdos y caen en posiciones nocivas que llevan a la humanidad a su desgracia.
Es necesario que las mentes y los espíritus se manejen con claridad meridiana y verdadera, que no lleven a la catástrofe y al genocidio. Los hombres deben actuar con serenidad y justamente persuadir a las fuerzas beligerantes y con autoridad moral tratar a los adversarios prudentemente y con sagacidad.
Me pregunto: ¿cómo es posible que tengamos astronautas o cosmonautas en estaciones espaciales, cientos de satélites artificiales enviando señales a la Tierra y más allá, tantos profesionales geniales ensimismados frente a cada movimiento planetario y del universo y que estemos ya en la era de la robótica y de magníficos avances científicos y a la vez tengamos la espada de Damocles de la amenaza apocalíptica en manos de los políticos armamentistas que están gobernando el planeta?
Los que no tenemos ninguna injerencia en las esferas de poder, vemos estupefactos cómo cada día el mundo nuevamente va en dirección a la barbarie. En la actualidad, hay más de una docena de conflictos y guerras insolubles en el planeta, razón por la que ya hace varios años el papa Francisco indicó: “por desgracia somos presa de una terrible tercera guerra mundial a pedazos”. Y este último Viernes Santo lo ratificó: “Hace algunos años dije que estábamos viviendo la tercera guerra mundial en pedazos. Pero no hemos aprendido”. Asi es; no hemos aprendido tampoco de los terribles errores que significaron las guerras anteriores.
Cuando escucho a los políticos mundiales hablar del cacareado nuevo orden mundial, siempre viene a mi mente que ese nuevo orden mundial se debe basar en la idea fecunda de acabar de una vez por todas con el diálogo de sordos al que nos tienen sometidos y que solo beneficia los intereses particulares de unos cuantos.
Lo que necesita esta humanidad es reafirmar el verdadero diálogo como medio para conjurar las guerras. Un diálogo permanente. Un diálogo bien pensado, no entendido como una conversación estéril o como diriamos coloquialmente, un “jarabe de pico”. Las personas que intervengan en dicho diálogo deben ser capaces, estar convencidas de sus puntos de vista y expresarlos con sinceridad, tolerancia y convencimiento, sin ofender a la contraparte y aceptando sus errores y aciertos. Debe ser un intercambio de ideas donde los interlocutores y mediadores crucen juicios claros y verdaderos, o sea, sin ambigüedades y llegar a un acuerdo, a un fin correcto, entendiendo como correcto un acuerdo que beneficie a todos los participantes y que sea respetado por todos. Para ello las partes deben ser sabias en entender que la flexibilidad es parte del diálogo, tanto como es necesario ser efectivos en las soluciones. Desde luego, a nivel geopolítico el diálogo es un poco más complejo que lo aquí expresado, pero en esencia no es muy distinto.
Aunque creo que los actuales políticos a nivel mundial han demostrado no ser maduros y valientes como para llevar adelante ese diálogo sincero en beneficio de la vida, es nuestro deber demandarlo. Exigirlo. Es urgente; impostergable. ¡Porque la humanidad se merece tener más futuro que pasado!