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- 24/09/2008 02:00
Los dilemas de Balbina
Balbina Herrera es ya candidata oficial a la presidencia de la República por el Partido Revolucionario Democrático. Pero no por abultado y eufórico 10% proclamado el pasado domingo, sino por la escuálida diferencia del 4% y perdiendo 6 provincias. ¿A qué se debe esta victoria con sabor a derrota de su proyecto, que hasta hace poco superaba ampliamente en las encuestas a sus rivales dentro y fuera de su partido?
Con el mayor respeto para Balbina, cuya trayectoria política y personal admiramos, nos parece que este retroceso monumental se debe a una propuesta que, cargando todo el peso negativo de la historia de su partido y del actual gobierno, ha estado basada en fórmulas carentes de contenido: “de corazón”, “respeto y unidad”, etc. Como decía mi abuela: “ni chicha, ni limonada”.
Balbina no supo, o no quiso, responder a las acusaciones lanzadas por su principal contendiente y por una fuerte campaña a veces anónima que la acusaban de: mentirosa y “falta de palabra”, de “recibir plata de Chávez”, “norieguista”, “comunista”, “terrorista musulmana” por casarse con árabe, etc. Acusaciones lanzadas en la interna del PRD y que, sin duda, volverán a salir con más fuerza de aquí a mayo de 2009.
Es que en política no se puede andar con paños tibios y no se puede responder a los ataques con frases huecas. Pero el dilema de Balbina es que responder a esas acusaciones le implicaría ciertas rupturas que no desea. ¿Asumirse como candidata populista de izquierda, no llevaría a que la oligarquía, que financia su campaña, se atemorice? ¿Asumirse como consecuentemente torrijista, no implicaría pisarle los callos al Tío Sam? Asumir un programa antineoliberal y crítico frente a la miseria que nos ha impuesto la política económica de los gobiernos de los últimos 20 años, ¿No implicaría una ruptura con el gobierno de Martín? ¿Cómo criticar aquello de lo que se ha sido “corresponsable”? No se puede levantar una trayectoria antiimperialista mostrando la carta de perdón o aprobación que le mandara George Bush padre. El resultado es, ni chicha, ni limonada. Salvo que el plan sea una candidatura para perder, en la misma lógica que usara Pérez Balladares en 1999.
Con lo cual, el espacio para el planteamiento crítico, pero sólo en apariencia, queda en manos del oligarca Ricardo Martinelli, que parece abanicar un populismo desde la derecha. O que muchos caigan en la trampa del falso “cambio” volviendo a dar el gobierno al Partido Panameñista, que impulsa “una cara nueva, en huesos de político viejo”. Por ello, pese a los obstáculos antidemocráticos del Código Electoral, desde el Partido Alternativa Popular —PAP— no renunciamos al esfuerzo de construir la verdadera alternativa a los políticos y partidos probadamente antipopulares. No lo podemos hacer con nuestra propia sigla, pero deberemos probar levantando candidaturas independientes. El pueblo lo reclama, porque no quiere más de lo mismo.