• 05/09/2023 00:00

La discapacidad selectiva

“[…] es dable advertir que al “establishment” no le conviene que esta realidad cambie. He aquí el desafío de las futuras generaciones”

Este artículo no trata de los mil millones de personas, que, según el Banco Mundial, sufren algún tipo de discapacidad, muchos de ellos incorporados al sector productivo de los distintos países como hombres y mujeres ejemplares.

Este artículo trata de un trastorno conductual que denomino discapacidad selectiva; trastorno que padecen algunos políticos panameños, quienes sólo ven, escuchan o hablan de los problemas que aquejan al país, en víspera de los comicios generales, cual paladines del pueblo que dedican sus acciones al combate del analfabetismo, la pobreza, la corrupción, entre otros múltiples problemas que afectan a la población. Los hay sordos, ciegos o mudos que suspicazmente recobran todos sus sentidos durante las campañas electorales, posterior a ello, ganen o pierdan, vuelven a su estado de conveniente discapacidad; donde no ven, no oyen ni hablan de cómo ejecutar los remedios prometidos, inclusive; algunos padecen selectivamente de una discapacidad motora que les dificulta recorrer los barrios y calles donde alguna vez buscaron los votos y cual convidados de piedra en oficinas refrigeradas, memoria selectiva y consciente actitud embaucadora miran de reojo la realidad del panameño de a pie.

Esta ecuación se repite una y otra vez, sin alcanzar las anheladas soluciones que se plantean en campaña electoral y para ponerle un toque de humor a esta nota deberíamos reconocer que en los periodos de campaña electoral los políticos panameños plantean más problemas y soluciones que el texto de Álgebra de Baldor.

En lo personal, me resulta altamente desagradable la difusión en medios de comunicación y redes sociales de anuncios políticos cargados de utopías y demagogia que revelan la persistencia en pleno Siglo XXI de escuelas rancho, de corruptelas, desigualdades en la distribución de recursos, falta de agua potable en comunidades, falta de transparencia en la gestión gubernamental; por mencionar algunos, en un país que, por su privilegiada posición geográfica, economía estable y amplia plataforma de servicios marítimos, comerciales, inmobiliarios y financieros, debería ofrecer mejores condiciones de vida a sus habitantes.

Tal vez, esta radiografía a la espina dorsal de la política panameña ni siquiera resulta necesaria para advertir la fractura de todo el sistema, perceptible a simple vista, pues, inclusive, en el pasado reciente un vicepresidente de la Asamblea Nacional en uno de los acalorados, pero poco productivos debates que se generaban en dicho hemiciclo, confesó, valientemente para algunos y torpe o cínicamente para otros, que “el sistema obliga a mentir” y que tuvo que “engañar tal vez a muchas personas para lograr el voto”.

Si somos honestos tendríamos que aceptar el hecho de que no es posible pensar en una oferta política apalancada en esquemas de falsas y engañosas propuestas, sin la existencia de destinatarios que consciente o inconscientemente comulgan en ese círculo vicioso; en otras palabras, existen políticos dispuestos a engañar, porque existen votantes dispuestos y/o capaces de que los engañen; por consiguiente; veo en la educación cívica continua la única salida del abismo, pues, a través de ella se fortalece la participación ciudadana y se forja una cultura democrática sólida con la experiencia de las elecciones quinquenales; pero si seguimos siendo honestos, también es dable advertir que al “establishment” no le conviene que esta realidad cambie. He aquí el desafío de las futuras generaciones.

Abogado
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