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- 30/10/2020 00:00
Don César Arrocha Graell: personaje inolvidable
Luego del golpe de Estado en 1968, la situación del país sufrió algunos cambios importantes y muchos ciudadanos decidieron no trabajar con el Gobierno y de alguna forma emigrar a la empresa privada; uno de ellos, este servidor.
Ya en 1970, luego de alguna experiencia en la visita médica, un laboratorio norteamericano pequeño, pero de gran prestigio en el cuerpo médico, cuyo distribuidor en la República de Panamá era una empresa que se perfilaba como una de las de más importantes del país, me contrata y paso, por acuerdos previos, a formar parte de la planilla de esta empresa, liderada por el licenciado César Arrocha Graell, secundado por dos de sus hijos.
Este hecho coincidió con el traslado de la empresa a la actual sede ubicada en el Barrio Industrial Los Ángeles. El primer contacto con don César, como ya sus empleados lo llamaban, fue de gran impacto para mí, pues esperaba un señor impetuoso y de mal carácter. Tras un caluroso saludo, me dio la bienvenida y me hizo algunas preguntas referentes al negocio, como, si trabajaría solo o con otro colega. Al contestarle que estaba solo me dijo: “Más vale ser cabeza de ratón, que cola de león”. “Lo bueno de trabajar solo y en un laboratorio farmacéutico pequeño, es que lo bueno o malo que logre, será siempre su responsabilidad y estoy seguro de que logrará mucho éxito”. Dichas estas palabras y que estaba a mis órdenes, salió del salón.
A partir de este primer encuentro, fueron muchas las oportunidades en que pude compartir e intercambiar ideas con don César y así fuimos forjando una hermosa amistad que, a pesar de que hoy ya no está con nosotros, siento que sigue vigente y en la mayoría de las situaciones difíciles he podido acudir a alguno de sus consejos y obtengo buenos resultados.
Don César, farmacéutico de profesión, ingresa desde los 12 años al Instituto Nacional, en donde obtiene su título; es el undécimo hijo del matrimonio formado por don Catalino Arrocha Sáenz y doña Clorinda Graell, de Pocrí de Aguadulce. Nació en San Francisco de la Montaña, el 8 de noviembre de1912, donde vivió su niñez y conoció las vicisitudes de la vida campesina, tal vez por ello, siempre supo entenderse muy bien con la gente. En sus empresas se ocupó de emplear a muchos paisanos suyos o de las provincias centrales; gente buena, trabajadora, a la cual se ocupó de ayudar de forma efectiva, la mayoría de los cuales se ha ido jubilando dentro de ellas.
El éxito que obtuvo en su vida no se debió a la suerte, se debió sin duda a su deseo de superación, su mentalidad positiva y al deseo de ser diferente, que lo caracterizó siempre. Destacó como empresario, luego de experimentar como empleado, decidió fundar su propia farmacia. Lo logró y luego decidió que él podía ampliar sus negocios si importaba su propia mercancía y así lo hizo, fundó una distribuidora que hoy sigue siendo modelo para este tipo de negocio.
Su hombría de bien, su carácter firme, a la vez jovial y sus logros empresariales, lo convierten en un personaje político de calidad, de credibilidad y sin duda, exitoso también. Es así como en poco tiempo logra rango sobresaliente en la política criolla. Fue varias veces diputado a la Asamblea Nacional, ministro de Gobierno y Justicia, en el Gobierno del presidente Marcos Robles. Su nombre fue mencionado, en más de una oportunidad, como posible candidato a presidente de la República.
El nombre de César Arrocha Graell es reconocido también por su alma noble de filántropo, hizo suyas muchas causas de forma anónima; le agradaba “hacer el bien sin mirar a quién”. Otorgó becas de estudio para estudiantes distinguidos de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Panamá; fue muy dado a apoyar a los artistas del patio, pintores y poetas, debido a que era un gran admirador y conocedor del arte pictórico y de la literatura. Gustaba hacer obsequios a sus amigos, de libros y pinturas. Conservo, como tesoro, libros y una de las pinturas del doctor José María Núñez, obsequiada por don César.
Su condición de hombre de palabra, buen amigo, buen padre, quien, junto a su esposa, Amelia Castillero Azcárraga, ocueña de nacimiento, procreó cuatro hijos, ejemplos de trabajo y buenas costumbres; su buen porte, vestir elegante, decente, galante con las damas, también le dieron renombre, siendo motivo de admiración de quienes lo conocieron o compartieron, por años, el día a día con él y su trabajo, al que amó siempre. Se mantuvo activo hasta poco antes de cumplir sus 100 años de existencia.
Su sensible y muy lamentado fallecimiento ocurrió el 30 de octubre de 2015.