• 08/10/2016 02:02

La politiquería del Gobierno

Nosotros, ajenos a todas las tribus políticas, veníamos asistiendo con un silencio benévolo a los traspiés que este Gobierno 

¡Triste espectáculo el que ofreció el Gobierno! Se diría que hasta en los gestos, lastimosos gestos de pelele, con el que el presidente Varela, iba subrayando las palabras de quien lo entrevistaba, revelaban la deplorable condición a que su propia insensatez política le va reduciendo. Se trata de una de las tantas entrevistas callejeras en la que se cuestionó al presidente Varela por la ola incontrolable de crímenes, robos, accidentes, delincuencia e inseguridad en Panamá. El presidente contestó despectivamente de la siguiente manera: ‘la inseguridad es parte de la vida del país...'. ¡Bárbaro!

Nosotros, ajenos a todas las tribus políticas, veníamos asistiendo con un silencio benévolo a los traspiés que este Gobierno daba en el pedregoso camino que va recorriendo desde hace más de dos años (2014/16). Perdonábamos pecados veniales de los que gobernaban modestamente a Panamá, y a veces llegábamos a perdonar también algunos pecados mortales. Nuestra paciencia, como la de cientos de miles de ciudadanos panameños, se iba agotando en este constante sacrificio de compasión hacia el Gobierno actual.

A tal punto habían llegado las cosas, que todo nos parecía tolerable, con tal de que los ministros incapaces de obras serias y nacionales, diesen cima a la humilde tarea de arreglar unos presupuestos considerables o arbitrasen siquiera una fórmula económica para sacar al país del atolladero en que las torpezas de todos lo habían encerrado.

Esa era nuestra situación de ánimo, hasta que el sábado 1 de octubre, la actitud del Gobierno, resumida en la de su presidente, llegó a irritarnos. ¡A nosotros, tan poco dados a la irritación, por lo mismo que asistimos al perpetuo fracaso de las mejores ilusiones del país y hemos habituado el corazón a no sufrir demasiados sobresaltos!

La actitud observada durante la tarde del día sábado por el presidente Varela constituye, sencillamente, una falta de respeto al pueblo que supuestamente lo eligió y a las más serias funciones presidenciales y políticas. Aun en los momentos menos interesantes de la administración pública panameña, se ha exigido a los gobernantes un mínimum de pulcritud y decoro público, siquiera un poco de buen gusto, de buenas maneras, y otro poco de sentido de la responsabilidad.

El presidente ha creído que le es posible acolchonarse en su gigantesca despreocupación y embotar, a fuerza de ampararse en galimatías de la más absurda y grotesca especie, las flechas más afiladas que le puedan lanzar desde los escaños de la oposición política y de los medios de comunicación (redes sociales, televisión, prensa, etc.).

No creemos que el país quiera tolerar tan poca seriedad al frente de los destinos públicos. Presupuestos, fórmula, proyectos económicos, todo nos parece inferior a la necesidad de exigir al Gobierno, y uno a uno a todos los hombres y mujeres que lo forman, el mínimum de corrección y de respeto público para todas las actitudes populares, para todos los temas y para todas las interpretaciones. La socarronería, la burla aldeana, la pirueta bufa ante las realidades políticas, nos parecen intolerables en cualquier corporación municipal de nuestras aldeas, pero en un Gobierno, nos parece sencillamente abominable.

Y del mismo modo, nos parece detestable, condenable, abominable (¿por qué ocultar un solo matiz de nuestro pensamiento?) que hombres inscritos, aunque caprichosamente por lo visto, en las filas del viejo ejército panameñista-varelista (muy derrotado y disperso anda ya ese ejército) apoyen esa falta de buen gusto y se adhieran, como la más absurda de las comparserías, a las risas provocadas por el presidente, que ha llegado a cifrar todo su arte de Gobierno en las coplas más populacheras.

Y estas palabras son —no lo ocultaremos— para los jefes panameñistas-varelistas, el Gabinete en pleno y algunos directores que suponen lícita cualquier posición equívoca, con tal de que se salve su falta de probidad, incompetencia, ineptitud, morosidad, indecisión o un rencor personal.

Este es nuestro juicio acerca del triste espectáculo que consuetudinariamente ofrecen en las calles el Gobierno y sus acólitos. Todo, al parecer, se ha salvado menos la dignidad del país, atropellada a espolazos con la aprobación de este Gobierno que preside el hombre más despreocupado de Panamá.

MAESTRO DE CIUDADANOS.

Uno que es el grupo de Bohuslan Big Band fue en el Centro de Convenciones de Ciudad del Saber

En la plaza toca:

Porque Puma Zumix Grupo juvenil que interpreta...

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