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- 15/11/2020 00:00
De gordos, obesos y demás seres humanos
Lo bueno de la obesidad es que todos podemos hacer algo al respecto. Poco a poco la gente ha adquirido algunas buenas actitudes para enfrentar este mal endémico. En conversación la semana pasada con un grupo de médicos, tras la reiteración del Ministerio de Salud (Minsa) sobre las cifras alarmantes de personas con sobrepeso en el país y la celebración ayer del Día Mundial de la Diabetes, coincidimos que, en general, somos muy rápidos para culpar a otros por nuestros problemas y muy lentos para entender que nuestra condición de país obeso tiene una causalidad.
Pudiéramos pensar, por ejemplo, que en Panamá sería un inconcebible tratar de debatir sobre la obesidad sin tomar en cuenta que somos la capital de la comida frita. Pero, en el fondo, al tratarse de un asunto que afecta a miles y miles de panameños, es nuestra responsabilidad como sociedad encontrar las soluciones que alivien el problema. Algo similar a lo que hace la Coalición de Acción de Obesidad en Estados Unidos, una organización benéfica dedicada a dar voz a las personas afectadas por la obesidad y que recientemente contactamos para evaluar la posibilidad de que nos asesoren para hacer algo en Panamá para enfrentar la obesidad desde el punto de vista humano. Según Ted Kyle, presidente de la Coalición y defensor por años de los derechos de los obesos en EE. UU., la idea es desarrollar estrategias y orientar psicológicamente a las personas que buscan perder peso.
Nunca hay una buena razón para ser groseros o desagradables con las personas a causa de su peso. Las cifras del Minsa no nos dan otro camino que aprender a ser más civilizados y promover una cultura donde, por ejemplo, los empleadores sean más comprensivos con sus trabajadores que tienen sobrepeso y luchan por llegar a tiempo a su trabajo debido a la dificultad para caminar o usar el transporte público en las horas pico. Dos de cada tres adultos en Panamá tienen problemas serios de sobrepeso y uno de cada tres es obeso, con lo cual cualquier cosa que los ayude a perder peso y encajar en la sociedad es bienvenida, ya sea para mejorar sus vidas o aliviar la carga financiera que tiene esta enfermedad en el Minsa y la Caja del Seguro Social.
La obesidad no debiera ser una enfermedad como la lepra y la tuberculosis, que, en tiempos pasados, encubaban a los pacientes y los escondían por miedo de contagio, ni como la COVID-19, ahora, en tiempos más recientes. Tampoco es una característica intrínseca, como la etnia o el género, con la cual obligatoriamente se nace, crece y se muere. La obesidad es un factor de riesgo para muchas enfermedades y puede ser el resultado de una predisposición genética, pero sus causas son múltiples.
Muchos hemos escuchado a familiares, amistades, compañeros de trabajo o vecinos hacer comentarios negativos sobre la apariencia de individuos que sufren de sobrepeso u obesidad. Quizás, en algún momento, nosotros mismos hemos sido partícipes de estas conversaciones, transformándolas, inadvertidamente, en algo socialmente aceptable. Sin embargo, eso abre paso a una estigmatización de los más de dos mil millones de personas que, según la Organización Mundial de Salud, viven con sobrepeso en el mundo.
El mecanismo de estigmatizar a los afectados por el peso es ubicuo y ocurre en todos lados: en la escuela, el trabajo y en los ámbitos de atención médica. Estas experiencias de exclusión y marginalización plantean riesgos para la salud, porque estos individuos con sobrepeso también incluyen padecimientos de depresión, baja autoestima, rechazo social por parte de los compañeros, baja calidad de relaciones y prácticas de control de peso no saludables.
Recientemente, científicos de la Universidad de Connecticut realizaron un estudio en el que investigaron la frecuencia y severidad del estigma interiorizado en tres muestras de adultos en los Estados Unidos. Según los resultados, publicados en enero 2018 en la revista Obesity Journal, el 44 % de adultos que participó mostró que sufría de un estigma internalizado. Y entre los que presentaron altos niveles de estigmatización, el 84 % reportó un historial de experiencias, incluyendo discriminación y tratamiento injusto. La forma de estigma más reportada fue el “bullying”.
En definitiva, la epidemia de la obesidad ha creado un problema con muchas connotaciones, en el cual el rol de la sociedad parece no estar bien definido. Porque, si un niño se asfixia por rotura de un juguete, se responsabiliza al fabricante de este, pero si ese mismo niño se vuelve obeso, nadie parece ser responsable. Y eso tiene que parar.