• 15/04/2022 00:00

Jesús y sus enigmas

“[...] los orígenes del cristianismo siguen siendo un misterio, aun cuando historiadores de la talla de Tácito se hayan esforzado por resolver ese misterio sobre la persona de Jesús; porque no sabemos a ciencia cierta cuáles son todas las doctrinas de Jesús [...]”

En esta ocasión ponderaremos los enigmas más significantes sobre las circunstancias alrededor de la figura de Jesucristo, sus doctrinas, sus seguidores y la difusión de estas ideas en el mundo helénico-romano de la época.

A dos mil años de tal evento, la singularidad cristiana, que se sitúa bajo la égida de Cesar Tiberio, aún, se percibe el debate entre la fe, la razón y la historia e inclusive, el mito. De tal forma, algunos exégetas de los textos antiguos han negado la existencia de Jesús y han esgrimido la extraña idea de que su figura fue la manifestación del anhelo, del helenismo, por encontrar una persona real o no que representara los ideales de la mentalidad griega de la época de Alejandro Magno y de los césares romanos.

Lo cierto es que, históricamente, la figura de Jesús no puede ser negada. Lo afirmamos, porque, en primera instancia, su existencia fue relatada, ya fuese por fuentes cristianas de la época de los primeros siglos del cristianismo y por fuentes no cristianas provenientes de los eruditos romanos.

En las fuentes cristianas, la carta de Pablo a los Corintios, escrita alrededor del año 54 de nuestra era, inaugura la era de la polémica futura sobre Jesús y su realidad. El primer evangelio fue escrito antes de la destrucción del Templo de Jerusalén, hacia el año 66-70 de nuestra era. El hecho de que haya sido escrito ante del evento en el cual Jesús profetizó se haría realidad cuando dijo que no quedaría piedra sobre piedra, implica que su legado profético, religioso y filosófico estaba muy presente para el año 70 en adelante.

Así tenemos que el primero de los evangelios fue el de Marcos. Para otros, incluyendo mi persona, pensamos que el primer evangelio fue escrito por los esenios, una secta a la cual pudo pertenecer Jesús, en lo que respecta a su formación, recordemos que él fue llamado en otros evangelios “hijo de los macabeos”, es decir, hijo del martillo, de aquel que ha venido para juzgar duramente. Por otra parte, cuando se hace referencia a los años perdidos, de Jesús, debe considerarse que estuvo en el mismo Israel, estudiando con los esenios, estudiando su filosofía, interpretación religiosa, conocimiento histórico, sus ideas políticas, su medicina y la capacidad de sanar a otras personas, con conocimientos provenientes de Egipto de donde provienen los primeros papiros sobre medicina, saberes antiguos de los que era depositaria la secta esenia. Además, tal evangelio es considerado la fuente primera de los posteriores evangelios: el Evangelio Q, el cual debió servir de sustento a los evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan.

También es cierto que tras el descubrimiento, en Nag Hagmmadi, del Evangelio de Tomás, el cual es una serie de “dichos de Jesús” sin una narrativa que los presente, se ha convertido en una posible evidencia de que en los tiempos inmediatos a la pasión del Mesías, solo se habían recopilado los dichos o sentencias del mismo, y que la narrativa y contextos de los mismos, fue posterior, posiblemente unos cuarenta años después de esta parusía y que la versión estuvo a cargo de varios autores, sus familiares, la comunidad de los seguidores de Jesús, y sus enemigos, como el sumo sacerdote Ananías, quien, según Josefo, ordenó lapidar a Santiago, hermano de Jesús.

Veámoslo así, la estructura lógica es que se tomaron los dichos o frases de Jesús, los esenios hablando de uno de sus maestros en conocimiento de la Ley Judaica y tradiciones, así como, posiblemente, no solo conocía el habla aramea, posiblemente el latín y el griego, porque era un mundo helénico, tal sabiduría atribuida a Jesús no podía provenir de un pueblo remoto, eso es cierto, sino del andar a través del mundo helénico y de conocer su filosofía, política y costumbres.

Luego, cuando se confeccionaron los evangelios, a medida que la doctrina de Cristo iba ganando interés y terreno social, se pasa de inmediato a entrevistar personalmente a quienes lo conocieron, sus anécdotas, su vida pública, sobre todo, fundamentado en los relatos de primera mano de quienes conocieron al Salvador. Por otra parte, estos entrevistados, no conocían mucho de su infancia, porque su familia, madre y hermanos, debieron ser reservados en cuanto a ese periodo.

Esto en cuanto a los textos religiosos, pero la existencia de Jesús está también confirmada por las fuentes escritas no cristianas que hablan sobre él. A través de los historiadores romanos, Flavio, Tácito y Suetonio.

El primer historiador que escribe sobre Jesús fue Flavio Josefo, en el denominado “Testimonium Flavianum”, en el libro 18, capítulo 3, que data del 71 d. C. En este testimonio hay una clara referencia a la ejecución de Jesús por parte del procurador romano Pilatos. Y otra referencia al hermano de Jesús, Jacobo, el cual, por orden del sumo sacerdote del Sanedrín, Ananías, se le intentó lapidar por ser miembro de la familia de Jesús y al parecer por testimoniar acerca de la misión de su hermano.

El siguiente historiador que mencionó a Jesús fue Tácito, en su obra “Annales”, libro 15, cap. 44, escrito entre los años 115-117 d. C. En esta obra se menciona la existencia de Jesús, el cual fue presentado ante el prefecto o gobernador de Judea, Poncio Pilatos, nombrado por el emperador Claudio. Pilatos ordena su crucifixión, no explica los motivos, solo el suceso. Tácito también escribió sobre la vida de los primeros cristianos en Roma, hace referencia al incendio de Roma por los “seguidores de Cristo”; y es él, Tácito, quien les da el nombre “cristianos”.

Y, por último, tenemos a Suetonio, quien escribe sobre Jesús hacia el 121 d. C. y hace referencia al mismo aludiendo, pero a través de la mención de la expulsión de la comunidad judía de la ciudad eterna, Roma, por cuanto había, según Suetonio, a las incomodidades de la secta de los “chresteanos” seguidores de “Chresto”, pero, sobre todo, a la difusión del cristianismo en la ciudad de Roma.

En síntesis, los orígenes del cristianismo siguen siendo un misterio, aun cuando historiadores de la talla de Tácito se hayan esforzado por resolver ese misterio sobre la persona de Jesús; porque no sabemos a ciencia cierta cuáles son todas las doctrinas de Jesús, y porque no hay un registro histórico o documento que nos señale algunos aspectos de su vida. Porque el contexto del estudio de la historia como la conocemos hoy, no existía en esa época y porque nadie preveía que las enseñanzas filosóficas de un maestro esenio, como Nuestro Señor Jesucristo, trascenderían a través de los siglos en la mente y el ideario popular, con una fuerza, una sinceridad y sed de justicia, que aun cuando han pasado dos mil años, sigue siendo una promesa el reino de los cielos, el mismo que le prometió al buen ladrón cuando le dijo: “Te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso”. ¡Bendito seas!

Abogado, profesor de Filosofía.
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