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- 03/10/2016 02:00
Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach
Al verdadero Juan Gaviota que todos llevamos dentro. Así es la dedicatoria de la fábula más inspirada de nuestro tiempo. Su mensaje intemporal y universal ha calado hondo en varias generaciones. Hay personas que obedecen a sus propias reglas porque se saben libres y, como decía mi tutor McNeil, ‘las reglas existen para saber saltárselas cuando conviene '. Hay quien expresa un especial placer en hacer algo bien, sin esperar nada a cambio, por el placer de compartir, como me dijo l'Abbé Pierre, en Emaüs; quien adivina algo más que lo que sus ojos ven; quien prefiere volar a comprar y comer. Así hemos ido creciendo los amigos de Juan Salvador Gaviota.
Recuerdo un cuadro en azul con gaviota en negro: ‘Vete a donde quieras ir. Haz lo que quieras hacer. Sé lo que quieras ser. ¡Vive! '. Durante décadas estuvo en mi despacho de la universidad, desde hace años cuelga en el Aula de Solidarios en la prisión de Soto del Real.
Muchos volarán con él por lugares de encanto y aventura, y gozarán como él de una luminosa libertad. Para todos es una experiencia que nos marca.
Una fábula en forma de novela que narra la aventura de una gaviota que quiere perfeccionar su vuelo y es arrojada por la Bandada a Los Acantilados en donde alcanza la capacidad de ir más allá y más arriba. Al encuentro de la Gran Gaviota, Chiang, a la que pregunta: ‘¿Qué es la perfecta velocidad? '. Ella le responde: ‘La perfecta velocidad es estar allí. Porque cualquier límite es ya un número '. Y la sabiduría, como la perfección y la libertad no tiene límites. Para volar tan rápido como el pensamiento tienes que pensar que ya has llegado...
‘¡Olvídate de la fe! Tú no necesitaste fe para volar, sino comprender el vuelo '. Porque una gaviota es una idea ilimitada de la libertad ‘y todo vuestro cuerpo no es más que vuestro propio pensamiento '. El vuelo de alta precisión es un paso hacia la expresión de nuestra verdadera naturaleza. Recuperar el rostro originario de las cosas al descubrir nuestras señas de identidad.
Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que importaba, sino volar. A pesar de que su padre le dijera que la razón de volar era comer.
‘Juan Gaviota descubrió que el aburrimiento, el miedo y la ira, son las razones por las que la vida de una gaviota es tan corta, y al desaparecer aquellas de su pensamiento tuvo por cierto una vida larga y buena '.
*PROFESOR EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID (UCM). DIRECTOR DEL CENTRO DE COLABORACIONES SOLIDARIAS (CCS). TWITTER: @GARCIAFAJARDOJC.