• 24/06/2025 00:00

La mala educación, el mayor problema estructural panameño

Varios expertos califican a la educación panameña como el principal problema de Panamá. Añadiría el adjetivo “estructural”. Frente a las afectaciones contra la educación por parte de gremios docentes de escuelas públicas en huelga, sus manifestaciones carnavalescas desde hace casi dos meses y sus efectos en el retraso de sus estudiantes con consecuencias en la intensa inequidad social, hay especialistas que se han pronunciado públicamente. Recordemos a Nivia Rossana Castrellón cuando declara: “mi hipótesis es que Panamá es desigual porque su sistema educativo es desigual”, y a Leopoldo Neira Meléndez, quien afirmaba recientemente: “La única fórmula para evitar una explosión social... Es una: mejorar continuamente la educación pública”.

Es un tema que traté cuando publiqué en 1998 un artículo titulado “El reto de la educación panameña”, cuya versión actualizada aparece en Reflexiones sobre Panamá y su destino de 1990 a 2024 (disponible en: www.omarjaen.com.pa). Hoy resumo mi posición en tres puntos: Primero, hay que refundar las universidades públicas donde se forman los maestros y profesores, para cambiar el sistema político-clientelar copiado de los partidos corruptos por uno de real excelencia académica de sus directivos y profesores. Hay que cambiar el método de selección de autoridades de las universidades públicas para reemplazar una “democracia” basada en la simpatía y el clientelismo por una selección por competencia y verdaderos resultados académicos, por capacidad y sabiduría.

¿Será por inconsciencia o cinismo que rectores de universidades públicas se jactan de comportamientos gloriosos ocurridos más de medio siglo atrás como si fueran actuales y publicitan triunfos académicos muy exagerados? Por ejemplo, lo hace la Universidad de Panamá, que hoy ocupa un lugar casi ínfimo a nivel mundial por la excelencia, el puesto 1.200-1.400, y con magra producción científica. Según el “QS World University Rankings: América Latina y el Caribe 2024”, entre 430 universidades consideradas, está en una posición muy mediana, 191-200, mientras que la Universidad de Costa Rica ocupa la 20 y las tres mejores de Colombia están entre el puesto 6 y 16. Mucho peor es el caso de la Universidad Autónoma de Chiriquí (Unachi), modelo insuperado de mediocridad, corrupción, clientelismo, nepotismo y despilfarro, situación denunciada hasta por el jefe de Estado, apoyada por políticos considerados delincuentes, con salarios exorbitantes para centenares de favoritos, la cual clasifica en el último puesto regional, el 401-430. Ambas están también en la mira del contralor general de la República, pero hasta ahora no ha sucedido nada verdaderamente contundente. ¿Habrá que adoptar legislación para combatir los crímenes educativos todavía impunes?

Segundo, nombrar docentes por méritos incontestables y la mejor formación mediante una selección rigurosa, evitando la xenofobia y la afiliación política o ideológica. Es un asunto clave para cambiar uno de los más deficientes sistemas educativos del continente y elevarlo a la altura que merecemos. Hay muy buenos docentes en todos los niveles, pero parecen imponerse los peores. Creamos un sistema educativo público mediocre e injusto para más del 80 % de la población estudiantil, que comenzó desde de la década de 1970. Hicimos lo contrario que China Popular desde 1977 y que Singapur desde la década de 1980, países que apostaron por la excelente educación primaria-secundaria y una educación superior súper elitista, de la más alta calidad, con resultados extraordinarios. Cometimos un gravísimo error con un costo enorme.

Tercero, transformar radicalmente el Meduca que ha sido realmente el Ministerio de la Mala Educación. Una reingeniería completa, despolitizarlo y modernizar el reclutamiento de directivos, administrativos y docentes y calificarlos según su formación, aptitud y rendimiento, debería mejorarlo notablemente. El resultado de tantas fallas ha sido condenar una inmensa población escolar a un futuro más incierto y empujar a millares de estudiantes a la deserción educativa, a disminuir definitivamente la calidad de su futuro personal y profesional.

Se puede mejorar lo que se mide y se compara con la competencia. La calidad educativa se revela en las pruebas internacionales PISA (lectura, matemáticas y ciencias) de 2022, cuando nuestros estudiantes ocuparon el lugar 74 de 81 países evaluados, mientras que los de Singapur y China Popular descollaron en los primeros lugares. ¡No renunciemos a las pruebas PISA!

Esos fallos en la educación han afianzado la mentalidad irracional, pasional, mítica y supersticiosa que domina aparte de nuestra población y que nos sitúa entre los grupos humanos más conservadores, ignorantes y atrasados en Latinoamérica, aunque estamos, por los elevados rendimientos del sistema logístico alrededor del Canal, entre los más prósperos.

Al contrario de lo que sucedió en el exterior, donde había gobiernos más responsables, ocurrió aquí el prolongado cierre de las escuelas, dos años desde 2020, el mayor del planeta (según Unicef), decidido por un gobierno y un Meduca sin un verdadero criterio científico y sensato. Ente sometido a poderosos gremios de educadores muy politizados, radicalizados, avivatos acostumbrados al ocio de largas vacaciones enteramente pagadas durante la pandemia de COVID-19, no ha hecho más que empeorar una situación educativa estructuralmente gravísima. Tenemos escuelas hasta en mal estado material, con los docentes mejor pagados de Latinoamérica. Igual sucede con las universidades públicas, con muchos profesores remunerados como si fueran catedráticos de universidades de excelencia mundial.

Los largos cierres educativos son la mayor catástrofe social que haya sufrido el país en décadas, con fuertes implicaciones en la formación integral de los ciudadanos panameños y su aprendizaje profesional para un mundo más competitivo a escala interna e internacional. No hay que inventar la rueda. Debemos inspirarnos de los mejores sistemas educativos como los de Singapur, Japón, Corea del Sur, Irlanda o Canadá si queremos salir del empantanamiento ya estructural.

*El autor es geógrafo, historiador, diplomático
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