• 08/09/2024 00:00

La Meca de la comida chatarra

La primera conferencia IFT First demostró que la industria alimentaria conoce de los problemas de salud que plantean los alimentos ultraprocesados y está empeñada en avanzar con el diseño intencional y estratégico de creaciones comestibles

A medida que más de 17 mil personas abarrotaban el pasado mes de julio el McCormick Place en Chicago para asistir al IFT First, una conferencia organizada por el Instituto de Tecnólogos de Alimentos y donde participaron más de mil empresas, me pregunté: ¿cuánta información adicional sobre el impacto en la salud de los alimentos ultraprocesados necesitamos acumular antes de que las empresas fabricantes de alimentos empiecen a vender algo más saludable?

Galletas dulces de mantequilla, salsa picante de miel, tasajo de champiñones, nuggets de pollo con soya, donuts de champán y fresa, helado de yogur de buñuelos de origen vegetal, hojaldres de queso cheddar blanco, obleas de chocolate amargo, tarta de queso española sin huevo, empanadas estilo chorizo de origen vegetal... esas son algunas de las novedades listas para salir al mercado.

Yo sabía que los fabricantes de alimentos diseñaban sus productos para que fueran hiperpalatables, que estaban llenos de ingredientes que nadie entiende ni sabe pronunciar, y que la mitad de las calorías que se consumen hoy día provienen de los ultraprocesados. Pero no estaba preparado para escuchar cómo las empresas estaban utilizando la IA para diseñar la comida perfecta, ni para ver a los especialistas en marketing poner en práctica nuevas técnicas de crianza y recomendar golosinas a niños en la hora de su merienda.

La primera conferencia IFT demostró que la industria alimentaria conoce de los problemas de salud que plantean los alimentos ultraprocesados y está empeñada en avanzar con el diseño intencional y estratégico de creaciones comestibles. Es más, ninguna empresa mostró intenciones en debatir su responsabilidad y alegan que, si bien el consumo excesivo de estos alimentos se ha relacionado con la diabetes tipo 2, la hipertensión, el cáncer colorrectal e incluso la ansiedad y la depresión, todavía no existe una teoría coherente de por qué podrían ser tan dañinos.

La falta de una definición o comprensión coherente de los efectos sobre la salud de los alimentos ultraprocesados ha unido a la industria de comida chatarra. Todos rechazan la preocupación de los consumidores por el ultraprocesamiento por considerarla poco científica y que es parte de una tendencia global más amplia a difamar ciertas dietas como causantes del aumento de la obesidad en el mundo entero. Y todos reconocen que la ciencia en torno a los ultraprocesados es creativa y novedosa, y muchas empresas están respondiendo a las críticas a su manera capitalista: vendiendo versiones ligeramente más saludables de alimentos ultraprocesados para ganarse a los clientes que han leído los titulares preocupantes. Y esos temores presentan oportunidades de crecimiento, como el helado de yogurt de origen vegetal a base de proteína de guisante y con alulosa, un edulcorante bajo en calorías.

Nosotros sabemos el por qué los alimentos ultraprocesados son tan atractivos. Simplemente desencadenan reacciones químicas en el cerebro similares a las provocadas por drogas adictivas que alteran la comunicación entre el intestino y el cerebro, lo que lleva a las personas a comer en exceso. También hay una serie de factores sociales y económicos que aumentan la popularidad de los ultraprocesados, incluido el bajo costo y la amplia disponibilidad, especialmente para las personas que no tienen el tiempo o los recursos para cocinar en casa. Y luego está el simple hecho de que las empresas alimentarias, con sus equipos de científicos y herramientas ilimitadas para manipular el olor, el color, la textura y el sabor, pueden diseñar un alimento tan adaptado a las preferencias individuales. En realidad, los donuts de champán y fresa no contienen champán ni fresa. Todo es saborizantes hechos por el hombre destinados a imitar con precisión esos sabores. Las galletas dulces de mantequilla contienen maltodextrinas y polietilenglicoles. Y la salsa picante de miel presenta sabores de crema lipolizada y ghee.

Y por supuesto que las empresas alimentarias absolutamente saben lo que está pasando. Saben que sus productos son adictivos, saben que tienen consecuencias para la salud, tan similares como los cigarrillos. Saben que existen docenas de hipótesis y opiniones muy firmes sobre las razones del consumo excesivo y el aumento de peso. Saben que comer estos ingredientes en exceso alteran las hormonas naturales del hambre del cuerpo. Saben que el cuerpo digiera estos alimentos ultraprocesados más rápido que los alimentos integrales, debido a su bajo contenido de fibra que normalmente ralentiza la digestión.

Me imagino que la industria sabe exactamente lo que está haciendo al regalar durante tres días miles de muestras de comida chatarra durante este evento. Y me pregunto igualmente si la sala del McCormick Place de 41,557 metros cuadrados será más grande el próximo año cuando seguramente repitan este evento para atraer a más y más consumidores y hacerlos más y más adictos y enfermos.

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