• 12/11/2022 00:00

Las lecciones del Danubio

“[...] nuestra panameñidad es una hermosa tradición abierta a su constante mejoramiento”

En un artículo anterior (El Danubio, artífice del alma europea - 1/11/22) preguntaba: ¿qué lecciones nos puede dar a los panameños la dinámica cultural europea del Danubio?

Para mejor entender el alcance de esas lecciones, vale parafrasear aquí lo dicho por Ortega y Gasset en su obra sobre Velázquez: la realidad o consistencia del humano es su vida y esta es puro movimiento en su tiempo y espacio social. Por ende, esa dimensión de tiempo y espacio, la famosa “circunstancia” orteguiana, proviene del presente y de otros acontecimientos anteriores. O sea, esa estructura espacial y temporal tiene una dependencia cronológica, que, además, contempla un ir hacia algo subsecuente, aunque esto suene como una perogrullada, o a determinismo, sin serlo.

Lo importante aquí, para nuestro tema aleccionador principal de cómo aprender de la dinámica cultural europea, viéndola como un paisaje de generaciones, es que esta dinámica consiste principalmente de una tradición humana.

En efecto, esa consistencia personal mencionada anteriormente trata de un funcionamiento vital que cada individuo recibe de una de esas tradiciones, en distintos puntos del planeta, pues, aparte de la europea existen otras en las demás ramas de la humanidad.

Por eso es posible, en este caso, extraer enseñanzas de esas tradiciones europeas para perfeccionar la nuestra en el tiempo y espacio que nos ha tocado vivir actualmente en Panamá, adaptando lo mejor de las europeas a nuestra circunstancia.

Comencemos con nuestra vigente Constitución Política de 1972, parte del constitucionalismo escrito y democrático occidental, que responde a la racionalidad de la cultura europea y sus valores judeocristianos, común tanto en países europeos como en la de la mayoría de los de América Latina.

Pero nuestra circunstancia actual ha acomodado dicha constitución, ese “vehículo de vida”, al decir de Woodrow Wilson, a nuestra idiosincrasia psicológica y moral panameña, muchas veces haciéndola menos efectiva.

Por ejemplo, esa idiosincrasia ha tergiversado el principio constitucional (Art. 206.3) por el cual la Corte Suprema de Justicia investiga y procesa a diputados de la Asamblea Nacional y estos a la vez a los magistrados (Art. 160), hasta convertir ese acto de perfecta justicia en uno de mutua corrupción.

¿Nos ayudaría la tradición europea del Estado de derecho como un compromiso panameño para comportarnos mejor?

En tiempos más venturosos la diferencia está en el propósito que la crea, no es cuestión de albedrío, porque todos podemos elegir dónde dirigir nuestra conducta. La incompetencia gubernamental panameña es un ejemplo de ello, a fuerza de errores o callejones sin salida. Aquí lo importante es recordar esos errores para crear consciencia y aprovechar mejor esa mala experiencia.

En esto vale mucho la percepción del prójimo, cuando vivir es hallarse fuera de sí mismo, o, como afirmaba Ortega y Gasset, “perdidos deliciosamente en el interior de los prójimos”. Lo circunstante influye sobremanera, de allí la importancia de las tradiciones que sustentan nuestras vidas y permiten la percepción del prójimo.

Así, para combatir la incompetencia gubernamental, el propósito principal de nuestro Gobierno debe ser el bienestar del prójimo, pues con él se instaura y fortalece la dimensión social de toda sociedad humana, en cualquiera de sus dimensiones. ¿En cuál tradición, panameña o europea, se practica más el concepto del bienestar del prójimo?

Es necesario, pues, incorporar estos y otros criterios europeos (¿por qué no la disciplina china, la estética perfeccionista japonesa, etcétera?) a nuestra forma de ver y actuar en el mundo, algo muy posible para un pueblo tan cosmopolita como el panameño.

Si lo bueno pudiera ser excesivo o verse con la naturalidad con que las plantas surgen de su tierra vernácula, entonces no podrá decirse que hablar de lecciones o enseñanzas extraídas del alma europea, no son más que conjeturas.

Lo cierto es que nuestra panameñidad es una hermosa tradición abierta a su constante mejoramiento.

Ex funcionario diplomático.

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