• 06/11/2022 00:00

'Llévame al tambor de la alegría'

“[...] es la hora de que nos empoderemos, lo cual implica que fortalezcamos nuestras capacidades, confianza, visión para cumplir con nuestra parte y ser protagonistas para impulsar los cambios positivos necesarios, [...]”

El comienzo de nuestro “Mes de la Patria” despierta toda suerte de fervorosas manifestaciones patrióticas en los panameños. Inundamos las redes sociales y medios de comunicación disponibles con mensajes y canciones que nos ponen el sentimiento nacional a flor de piel durante los 30 días de noviembre.

Una de esas melodías es nuestra famosa “tamborera” El Tambor de la Alegría, quizás la canción folclórica panameña más conocida. Compuesta por Juan Pastor Paredes y musicalizada por Carmen Lagnón, hace ya poco más de un siglo. En ella la cantalante, mediante un pegajoso estribillo, le pide al panameño que la lleve al tambor de la alegría. Aunque a estas alturas no puedo negar las ganas de cantar y bailar que me provoca el sentimiento patrio, no dejo de preguntarme ¿dónde está ese tambor?, y ¿qué significa la alegría de los panameños?

Hoy sabemos, de acuerdo a cronistas de la época, que el autor, respondiendo a solicitud de doña Carmen, le compuso un “jingle” publicitario para promover su toldo “El Tambor de la Alegría”, ubicado en lo que llamamos hoy el “casco antiguo”. Pero, apartándonos del folclor, la famosa tamborera me obliga a preguntarnos, ¿dónde queremos los panameños que nos lleven nuestros gobernantes?, y lo más importante, ¿qué hacemos para llegar a ese lugar de la alegría?

Antes de seguir adelante es necesario preguntarnos ¿qué es la alegría y cómo se consigue? La definición más sencilla que me encontré dice que la alegría es un “sentimiento de placer producido normalmente por un suceso favorable que suele manifestarse con un buen estado de ánimo, la satisfacción y la tendencia a la risa o la sonrisa”. Por otro lado, de acuerdo con la Wikipedia, en la iconografía clásica, la alegría se representa como “una mujer que sostiene un cuerno de la abundancia, como símbolo de felicidad, y en ocasiones acompañada por dos niños, y uno de ellos llevando una palma”.

Una primera conclusión que surge de la definición arriba citada es que en nuestro país una buena cantidad de panameños y panameñas no viven inmersos en ese sentimiento de placer producido por sucesos favorables y están lejos de sostener ese cuerno de la abundancia. De hecho sabemos que más de un millón de compatriotas -hombres, mujeres y niños- padecen diariamente el sufrimiento que impone la pobreza multidimensional que padecen, mientras luchan y esperan que llegue el panameño que los lleve a la alegría que señala la tamborera citada al inicio.

Pero eso no tiene que ser así. Esas diferencias innecesarias y evitables tienen implicaciones graves para nuestro desarrollo, pues la pobreza repercute directamente sobre el acceso a la vivienda digna, los servicios, la educación, el transporte y otros factores vitales para la salud y el bienestar generales. De hecho, la pobreza es posiblemente el determinante individual más importante de la salud y, por ende, la capacidad de llevar una vida plena y alegre.

Estamos obligados a cambiar para bien las circunstancias en que las personas nacen crecen, trabajan, viven y envejecen, incluido el conjunto más amplio de fuerzas y sistemas que influyen sobre las condiciones de la vida cotidiana. Estas fuerzas y sistemas, nos recuerda la OMS, incluyen políticas y sistemas económicos, programas de desarrollo, normas y políticas sociales y sistemas políticos. Las condiciones anteriores no deberían ser altamente diferentes para varios subgrupos de una población y, menos, dar lugar a diferencias en los resultados en materia de bienestar, desarrollo sostenible y alegría de vivir.

A estas alturas de la glosa es claro que la “alegría” que queremos no es solo un componente de nuestras fiestas patrias. Alcanzar esa alegría implica -parafraseando el compromiso adquirido hace casi diez años al suscribir la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible- poner fin a la pobreza, erradicar el hambre y lograr la seguridad alimentaria; garantizar una vida sana y una educación de calidad; lograr la igualdad de género; asegurar el acceso al agua y la energía; promover el crecimiento económico sostenido; adoptar medidas urgentes contra el cambio climático; promover la paz; erradicar la corrupción y garantizar el acceso a la justicia.

Entonces, compatriotas, en este Mes de la Patria nos invito a todos a mantener de forma permanente el furor patrio, porque nos jugamos el futuro. Sabemos lo que tenemos que hacer para alcanzar el desarrollo sostenible y la alegría de todos y todas en todos los lugares. Cierto que han existido obstáculos nacionales y mundiales para no avanzar lo suficiente, pero es la hora de que nos empoderemos, lo cual implica que fortalezcamos nuestras capacidades, confianza, visión para cumplir con nuestra parte y ser protagonistas para impulsar los cambios positivos necesarios, haciendo especial énfasis en exigirle a nuestros gobernantes, actuales y futuros, que cumplan sus promesas de campaña, subsanen las desigualdades que nos afectan, y nos lleven sin agendas a ese tambor de la alegría, donde no exista la pobreza multidimensional, prevalezca el bienestar colectivo y la justicia igual para todos.

Médico, exrepresentante de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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