• 20/08/2025 00:00

Los retos de la inteligencia artificial en la educación

La inteligencia artificial es considerada una de las tecnologías de la información (TIC’s) más revolucionaria del siglo XXI, con impacto profundo en áreas como la salud, educación, el entretenimiento y sobre todo en los negocios. Esta revolucionaria técnica realiza tareas mediante algoritmos que utilizan grandes volúmenes de datos y que normalmente requieren de la inteligencia humana, entre ellos: el reconocimiento de la voz, la resolución de problemas, el aprendizaje automático o la toma de decisiones.

Desde mediados del siglo pasado, el avance significativo de la IA ha sido vertiginosos, lo que ha llevado a pensar en el poder cambiar el curso de la historia de la raza humana al presentar externalidades positivas, negativas y también algunos riesgos.

Entre las externalidades positivas, la IA plantea enfrentar retos apremiantes, como por ejemplo construir un mundo mejor, lo cual requiere de un análisis profundo sobre su desarrollo y regulación. Además, produce nuevos empleos como el desarrollo de software, la ciberseguridad, los tutores virtuales, las plataformas de evaluación automatizada y el análisis de la big data, entre otros.

Dentro de las externalidades negativas de la IA tenemos en primer lugar la desaparición de algunos trabajos profesionales; la agudización de desigualdades sociales debido a la inaccesibilidad de estudiantes a los dispositivos y/o conectividad, lo que profundiza la brecha y la alfabetización digitales, pues muchas instituciones carecen de la infraestructura y recursos financieros para implementar eficazmente los sistemas de IA de calidad.

Qué decir sobre la disminución del desarrollo de habilidades blandas como el pensamiento crítico, la escritura manuscrita o los cálculos mentales tan demandados por el mercado laboral. Esta dependencia excesiva de la tecnología puede producir discentes muy competentes en el uso de herramientas digitales, pero sin capacidades humanas básicas.

A pesar de los filtros existentes, muchos estudiantes logran evadir los controles y con ello se producen riesgos éticos y jurídicos. La incapacidad de la IA de replicar la empatía, el pensamiento divergente, la intuición y la creatividad humana, la nula interacción directa entre docente y estudiante, la cual sigue siendo significativa para una educación de impacto en el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, para la colaboración y comprensión cultural, que sin estas se podría afectar el compromiso y desempeño académico; las dificultades del manejo de las ambigüedades y el juzgamiento de la calidad de los trabajos, la no generación de ideas originales ni de expresiones personales con la profundidad humana.

Entre lo fácil y poco ético que es la manipulación y distorsión parcial de datos, como retos de la IA, está la preparación de la fuerza laboral, en la adaptación al cambio tecnológico inherente, lo cual implica una inversión significativa en educación y capacitación, así como la reproducción de sesgos, con resultados potencialmente dañinos e injustos.

En consecuencia, la integración de la IA en la educación debe hacerse con muchísima cautela. Aunque esta puede ser una herramienta poderosa, no debe reemplazar la enseñanza humanizada, ni las experiencias del mundo real, porque el aprendizaje efectivo requiere de la emoción, la creatividad, la interacción y el juicio humano, por lo que tendríamos que preguntarnos: ¿estamos preparando adecuadamente a los estudiantes para un futuro automatizado o estamos debilitando habilidades esenciales para la vida cotidiana? ¿La IA está democratizando la educación o ampliando aún más las desigualdades?, que ya en Panamá son muy exacerbadas.

Es necesario promover una discusión que lleve a diferentes sectores a considerar los criterios necesarios para asumir una política nacional hacia la IA que incluya la inserción en los programas educativos, que permita una mayor eficiencia y eficacia en ellos y mejore la experiencia enseñanza-aprendizaje.

El impacto de la IA dependerá del equilibrio que logremos entre innovación tecnológica y los valores educativos. Su uso debe orientarse hacia la mejora de la calidad educativa sin perder de vista los riesgos que ella implica.

*Los autores son profesores de la Facultad de Economía de la Universidad de Panamá
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