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- 20/07/2020 00:00
Sobre Mandela, liderazgo y universalidad
El sábado pasado, 18 de julio, Nelson Mandela hubiera celebrado 99 años de vida. Falleció el 5 de diciembre de 2013. En una época tan crucial en la historia de la humanidad, la pandemia e igualmente la peste de la corrupción que azota todos los rincones del mundo, con sus repercusiones a lo íntimo de la sociedad panameña, podríamos encontrar lecciones correctivas en figuras de la estatura universal de Mandela. Reproduzco algunos párrafos publicados anteriormente para marcar el contexto histórico general.
Venimos con la certeza de la muerte. Lo demás es relativo. Las creencias de cielo e infierno son una cuestión de fe. Aquí en la Tierra, a lo largo de todos los tiempos, los retos, las penurias y las felicidades son el resultado de una compleja madeja de factores que nos va tendiendo la vida; y, ante todo, de las decisiones que tomamos para enfrentarlos. Eso, las decisiones, al final, hacen de nosotros las personas que somos.
Se estima que la población mundial es de 7.8 mil millones de personas y cada año realizan cálculos para precisar cuánta gente ha vivido a lo largo de los tiempos. Pregunta difícil de resolver, tomando en cuenta las diversas variantes que hay que evaluar para resolver esta interrogante.
Una de las más arduas tiene que ver con que, como humanidad, apenas hemos comenzado a llevar estadísticas fiables. Dice el Buró de Referencia de Población en Washington que: “Desde alrededor de 1800 es que los datos se hacen mucho más exactos”. Los demógrafos estimaron que, en la historia de la humanidad, a partir del homo sapiens hace 50 mil años, han vivido sobre la Tierra cerca de 108 mil millones de personas. De esta enorme cifra, los libros de historia solo reconocen una mínima parte del aporte de hombres y mujeres que han permitido que estemos aquí a inicios del siglo XXI. Aportes de individuos que sortearon las amenazas directas e indirectas del entorno; naturales o producidas por el propio hombre, para allanar el camino de la existencia; y, de cierto modo, alargarla. Algunos, quizás los más, aportaron y no han sido reconocidos. Eso queda en la incógnita.
La gran mayoría de esta población, millones de miles de personas, pasaron del estado inicial que representó la maravilla de la presencia a la certeza de la muerte. Transitando el tiempo sin aportes mayores y sorteando las amenazas de la existencia. Superviviendo. Otros, mistificados por creencias determinadas por otros humanos más dominantes y por muchos embaucadores y embusteros.
En este tiempo que vivimos, y en estas células humanas en donde pasamos la mayoría de la existencia moderna, las conexiones sociales y políticas, el dinero, los autos, las mansiones, el estatus y el glamur son reconocidos como una condición de ser humano superior. Y para mantener esa condición, algunos están dispuestos a lo que sea. Las refriegas entre grupos de poder en las últimas semanas son un indicativo de esto.
El país parece encaminado a tiempos peligrosos y, a falta de un sistema justo (justicia) para resolver los reclamos y los posibles delitos, históricos y recientes, de los grupos que han ostentado el poder, otras alternativas debieran ser consideradas, a fin de que no caigamos en una interminable espiral de venganza o bañados de sangre.
Ya como presidente de su país, Mandela, un hombre universal, promovió tenazmente su visión de reconciliación. En 1995, en Sudáfrica, se firmó el Acta para la promoción de la Unidad y Reconciliación Nacional (Promotion of National Unity and Reconciliation Act). Esto dio lugar a la creación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (Truth and Reconciliation Commission), para: “servir de testigo, documentar y, en algunos casos, rehabilitar y dar amnistía a los autores de crímenes relacionados a violación de los derechos humanos”.
Este es un pequeño país con pretensiones de grandeza. Para sobrevivir en la historia de la humanidad como tal, la sociedad y sus “líderes” deben, de vez en cuando, tomar decisiones firmes y riesgosas. Muchas veces tengo dudas de si en realidad, desde los Gobiernos y los sectores civiles, deseamos un país de paz para que podamos avanzar. Para eso hay que liderar con certeza para resolver las diferencias profundas y, como dijera Mandela: “siempre parece imposible hasta que se hace”. Así es como podrán pasar los individuos y las sociedades a la universalidad humana.