• 08/07/2023 00:00

Misión: rescatar todas las tortugas que pueda (*)

“[...] Tortuguía ahora vive con nosotros, se ha puesto muy galano y bonito, siempre nos acompaña a recorrer playa Soropta, eso me hace muy feliz”

Desde que era pequeñita, mis papás siempre me llevan a la playa Soropta en San San Pond Sak, Bocas del Toro, me encanta caminar y hacer carreritas con ellos por la arena, es más que divertido.

En unas de mis últimas vacaciones de la escuela, fui con mis papás a Soropta, pasamos toda la tarde y ya se nos estaba haciendo de noche cuando vimos a lo lejos que había iniciado la arribada de tortugas baula, a las que también llaman laúd, es la especie de tortugas más grande que he visto en persona, había varias desovando o enterrando sus huevitos en la arena, “¡imagínate que es tan grande que puede llegar a pesar hasta 500 kilogramos!”, me dijo mi papá. El tiempo de incubación y eclosión de los huevos de la tortuga baula es de poco más de dos meses.

Un día vimos en la playa a un biólogo que las estudia, me contó que, si el clima se pone frío, la incubación puede tardar tres meses y posiblemente hasta más; también me dijo que en un año pueden poner varias veces huevitos en la arena, y que pueden hacer sus anidadas todos los años, o volver a la playa donde nacieron entre cada dos y tres años.

Para saber más de estas hermosas, estuve investigando y leí que la baula es la única tortuga marina que no tiene un caparazón duro, sino una piel de cuero suave, oscuro con manchitas y sin escamas, aunque al nacer tienen algunas escamitas. El género de la mayoría de las tortuguitas de un nido dependerá de la temperatura de la arena en la que se desarrollaron durante su incubación, entre más cálida la arena más hembras se desarrollarán, ¡no te lo pierdas!, ¡pueden poner cerca de 80 huevitos en su nido!

Tiempito después de ver a las baulas desovar en playa Soropta, en una tarde con un bello atardecer, pude ver desde lejitos a un perrito de tipo labrador, no pude entender bien lo que hacía hasta que nos acercamos a verlo. Se notaba un poco flaco, como que pasaba hambre, sentí mucha tristeza por él, estaba descuidado, creo que lo habían abandonado en la playa. Nos llamó mucho la atención que parecía estar ayudando a los neonatos de tortuguita para que pudieran llegar a salvo al agua del mar. Nos causó mucha gracia verlo espantar los pájaros que merodeaban tratando de capturar alguna tortuguita de las que corrían sin freno hacia el agua. Nos sentamos un rato para ver al perro en su tarea, se veía muy preocupado por proteger a las tortuguitas. Mi mamá le puso por nombre “Tortuguía”, con lo flaco que estaba el pobre sus orejas y sus costillas eran las que más se realzaban de él. Tortuguía estuvo bastante rato cuidando y casi empujando a las pequeñitas tortugas para que llegaran sanas y salvas al agua.

Perdimos la cuenta de cuántas tortuguitas se han salvado gracias a él, a quien se le veía tan contento con la misión que él mismo se había puesto, o quien sabe, tal vez lo aprendió de alguien a quien vio hacer lo mismo en lo que él ahora se empeña en repetir con tanto amor y dedicación.

Nos acercamos con mucho cuidado para darle algo de comer, no queríamos asustarlo para que no se alejara, me fui gateando lentamente hasta donde parecía descansar y le puse comidita; Tortuguía se quedó quieto mirándome y cuando me alejé fue hacia la comida y lo devoró superrápido, se notaba que tenía hambre, cuando terminó, se nos quedó mirando y muy despacio volvió a su faena de salvamento, como un ángel de la guarda para tantas tortuguitas bebé que corrían sin mirar atrás ni agradecer el trabajo sin ganancia del canino.

Como se hizo de noche nos tuvimos que ir, pero volvimos al día siguiente y varios días más para llevarle comida a Tortuguía, quien poco a poco fue teniéndonos más confianza y comía más seguro la comida calentita y agua que le llevábamos. Mi papá dijo que teníamos que ganarnos su amistad para poder ayudarlo más, porque se notaba que había estado mucho tiempo sin el cuidado de un humano y era posible que nos rechazara.

Pasaban los días y poco a poco se notaba que la cantidad de tortuguitas en carrerita al mar iba disminuyendo, así que Tortuguía cada vez tenía menos trabajo. De hecho, ver eso me recordó que, por causa de la contaminación, la destrucción ambiental y el robo sin control de los huevos de tortuga en general, es que se está reduciendo tanto la población de esta y otras especies de tortuga. Mis padres dicen que cuando eran niños esa playa se veía llenísima de tortuguitas que iban disparadas al agua y que lo que se ve hoy podría ser como un 10 % de lo que era antes, tristemente. Supongo que, a su modo, Tortuguía se habrá dado cuenta de que, además de los peligros del mar y del aire, hay gente que está acabando con los nidos de las tortugas baula.

Y bueno, como dice la abuela, no hay mal que por bien no venga, gracias a Dios, Tortuguía ahora vive con nosotros, se ha puesto muy galano y bonito, siempre nos acompaña a recorrer playa Soropta, eso me hace muy feliz. También lo estoy, porque he sabido por la maestra de la escuela que, en varias playas de Panamá y el mundo, hay gente y organizaciones que están tratando de rescatar los nidos de todo tipo de tortugas para aumentar su población, yo misma ya me anoté como voluntaria para ayudar al rescate de todas las que pueda, especialmente de las baulas, a las que ahora conozco mejor, como mi querido Tortuguía, quien me motivó a imitarlo en su hermosa misión.

(*) Cuento infantil corto.

Comunicadora social.
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