• 12/12/2014 01:00

La nueva clase social

La ‘narcoclase’ extiende sus tentáculos por todo el mundo, pero en Latinoamérica consolida su poder por varios motivos

Una nueva clase recorre nuestra América y ya los medios de comunicación se han unido para glorificarla. Le han creado novelas en donde se avala y legitima su forma de vida, pues sus valores no van en contra del sistema, sino que es su representación más descarada y vulgar.

Su modelo de belleza ha calado en el imaginario colectivo a tal punto que ya se ven los emuladores; es decir, los que intentan alcanzar dicho ideal a toda costa. Se perfila, quizá, como la primera clase mundial, pues no responde a ningún Estado ni siente apego por sociedad alguna. Solo se dedica a producir, promover y vender su producto en todo el mundo.

Al tener toda la cadena de producción, disponen de una enorme fortuna y allí donde tienen su ‘casa matriz’ se rodean de su propia seguridad e imponen su propia justicia. Su actividad se desarrolla con gran eficiencia y eficacia.

No desean ser aceptados por otras clases sociales, sino que solo las utilizan para sus propios fines y hasta parece que toda la sociedad en su conjunto es una enorme tienda para su abastecimiento. Esta nueva clase social se encuentra en proceso de legitimación, pues es cada día más aceptada y reconocida. No le interesa la toma del poder central ni dispone de grandes ideólogos, su actividad parece más bien de la edad de piedra, pues hace lo que le plazca.

La ‘narcoclase’ extiende sus tentáculos por todo el mundo, pero en Latinoamérica consolida su poder por varios motivos. Entre ellos la ineficacia de las elites dirigentes para distribuir la riqueza, la incapacidad del Estado para cumplir con sus funciones más básicas como seguridad, salud, educación, la corrupción rampante que se ha convertido en moneda común de nuestros políticos y administradores de la cosa pública, pues utilizan los fondos del Estado como si fuera su caja personal.

Esta nueva clase social se desenvuelve entre lo ilícito y lo lícito, entre lo público y lo privado. Se ha apropiado de los actuales valores dominantes o, como algunos dirían, de los desvalores, que son socializados por esos medios de comunicación que los legitiman y, por lo tanto, gobiernan la vida de muchos de nuestros jóvenes.

Para defenestrar a esta nueva clase social va a ser necesaria la intervención conjunta de las sociedades y de los Estados latinoamericanos. No podemos seguir viendo a esta narcoclase como simples delincuentes; pues, con su enorme cantidad de dinero, disfrutan de todo lo bueno del sistema y son, al mismo tiempo, la expresión de todo lo malo de la humanidad.

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