• 19/06/2016 02:03

Los pasos de Acahualinca...

Orientó la vocación de su segundo hijo sin saberlo. Le enseñó a leer los periódicos. Escoger la noticia más importante

Hace muchísimas décadas, procedente de la tierra de lagos y volcanes, vino contratado a Panamá un hombre que, para quienes lo vivimos de cerca, fue toda una enciclopedia.

Un hombre orgulloso de su tierra, pero muy agradecido del suelo que le brindó albergue y le permitió moldear a toda una familia.

Aunque militar de vieja escuela, en las artes de formación de su prole fue firme, pero no severo. Alérgico al uso de la fuerza, les enseñó a distinguir entre una orden y un consejo. ‘La orden se cumple, no se discute ', decía siempre. Con un tono de voz normal, jamás se le escuchó gritar aunque tuviera la razón. Mucho menos desautorizó a su compañera para complacer a sus hijos. ‘Tienes la razón, pero a la mamá se le obedece ', casi siempre sentenciaba este justo juez.

El maestro, como le decían de cariño sus amigos y compañeros de trabajo, de verdad que era todo un maestro. El segundo de sus hijos le sirvió para muchos experimentos. Le enseñó cómo se armaba y para qué se usaba un pantógrafo. Le recitaba sin titubeos las reglas gramaticales de entonces y su importancia en el buen uso del idioma. Le quitó el miedo al miedo por las matemáticas, enseñándole a resolver problemas con las mágicas reglas del tres simple, tres de oro o tres compuesto, según el resultado que se tenía que alcanzar. En aquellos tiempos estaba muy de moda un desodorante que venía en envase blanco redondo y una tapa roja. Pues con el envase, la tapa y un foco le enseñó las fases de la Luna desde la nueva hasta el cuarto menguante. Con mucho sacrificio compró una enciclopedia para hacer las tareas en casa y, un día, su hija mayor prestó un tomo que tuvo que rescatar a la velocidad de un rayo, porque ‘tonto es el que presta un libro y más tonto el que lo devuelve ', dijo firmemente esa noche.

Orientó la vocación de su segundo hijo sin saberlo. Le enseñó a leer los periódicos. Escoger la noticia más importante. Elegir y sintetizar las mejores columnas y editoriales y cada noche, después de cenar, leerle en voz alta un resumen de todo lo más importante entre los temas elegidos. Lo sometió a los juegos de Kim para que aprendiera a observar más que a ver. Y para agilidad mental, preguntas capciosas: ‘¿Qué pesa más, una libra de algodón o una libra de plomo? '.

A su prole le inculcó el valor de la lealtad entre amigos, la importancia de aprender a decir la verdad y, por qué no, de aprender a escuchar la verdad. El valor de la palabra, no para salir del paso sino para respetarla y cumplirla. Les alertó siempre de los peligros de las andanzas en gavilla. Les enseñó que, para ser buen jefe, lo primero que se tiene que aprender es a ser buen subalterno. Les inculcó que al jefe se le respeta, pero no se le tiene miedo.

Pero sobre todo, les enseñó a aprender a querer a Panamá. Una enseñanza raizal salpicada en ocasiones por cantos como uno que decía a todo pulmón ‘soy todo un pinolero, nicaragüense por gracia de Dios '; adornada en otras con Los motivos del lobo de Rubén Darío o apuntalada con la trascendencia de la leyenda sobre los pasos o las hoy denominadas huellas del hombre de Acahualinca cerca del lago Xolotlán.

Reconozco que ha sido un boceto a mano alzada de todo un caballero, amigo y hermano de sus amigos, el compañero ideal de una mujer especial, el maestro permanente, pero sobre todo un padre singular.

Era inmune a la lisonja, lo que me ha obligado a buscar los conceptos y expresiones que, sin adornos, lo retratan en cuerpo y alma. Y perdonen que les haya tomado algo de su valioso tiempo, pero antes de terminar se los tengo que presentar. Fue mi padre. Humberto Hernández Obregón, nicaragüense de nacimiento, panameño de corazón. No nos dejó herencia material alguna, pero sí nos dejó en custodia un apellido que nos pidió que lo cuidáramos, porque era el único legado que nos podía entregar.

A él hoy, con el permiso de ustedes y en nombre de todos sus descendientes, dedico estos cortos pasos de Acahualinca y junto a él remito mi saludo y respeto a todos los papás en su día.

PERIODISTA

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‘A su prole le inculcó el valor de la lealtad entre amigos, la importancia de aprender a decir la verdad y, por qué no, de aprender a escuchar la verdad. El valor de la palabra...'

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