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- 08/07/2021 00:00
La prudencia y la comunicación demarcarán el camino
Desde hace meses, me encuentro meditando, un poco inquieto y preocupado, por la forma en que se está manejando la información en mi Panamá. Inclusive, he escrito artículos con respecto a las redes sociales y lo fácil que se dan informaciones que después resultan ser falsas o que, por lo menos, no eran del todo ciertas. En muchas ocasiones, nos sentimos abrumados por la cantidad de información incongruente y diametralmente opuesta entre un medio y otro, que nos impide, en muchas ocasiones, tomar decisiones correctas y de esa manera no hacer comentarios sin la suficiente verificación de nuestros insumos. Esta cantidad de mensajes sin coherencia y respaldo alguno provoca que gran parte de la ciudadanía tome partido por una u otra postura, creando percepciones en la opinión que en muchas ocasiones no están cerca de la realidad o la verdad.
La cantidad de información a la que hemos estado expuestos los últimos meses, en donde se habla de casos de abusos, maltrato, lotería, bolsas de comida, puertos y vacunas, entre otros tantos, nos tiene como sociedad en una ansiedad y enojo permanentes, porque todos quisiéramos que se dieran respuestas rápidas. Los tiempos de las investigaciones y de la justicia nunca van a ir a la misma velocidad que la sociedad espera. Esto es una realidad muy dura de asimilar y más cuando tienes ese bombardeo diario de información de todo tipo que no nos deja prestar atención a otras cosas de gran relevancia.
En estos momentos de pandemia, el deseo y la puesta en marcha de una reactivación económica rápida, conociendo que Panamá sufrió graves perjuicios en su PIB del 2020, hace imperante, en medio de restricciones por toques de queda, que se fortalezcan sectores como el turismo, la construcción y el transporte aéreo, entre otros; que fueron fuertemente afectados por la pandemia, y que representan un porcentaje alto en nuestro producto interno bruto. El aumento de la pobreza, el desempleo que alcanzó el 18.5 por ciento, la gran cantidad de contratos suspendidos y de trabajadores en estado de incertidumbre y vulnerabilidad nos lleva a pensar qué camino debemos tomar para levantarnos nuevamente como nación próspera y eficiente.
Ante esa realidad, hay sectores que, en estos momentos, llevan a cuestas nuestra economía. Hablo principalmente de la agricultura, la minería, la ganadería, etc., actividades del sector primario, aunque algunos consideran a la minería como parte del sector industrial o secundario, que apoyan y son parte, junto con otros sectores, para lograr evitar una caída drástica de nuestro PIB, al continuar con sus operaciones, brindando trabajo directo e indirecto a miles de panameños. Lógicamente teniendo claro que nuestro mayor pilar económico está en las actividades del sector terciario, en donde se encuentra el sector marítimo y logístico con el aérea del canal, Zona Libre y el sector financiero.
Del gran total de personas ocupadas en el país, 1 millón 470 mil 571, son empleos no agrícolas, de los cuales, 777 162 son informales. Más de 200 mil trabajadores informales se encuentran en el sector de servicios, vendedores de comercios y mercados. Otros 183 mil, están en la actividad de minería, manufactura y construcción.
También el Ministerio de Comercio e Industrias reveló que en los primeros cuatro meses del año las exportaciones ascendieron a $1085.9 millones, un aumento de 77.4 % comparado con el año 2020 que fue de $612.0 millones, lo que es positivo para la economía del país.
Ahora, es el momento para ser prudentes y cuidar estos sectores económicos, brindándoles el apoyo necesario y comprender que, a través de sus correctas operaciones, están respaldado gran parte de los empleos locales, logrando de esa manera que muchos ciudadanos tengan la capacidad de llevar ingresos a sus hogares.
Veo con preocupación el desconocimiento del tema regalías en el tema minero, donde hay propuestas que buscan prácticamente que Panamá se convierta en socio igualitario de empresas de capital extranjero, ya después que las inversiones fueron dadas. La primera pregunta que me hago es: ¿de dónde sacaremos el dinero para dar la mitad de lo invertido? Estas posiciones son las que ponen en riesgo nuestra imagen y credibilidad como país; en donde siempre hemos respetado la seguridad jurídica de las compañías, tanto locales como extranjeras.
Mucho se ha hablado sobre el porcentaje de regalías adecuado para la industria minera en el país, y a mi entender las decenas de millones que se pagan al año actualmente están dentro de lo legal y estipulado contractualmente, es más, la cifra del 2 % sale de nuestro propio Código de Recursos Minerales en el momento que se firmó el contrato, que decía que era el porcentaje máximo para pagar. De la misma manera comparar las regalías de otros mercados, va a depender de diversos criterios, si es a partir de la producción, si es con base en los ingresos, entre algunos de ellos. No creo que se preste para una comparación rápida, sino que requerirá un análisis más profundo de cada negociación individual y realidad regional.
Como panameño quiero mejores beneficios para el país, sin embargo, es importante navegar con la bandera de prudencia, en las nuevas negociaciones que realice el Estado con la mina de cobre, ya que no solo son el grupo extranjero que más ha invertido en Panamá, sino que a través de sus operaciones continúan aportando más de 39 000 empleos generados directa e indirectamente (según informe económico de Indesa); donde también se indica que la operación de esta mina produce 3.5 dólares de cada 100 dólares que circulan en la economía panameña e impulsa el 60 % de la producción de algunas de las industrias más importantes de Panamá.
Panamá sin dudas debe buscar fórmulas de ganar-ganar, mejorando las condiciones del país, buscando nuevos ingresos; pero a la vez manteniendo la comunicación respetuosa y las buenas relaciones con inversores que son parte de los principales impulsadores de la economía nacional.
Las soluciones que debemos demandar deben ser conscientes, sostenibles para todos, pero sobre todo prudentes, para lograr un beneficio común a largo plazo.