El ataque se produjo mientras se desarrolla en la provincia canadiense de Alberta una cumbre del G7 en la que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski,...
- 23/07/2020 00:00
Quédate en casa (y muérete)
Este ruego del Gobierno, estéril y necio, no tiene la misma atención de las primeras semanas. En aquel momento había la esperanza de que el asunto no fuera tan grave como se decía. Quizás el calor de Panamá iba a ayudarnos, ya que “el bicho” vivía y se propagaba cómodamente en el clima templado y frío. Eso se decía en marzo y abril, pero no fue cierto.
Hoy, la realidad es otra. Las personas se gastaron lo poco que tenían y lo que no tenían, agotaron sus recursos “dialécticos” para resolver con amigos y familiares, ya que estos ahora tampoco tienen. Y el virus sigue más fuerte y campante.
El Gobierno, aun siendo una institución política y pública, es la empresa que administra el Estado. Como cualquier empresa, tiene recursos humanos y económicos con un propósito muy definido, que es su razón de existir.
En la empresa privada el fin es la ganancia, mientras que, en la pública, es procurar bienestar para la gente en sociedad: salud, educación, seguridad y buen ambiente, entre otras. Ambos sectores, privado y público, están obligados a realizar una gestión con un alto índice de aprobación social. De no ser así, la gente no compra sus servicios o productos y el otro, es castigado con la crítica punzante mientras dure su periodo y en las siguientes elecciones.
Una empresa grande, que es más pequeña que el Gobierno, recluta el mejor talento disponible y paga bien por él. Lo busca y lo encuentra, ya sea que se lo roba a otra empresa, lo trae del extranjero o lo forma “in house”. Necesita los mejores en cada división, porque debe enfrentar una gran cantidad de retos, peligros y oportunidades. Así funcionan las transnacionales y el Canal de Panamá.
En el Gobierno funciona distinto: El presidente, ministros y altos funcionarios son escogidos por su habilidad política, por su retórica y por ser miembros del partido que ganó las elecciones. Nada que tenga que ver con ser el más capacitado para el trabajo. Así, en las instituciones puede estar lo mejor de lo mejor, del partido político, pero no los mejores del país. Y esto no solo ocurre en Panamá. Es la generalidad de los Gobiernos del mundo.
Los Gobiernos ante la crisis sanitaria siguen un protocolo: el que les da la Organización Mundial de la Salud. Es un camino fácil, donde, si sale bien, bien. Si no, se tiene la excusa de que se siguió el protocolo de la OMS.
Por el aumento de contagiados y fallecidos, sabemos que algo está fallando, pero, igual que el caballo con “anteojeras”, no se aparta del camino. Y si hay un tronco en la mitad, sigue y se dará contra él una y otra vez, porque hay que seguir el protocolo. Caen ministros y asesores científicos, pero el protocolo se sigue. Está fallando, pero es el protocolo.
En una empresa privada, como la vida de la empresa y el puesto de cada uno está en vilo cada día, ante un problema que pone en riesgo su existencia, dejan a un lado el “así lo hemos hecho siempre” y buscan alternativas. Investigará y evaluará cualquier procedimiento, aún a costo de desechar los suyos, para ponerse en el camino ganador.
Hay países como Taiwán; se sabe de científicos y médicos, incluso que están en Panamá, que, según noticias, han tenido grandes éxitos apartándose del protocolo de la OMS. El Gobierno ignora esas noticias, ataca la iniciativa y la castiga si está en sus manos. Se sigue el protocolo, aunque debamos morir con él.
La falta de talento produce inseguridad. Y la falta de talento en todas las instituciones está acabando con el país. Preguntémonos: ¿La gente del Ministerio de Salud que decide lo que debemos hacer es lo mejor que tiene el país para enfrentar esta monumental crisis sanitaria? ¿En el Ministerio de Economía y Finanzas está la gente más “berraca” para promover los negocios que dan los trabajos que se necesitan para volver a la normalidad, que mueven el comercio y generan el pago de impuestos que ellos mismos necesitan? Sigamos institución por institución y la respuesta es un contundente: NOOOO.
Ojo: no se trata de este Gobierno, sino de todos. Tener un título universitario o el nombramiento de ministro, vice o director no te da el conocimiento automáticamente. Eso se logra, además, con talento, experiencia, inteligencia emocional y seguridad en la toma de decisiones.
Lo que ha pasado es que, al Gobierno, son muy pocos los que llegan y que son “buenos conductores”. Son “choferes” de días soleados. Al “chofer” que está en el timón del Gobierno le ha tocado bailar con la más fea: es medianoche y tiene sueño, poca gasolina en el tanque (no hay gasolinera en el horizonte) y encima llueve a cántaros. En estas circunstancias la falta de pericia se nota más y el equipo que tiene tampoco ayuda (llantas lisas, una lámpara quemada, huele a humo…). A ningún presidente de la era democrática le tocó algo ni siquiera parecido.
Ahora, un Gobierno que genera tantas dudas en su actuación tampoco comunica bien. Toma decisiones que nadie entiende y quizás ellos tampoco. Están abrumados. Sobrepasados. Nadie tiene idea de qué hacer. No están seguros de nada, pero tampoco ponen en duda si lo que están haciendo es lo correcto. No hay autocrítica.
Por otro lado, esa angustia del alma les produce una falta de solidaridad manifiesta. Olvidaron que su trabajo es procurar el bienestar de la gente: ellos reciben sus salarios cada quincena y le piden (exigen) a los demás que se queden en casa, aunque no tengan qué comer. Se endeuda el país para pagar sus salarios, pero, el resto que haga lo que pueda, pero sin salir. No somos un país socialista, por lo que en teoría el Gobierno no tiene que darte nada, pero sí debe crear las condiciones para que la iniciativa privada salga adelante, pero tampoco hacen eso.
Falta talento, solidaridad, humanidad, autoridad y liderazgo. Todo esto, sin dar el ejemplo, solo es EJERCICIO DEL PODER y ese poder sin autoridad (que se deriva del ejemplo) produce rebeldía. Eso es lo que hay y viene más. Quédate en casa (y muérete), no es una opción.
Lo primero es reconocer con humildad que nadie tiene todas las respuestas. Lo segundo, encontrar los expertos, dentro y fuera del país, que busquen soluciones a los dos problemas que producen el resto de los problemas: salud y economía.
¿Cómo hacerlo? Existen empresas “cazatalentos” que podrán asesorar al presidente sobre el tema. Lo siguiente es, hacerles caso. No hay en el país muchos expertos en nada de lo que está pasando. Por último, sacar del Gobierno a los “vivos” que, aunque trabajaron en la campaña, están haciendo mucho daño. La percepción o realidad de que se están robando el país, es devastadora a la hora de seguir pidiéndole al pueblo sacrificio. Así de simple.