• 14/06/2025 00:00

Se nos fue Pepe, hasta siempre comandante

Durante su tiempo como guerrillero y preso político, enfrentó años de aislamiento y privaciones, pero esas experiencias moldearon su filosofía de vida basada en la sobriedad y la solidaridad

El 13 de mayo de 2025 se nos fue José Alberto Mujica Cordano, el comandante. “Pepe”, a los 89 años, consideró que era tiempo de irse y afirmó, “ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo y el guerrero tiene derecho a su descanso”.

En 1964 formó parte del movimiento guerrillero Liberación Nacional-Tupamaros, estuvo preso cuatro veces (12 años) y participó de dos fugas. “Estuve siete años encerrado en una pieza más chica que esta. Sin un libro, sin nada para leer. Me sacaban una vez al mes, dos veces al mes, a caminar por un patio media hora. Siete años así. Estuve a punto de ponerme loco. Aprendí a caminar legua adentro, para allá y para acá”. “Para mantenerme cuerdo me puse a recordar cosas que había leído, cosas que había pensado cuando joven. Después me dediqué a cambiar el mundo y ahí no leí nada. No pude cambiar el mundo, pero aquello que había leído de joven me sirvió. Hablo con el que llevo adentro y eso me rescató cuando caí preso y estaba en soledad. Entré a recordar y a recordar y a recordar”.

En 1994 fue electo diputado y en 1999 senador, en 2010-2015 presidente de Uruguay.

“Yo me dediqué a cambiar el mundo y no cambié un carajo, pero estuve entretenido y le di un sentido a mi vida. Moriré feliz. Gasté soñando, peleando, luchando. Me cagaron a palos y todo lo demás. No importa, no tengo cuentas para cobrar”. Por la simpleza con que vivió como presidente, sus críticas al consumismo o las reformas sociales que impulsó (que entre otras cosas convirtieron a Uruguay en el primer país en legalizar el mercado de marihuana), fue considerado el presidente “más pobre del mundo”. Fue una figura humanista comprometida, defensor y militante de la austeridad, especial para la izquierda y todo progresista latinoamericano.

Mujica afirmaba que si bien el ser humano es un depredador formidable, también es un conquistador infinito, siempre sostuvo que nos dedicamos a disputas inútiles frente al poder y no a la solución de los problemas humanos. Sin embargo, se enfocó siempre en la responsabilidad del ser y que si hay algo que salve la existencia es el amor, la evidencia de las cosas vivas.

Fue crítico ferviente de la sociedad consumista al señalar: “Si te consagras en un pagador de cuentas por vivir a crédito y te comés todos los versos de la sociedad consumista, vas a ser muy útil para la acumulación de capital, pero no te va a quedar tiempo para vivir tu vida”. En sus palabras, resaltó la necesidad de valorar el tiempo y la vida por encima de los bienes materiales. Uno de los pilares de su pensamiento es la sobriedad, la cual considera “la única garantía para ejercer la libertad”. Siempre defendió una vida sencilla y austera, argumentando que la acumulación de bienes no trae felicidad ni libertad.

Lamentaba la falta de utopías en la juventud actual, afirmando: “Cuando se es joven se necesita un poco de utopía, creer en algo. El mundo de hoy no motiva a los jóvenes. Se pierden en el consumismo atroz o frecuentemente se pierden en la soledad”.

Durante su tiempo como guerrillero y preso político, enfrentó años de aislamiento y privaciones, pero esas experiencias moldearon su filosofía de vida basada en la sobriedad y la solidaridad.

En términos económicos, el país y el Gobierno se beneficiaron de los altos precios del mercado mundial de los productos agrícolas, lo que proporcionó el alcance financiero para políticas sociales liberales.

Declarado el “presidente más pobre del mundo”, a lo que él siempre afirmó “pobre no es el que tiene poco, sino el que necesita mucho y malgasta su vida intentando comprarlo”. “Hace décadas que no cultivo el odio en mi jardín, el odio nos vuelve estúpidos porque nos hace perder la objetividad ante las cosas. El odio es ciego como el amor, pero el amor es creativo, y el odio nos destruye”.

“Pertenezco a una generación que quería cambiar el mundo. Fui derribado, derrotado, pulverizado, pero sigo soñando que vale la pena luchar para que la gente pueda vivir un poco mejor y con más igualdad”.

*El autor es economista
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