• 06/02/2019 01:00

Silencio injustificado

‘La carga moral y la carga de horror del Holocausto deja de ser patrimonio de los sobrevivientes [...]'

De las innumerables atrocidades cometidas por el régimen nazi de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, que en Europa causó más de 41.6 millones de muertos, quizás la tragedia particular más estudiada y mejor documentada de esas incontables muertes es el genocidio de seis millones de judíos europeos, conocido en Israel como Shoá (o ‘catástrofe' en hebreo) y mundialmente como el Holocausto (‘sacrificio consumido por fuego' bíblico) al referirse a su fase final entre 1941-1945.

De hecho, anualmente con alcance universal, el 27 de enero se conmemora el Día Internacional del Holocausto (también solemnizado en Israel como Yom Ha-shoah), siendo una responsabilidad compartida de la humanidad de nunca olvidar el martirio genocida sufrido en carne y alma propia por el pueblo judío.

Además, existen múltiples museos, sitios y monumentos en muchísimos países dedicados a reivindicar esa barbarie y a recordarnos de las enseñanzas provenientes de esa catástrofe. Entre los mejores está el U. S. Holocaust Memorial Museum de Washington D.C. que detalla esa eficiente y desgarradora industria de la muerte del nazismo alemán que también incluyó a más de cinco millones de víctimas no judías en sus campos de concentración y de exterminación, la mayoría hoy olvidadas.

Este museo estadounidense examina cronológica y conmovedoramente la historia del Holocausto desde 1933 a 1945, con más de 900 artefactos, testimonios hablados de sobrevivientes, fotos tomadas y secuencias filmadas durante esos doce atroces años del nazismo alemán, revelando la total deshumanización de víctimas y victimarios, provocando mil preguntas sin respuestas sobre esta banalización del mal.

Allí vemos cómo víctimas y verdugos se deshumanizaban con un programa hitleriano de terror que primero los concentraba en guetos y campos de concentración repartidos por todos los territorios ocupados por Alemania y después los aterrorizaba con represiones masivas, privaciones, hambre, torturas, desesperación, sufrimiento, soledad y devastación psicológica arrebatándoles su identidad, volviéndolos apáticos y pasivos hasta llevarlos a una muerte anónima e industrial.

Con la derrota del nazismo, para este pueblo diásporo, la memoria colectiva identitaria de Shoá se convirtió junto con Pesaj (la bíblica salida de la esclavitud en Egipto) en el segundo hecho fundacional del judaísmo como nación, culminando con la creación del actual Estado de Israel en 1948 en la antigua Palestina.

Paradójicamente, este acontecimiento creó una nueva catástrofe, esta vez para los palestinos (‘nakba', en árabe) con sus miles de muertos, millones de refugiados y la pérdida de gran parte de su territorio ancestral, especialmente después de 1967. Hoy las represiones masivas, despojos, expulsiones forzadas, privaciones, devastaciones, sufrimiento y desesperación la sienten los palestinos en los territorios ocupados por Israel, con la complicidad silenciosa del mundo.

Uno de los testimonios que se aprecian en el antedicho museo manifiesta: ‘Guardando silencio, actuamos exactamente como querían los nazis, como si nada pasara' (Bruno Bettelheim). La carga moral y la carga de horror del Holocausto deja de ser patrimonio de los sobrevivientes, para convertirse en una enseñanza para la humanidad que no nos permite ser indiferentes ante el sufrimiento de un niño, sea judío o palestino.

EXDIPLOMÁTICO

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