Somoza y Ortega

H ace 40 años, cuando América Latina tenía puestos los ojos en la lucha contra la llamada tiranía de Somoza, se argumentaba que el régimen nicaragüense era violador de los derechos humanos, que asesinaba a sus adversarios, que ese régimen de derecha tenía como objetivo concentrar el poder económico en manos de una casta familiar y oligárquica. Que la corrupción y el atraco eran pan de todos los días y que no se respetaba la voluntad popular en las urnas. Han pasado cuarenta años desde el inicio del fin de la dictadura somocista y ahora Nicaragua tiene, además de una deuda astronómica, una dictadura similar a la de Somoza, pero con el ropaje de izquierda y presidida por los que tumbaron al dictador. Las enseñanzas después de 40 años es que solo los países pueden progresar en todos los aspectos de la vida si hay tolerancia, decencia, diálogo y la búsqueda del bien común. Esto trae como consecuencia la paz efectiva en las sociedades. Da dolor ver cómo pueblos hermanos se desangran ante la intolerancia y la barbarie de sus gobernantes. Ojalá que en Panamá nunca se tenga que padecer los horrores que se observan en otras latitudes y aprendamos de nuestra propia historia, donde hemos tenido todo tipo de ejemplos que pueden servirnos para evitar conductas funestas que nos perjudicarían a todos como sociedad.