La campeona panameña combina su pasión por el poomsae con su formación en Psicología, demostrando que el equilibrio mental es clave en el alto rendimiento...
La historia panameña nos ha puesto en el tapete de la realidad la pugna entre modos de organizar la economía, política y cultura, que denominamos, “tipos ideales” “modelos” o “proyectos históricos”, cada uno se corresponde con el beneficio o perjuicio de tal o cual grupo social, tal o cual clase social y hasta sectores y fracciones de clases ¿Cuáles son estos proyectos históricos y sus grupos sociales que los abanderan? Veamos.
En primer lugar, el modelo que ha predominado desde que nos constituimos en República-o si prefieren decir, en protectorado o en semicolonia de EEUU-el cual es conocido como “Transitista-rentista”. Rentista, sobre todo por su vocación a explotar mano de obra y activos económicos sin producir bienes económicos, sino desarrollar actividades de las cuales parasita o le ofrece servicios y venta de bienes importados. La venta de alimentos importados a la zona del canal, la venta de productos importados a los consumidores nacionales e internacionales, la venta de servicios legales, de auditorías, etc. a las empresas que se instalan en el país, pero, he aquí lo fundamental, a partir y en función de la actividad realizada transitando mercancías y capitales en la “franja canalera metropolitana”, con absoluta dependencia del mercado exterior.
En segundo lugar, el que mayor pugna ha tenido con este a través de la historia del siglo XX, este es, el llamado por algunos como “Desarrollista” y por otros, como “industrialista” y por otros más, “productivistas”, por ser los empresarios industriales sus principales impulsadores junto a los productores agrarios proveedores de estos últimos. Esto significó que siempre estuvo en sus intereses el robustecimiento de la producción agroindustrial, por ende, las poblaciones de las regiones del país fuera de la zona de tránsito.
Este Tipo ideal o modelo de desarrollo, encontró en los sectores laborales organizados sus mejores aliados en el pueblo. Aún en el presente, estos siguen añorando los mejores días en que este tipo ideal de organización de la economía nacional permitió cierto flujo del excedente económico generado internamente hacia la satisfacción de necesidades básicas de las clases trabajadoras empleadas formalmente, en los años sesenta y setenta del siglo pasado. La mayor parte de estos sectores-liderados por organizaciones sindicales-no parecen haberse dado cuenta que esta categoría de grupo social ya no existe en el país, al menos, no una masa crítica que pudiese disputar un liderazgo político para gestionar el Estado con estas características. Tal impulso solo vendría de un liderazgo de sectores sociales medios-técnicos y profesionales-y trabajadores del sector formal e informal organizado [...] la mala noticia es que estos últimos han sido abatidos como fuerza social y política desde la invasión norteamericana que sufrimos en 1989.
Así, por un lado, nos encontramos con un modelo económico social abatido desde mediados de la década de 1980, en virtud de las políticas neoliberales que desbancaron poco a poco el sustento del modelo desarrollista y por otro lado, con el modelo transitista rentista, que se ha impuesto desde la mayor parte del siglo XX hasta los años sesenta y nuevamente en firme, desde finales de la década de 1980 hasta la fecha, pero con una particularidad: ya está agotado; sus tasas de ganancias se encuentran en franco deterioro, en proceso conocido como de “baja tendencial”. Pero a diferencia de la casi desaparición total de los sectores y fracciones de clases que impulsaban el modelo desarrollista o productivista, los grupos económicos sociales del tipo ideal transitista rentista aún siguen vigentes en el control del Estado, desde 1990. De manera que es desde el Estado desde donde pretenden darle oxígeno al agotado modelo transitista rentista, aunque a su vez, con grupos que se bifurcan en dos vertientes.
Una primera vertiente es la que impulsa la revitalización de la economía con base al llamado “Panamá como Hub de las Américas”. Esto es lo que se ha ofrecido a las élites económicas que tienen inversiones en norte y sur América, para que desarrollen el turismo y los servicios logísticos regionales desde nuestro territorio. Como vemos, se mantiene la obtención de rentas por ventas de productos importados, servicios legales, peajes por tránsitos internacionales, etc., más no la producción de bienes industriales ni agrarios.
La segunda vertiente, pretende revitalizar la economía con base en la conversión de Panamá en un país “extractivista minero”. Tampoco aquí hay producción de bienes, más bien, la dependencia de rentas por ventas de productos importados y servicios legales, técnicos, , etc., en todos los casos, dependientes del mercado exterior.
La vertiente de Panamá Hub de las Américas, es desde el punto de vista ambiental relativamente menos dañina que la de Panamá como país extractivista minero. Esta, ciertamente conduce inevitablemente a la desaparición paulatina de uno de los mayores y más preciados bienes ambientales del país: el AGUA. La burrada de millones de metros cúbicos de agua que estas actividades requieren no son soportables por el diminuto territorio en el que vivimos.
La pregunta es ¿cuál de los tipos ideales o incluso de alguna de sus vertientes está dispuesta a impulsar lo que queda de movimiento social representativo del pueblo? Una u otra opción se manifestará en las próximas luchas sociales.