• 03/02/2012 01:00

‘Encontré el enemigo... y él es nosotros’, Pogo

El presente estado de cosas en nuestro Panamá me hizo recordar la famosa frase de Pogo, un personaje de las tiras cómicas de los periódi...

El presente estado de cosas en nuestro Panamá me hizo recordar la famosa frase de Pogo, un personaje de las tiras cómicas de los periódicos norteamericanos de los años 50, que se aplica con atinada certeza a nuestra actitud colectiva ante la grave crisis política que afrontamos.

Pogo, es una comadreja (zorra, la llamaríamos nosotros), personaje central de una tira cómica de amplia circulación en EE.UU. Unidos durante el periodo 1950 a 1975, que relataba las peripecias de un grupo de personajes representados como animales, que viven en un pantano del Sureste norteamericano, quienes con sus actitudes reflejan la naturaleza humana. La tira hacía uso con frecuencia de la sátira en temas sociales y políticos usando sus personajes cómicos.

En el episodio particular a que me refiero, al existir un estado de inestabilidad política, Pogo es enviado al Congreso para encontrar los responsables de la situación. Corrían los años 50, la época del McCarthismo, la crítica iba dirigida a al senador Joseph McCarthy, quien con sus actos ponía en riesgo la estabilidad política del país. Luego de asistir a dos sesiones del Congreso, Pogo regresa al pantano y reporta en su léxico peculiar ‘encontré el enemigo... y él es nosotros’, (‘I found the enemy... and he is us’). La frase adquirió mucha popularidad; es la expresión más famosa y recordada de Pogo, que sin duda tiene mucho de actualidad en nuestro caso.

Pogo tenía razón, el enemigo somos nosotros, esta realidad me ha llevado a la triste conclusión de que me equivoco cuando dirijo mis críticas a la Clase Política y en especial a nuestros gobernantes. Debiera dirigirlas a nosotros mismos. Para empezar, no solo somos culpables por haberlos escogido a ellos, si no, por lo que es más crítico, por haber abdicado irresponsablemente nuestro derecho ciudadano de exigirles fiel cumplimiento con los verdaderos propósitos para los cuales los elegimos. Le entregamos el país con cheque en blanco. Hemos permitido que nos irrespeten, que se burlen de nosotros, que violen nuestras leyes, que no nos teman, que se sientan impunes, intocables y permanentes.

Entonces, ¿de qué nos quejamos?, si somos responsables de la situación y, con nuestra indiferencia, la hemos permitido perpetuarse. Una verdadera democracia no opera sin la activa y valiente participación ciudadana. Se necesita el balance de la acción crítica ciudadana ante actos violatorios de la Ley, la Ética y la Paz Social. Sin esa contribución del ciudadano no existe una real democracia, es solo un espejismo. El resultado con nuestra ausencia de acción ciudadana es contribuir a crear una situación peligrosa que, de continuar, bien puede llevarnos a una situación regresiva similar a la de 1968. Esa tendencia regresiva ha llegado a tal extremo que tratar de detenerla podría resultar en actos socialmente traumáticos.

Todo lo expresado debiera ser motivo de suma preocupación y estímulo a acción ciudadana concertada; sin embargo, la realidad es distinta. ¿Qué nos pasa? ¿Será que nuestra bonanza económica nos crea un sentimiento de conforte que pone en segundo plano la cuestión política? ¿Sufrimos del fenómeno de anestesia social de que habla Fernando Henrique Cardoso, expresidente de Brasil, que según él está viviendo la América Latina ‘que obtura la sensibilidad frente a los fenómenos de corrupción o de ilegalidad’? o ¿será que somos víctima de lo que alguien ha llamado ‘el totalitarismo de la indiferencia’? ¿Qué nos está pasando? ¿Qué explica esta falta de interés en hacer valer nuestros derechos?

Al final de cuentas, la pregunta central es ¿qué tomaría para sacarnos de esta apatía ciudadana, indiferente ante claras evidencias de avance hacia un futuro político incierto? ¿Qué colmará nuestro nivel de paciencia?

BANQUERO Y EXDIPLOMÁTICO.

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