• 22/02/2012 01:00

¿Borrachos, drogadictos, haraganes, ignorantes?

Como a muchos, me causó vergüenza ajena escuchar esos epítetos dirigidos contra pueblos originarios que reclaman sus derechos. Fueron ta...

Como a muchos, me causó vergüenza ajena escuchar esos epítetos dirigidos contra pueblos originarios que reclaman sus derechos. Fueron tan injustos y cargados de tanto desprecio y prejuicio, que más bien delataron la amargura de quienes los lanzaron. Ningún ciudadano ni grupo de ciudadanos de este país merece esos calificativos tan indignantes.

El pueblo Ngäbe Buglé, por el contrario, nos ha dado varias tamañas lecciones. La primera es su paciencia y perseverancia. Durante años, conscientes de sus derechos, reclamaron lo suyo desde sus comunidades o caminaron a lo largo del país, acamparon en la Plaza de la Catedral o ante la Asamblea Nacional. Pero no se les prestó atención: era un problema sin mayor importancia y lejos de acá.

La falta de respuestas oportunas, los forzó a recurrir al método que ha probado ser muy eficaz: al cierre de calles y vías. Los Acuerdos de San Félix y de San Lorenzo 1 resultaron de esas acciones, con el agravante de que cada vez se suscitan con más violencia, más heridos y muertos, más perjuicio al país. La violencia nunca es el mejor camino para solucionar conflictos políticos y sociales; pero ¿quién puede censurar a aquel pueblo desesperado que se tomó la Bastilla y el Palacio de Versalles? Hubo sangre, violencia, anarquía; pero hasta nuestros días llega el grito de igualdad, fraternidad, libertad.

Otra lección ha sido la unidad y valentía de todo el pueblo Ngäbe, que ha dejado de lado diferencias pasadas para unirse en la lucha por su bien común. Han estado dispuestos a ofrecer sus propias vidas en defensa de sus más preciados principios y tradiciones, igual que nuestros Mártires del 9 de Enero lo hicieron en su momento por defender una bandera y los ideales de una nación avasallada y cercenada. No olvidemos que los pueblos originarios también tienen su bandera, que son sus tierras y sus aguas; y que ya también tienen sus mártires.

También han demostrado juicio e inteligencia para apreciar las ventajas de la disciplina y la obediencia a sus líderes. De pocas palabras, voz suave, pero firme, carácter indomable, sin complejos, la cacica Silvia Carrera se enfrenta a fuerzas poderosas como lo hizo David frente a Goliat; y su gente confía en ella, está pendiente de su batalla en la Asamblea y está presta a seguir el camino que ella indique. Bien haría el gobierno en evitar cualquier acción que pueda tender a restarle esa autoridad a Silvia Carrera.

El diálogo deberá centrarse la próxima semana en el uso del agua. Para unos es un problema existencial que causa desolación y empeora su extrema pobreza; para otros, significa energía a menor costo para el desarrollo nacional. Es un diálogo difícil que se complica por la desconfianza causada por promesas gubernamentales que no han sido cumplidas y lo cierto es que han faltado acciones concretas —servicios sociales, infraestructuras— tendientes a erradicar de verdad la extrema pobreza del área.

Me atrevo a vaticinar que sin el beneplácito real de los ngäbe buglé no habrá inversión ni empresa segura en la Comarca, ni suficientes policías que puedan imponer orden en un área que los indígenas se conocen palmo a palmo. Y, a propósito, descartemos nuestros prejuicios, porque no son ni borrachos ni drogadictos, ni haraganes, ni ignorantes; son pacientes, valientes, orgullosos, sin complejos de ninguna clase. Y liderados por una indómita mujer que le hace honor a su raza, a su sexo y a toda persona que se precie de tener valores éticos. Que la lección la aprenda quien quiera aprenderla; que la ignore quien no quiera ver ni escuchar.

EXDIPUTADA DE LA REPÚBLICA.

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