• 09/07/2012 02:00

Reflexiones: marcha del orgullo gay y de putas

Que alguien me ilustre. No sabía que declararse puta, vestir como tal y desfilar por las calles ayuda a que respeten a las mujeres y sus...

Que alguien me ilustre. No sabía que declararse puta, vestir como tal y desfilar por las calles ayuda a que respeten a las mujeres y sus derechos. Por más que intente, no veo el sentido a esa novedosa y revolucionaria estrategia. Pero ahora es de ‘retrógrados’ pedir decencia y moralidad. Ahora es de ‘reprimidos sexuales’ pedir un poquito de pudor a las mujeres. Es de machista que el hombre pida menos osadía y exhibicionismo en el atavío de calle de las mujeres.

No; eso es el pasado. Ahora declararse puta o ser gay es la moda. Ahora ser libertino es el nuevo dictado de la razón; y la inmodestia se justifica en pos de la libertad humana. Mientras tanto, maricas y putas siguen marchando y exhibiéndose por nuestras calles declamando con frivolidad y a todo pulmón: ‘soy puta’ o ‘soy gay, ¿y qué?, acostúmbrense’.

Lo cierto es que no veo ni el sentido ni la igualdad que reivindican. Es necesario tener claro los conceptos por los que se ‘lucha’ antes de salir a ‘defenderlos’; si no, ¿a qué se juega con esa ‘escandalización pública’?

Si esa marcha de putas, aunque en ridícula o provocadora circunstancias busca, con su alarde de intenciones, el respeto hacia las mujeres que quieren o tienen la necesidad de lucir sus cuerpos o pasear por las calles con el alma desnuda sin que una manada de lobos ‘aúlle’ o ‘babee’ y sin ser objeto de acoso verbal o quizás físico, me parece utópico.

Se habla mucho en contra del ‘machismo’, pero poco se dice de la doble moral del ‘feminismo’, que solo busca aceptación social a sus caprichos, filtrando toda la gama de relaciones interpersonales entre el hombre y la mujer a través de políticas sexuales y de confrontación, y al mismo tiempo buscando evadir las responsabilidades que conlleva el ejercicio de cualquier libertad.

De lo que se trata es la manipulación de masas. Crear una guerra de sexos, destruir la familia como núcleo social y promocionar la homosexualidad y el lesbianismo.

Esa marcha y despliegue mediático es una farsa, porque las putas prestan un ‘servicio público’. Trabajan por dinero y su especialidad es el sexo, vestir provocadoramente para excitar e incitar. No sé de qué se quejan si alguien las mira, fantasea sobre ellas y les llega con insinuaciones sexuales y las quiere examinar o probar. Nadie alquilaría sus servicios si no le gusta lo que ve y siente. Pero quejarse de ser tratadas como putas y luego ir pregonándolo orgullosas en acto público y haciéndose las ofendidas, me parece incongruente.

Por otro lado, enfrentar la falsa doctrina de la homosexualidad como algo benigno es necesario. Es obvio que la condición homosexual es una variante anormal de la sexualidad humana y sus promotores tienen un total desprecio por la concepción cristiana de la familia y han contribuido a crear un ambiente hostil y agresiva en contra de la Iglesia Católica. Los homosexuales tienen que preguntarse si sus comportamientos, hábitos y actitudes están contribuyendo a construir en ellos una mejor autoestima o si les están debilitando como persona.

Los modales, los espectáculos deplorables y comportamientos son un lenguaje influyente en la actitud de los demás, y cosechan en la gente actitudes sarcásticas y burlón, de enojo y falta de simpatía del cual nunca se acostumbrarán. Pero esa alta exposición al sexo y a la sexualidad y la promoción de la homosexualidad en nuestra sociedad puede ser el próximo ‘calentamiento global’, porque nos acercamos a una era mecánica del sexo y porque nuestros hijos están observando y aprendiendo.

Los homosexuales y lesbianas viven en un mundo negativo y deprimente, cuando todos los demás han elegido un mundo positivo y de oportunidades. Aunque se trata del mismo mundo, ellos con sus actitudes, comportamientos y vicios han atraído la infelicidad.

Nosotros somos los arquitectos de nuestro propio destino y circunstancias. Nosotros mismos nos encargamos de construirnos o destruirnos. Los homosexuales se darán cuenta de que están donde están por decisión propia.

PLANIFICADOR JUBILADO.

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