• 05/03/2013 01:00

Los drones de la política panameña (II)

En la página del Ministerio de Seguridad Pública se puede estudiar el informe de rendición de cuentas y el presupuesto general de la Ins...

En la página del Ministerio de Seguridad Pública se puede estudiar el informe de rendición de cuentas y el presupuesto general de la Institución. Como se preveía, el sitio ha sido visitado tan solo por 60 interesados en conocer la gestión, avances y proyección de la estrategia de la seguridad nacional. Pero a la hora de tirar líneas aparecen decenas, cuando no cientos, de ‘expertos’, de manual y libritos, más atraídos por la autocomplacencia que por aportar seriamente a un tema que atañe a toda la sociedad y de la cual depende la existencia misma del Estado panameño. El síndrome de las barras y las estrellas.

El Ministerio de Seguridad Pública se estrena en setiembre de 2010, como un hecho inédito en el manejo de la estrategia de Seguridad Nacional. Treinta meses después muestra resultados muy alentadores en el campo de su misión, cual es la de ‘determinar sus políticas de seguridad y planificar, coordinar, controlar y apoyar el esfuerzo de los estamentos que integran este Ministerio’. Todo ello para cumplir, lo mejor posible, las funciones de ‘mantener y defender la soberanía nacional, velar por la seguridad, la tranquilidad y el orden público en el país, así como proteger la vida, honra y bienes de sus nacionales y de los extranjeros que estén bajo su jurisdicción’.

Como complemento al plan estratégico, en dos años y medio se han realizado 210 encuentros con la base del poder popular para coordinar las acciones de seguridad. Se han ejecutado 113 proyectos, con el fin de crear instalaciones en regiones anteriormente desprotegidas del país, rescatar la soberanía en parte de su territorio antiguamente en manos de grupos armados —que para el 2009 implicaba el control sobre el 26% de la provincia de Darién— y blindar, en lo permitido, el territorio frente a las acciones del narcotráfico.

Reza el dicho que la práctica es el mejor criterio de la verdad. En la encuesta de febrero, Neira, al evaluar la gestión de la seguridad en el país, recoge la opinión favorable de más del 75% de la población. No menos cierto es, que, un alto porcentaje de la ciudadanía se declara insegura. ¡Horror! Los ‘expertos’ saltan sobre los estamentos para ‘certificar’ que algo malo está sucediendo. Según ellos, es un tema de incapacidad. O sea, la inseguridad parte de la incapacidad de los mandos superiores de la seguridad pública y la carencia de una estrategia.

El tema de la seguridad ha sido manipulado políticamente con fines perversos, ocultando el origen real del problema, que no nace en estos últimos tres años, ni es responsabilidad única de los estamentos policíacos. A la luz de la tolerancia y la complacencia, el crimen ha crecido hasta insertarse finalmente en el seno de toda la sociedad. Contenerlo de forma oportuna, involucra una gran voluntad política, muchos riesgos en la popularidad, grandes inversiones y una verdadera reingeniería en el pensamiento de toda la sociedad.

La inseguridad ciudadana es una percepción de peligro. Ella proyecta el temor sobre la violencia propia del delito y la vulnerabilidad personal. La construcción de ese miedo lo produce el riesgo de ser víctima. Pero también es producto del sensacionalismo de los medios de comunicación. De la debilidad de los procesos penales. Pero la más grave es la violencia social, la que se vive en la política, en lo laboral, en la discriminación, en las escuelas, en el propio tránsito urbano, en el seno de la familia. Una inseguridad que también proyecta los grandes cambios culturales que está imponiendo el crecimiento y la nueva sociedad de consumo, sobre todo en las juventudes. La inseguridad es hija de la voracidad del mercado.

Continuaremos.

ANALISTA POLÍTICO.

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