• 24/09/2013 02:00

Problemas en nuestra democracia

V eintitrés años después de reiniciada la democracia en nuestra país, las señales son inequívocas de sus deficiencias, deficiencias que ...

V eintitrés años después de reiniciada la democracia en nuestra país, las señales son inequívocas de sus deficiencias, deficiencias que lentamente nos han llevado a la falta de institucionalidad y la cada vez más centralizada del poder en la Presidencia de la República. Recordemos que de 1972 a 1983 rigió la Constitución de 1972, constitución aprobada por el gobierno militar y que se alejaba de la democracia a que aspirábamos.

Ligeras reformas antes de 1983 no restaron la concentración de poder que compartían las Fuerzas de Defensa y el gobierno civil. En 1983, muerto Torrijos y con el general Paredes al frente de la institución castrense, se dio una nueva revisión, donde participaron varios constitucionalistas de renombre, incluyendo a quien sería presidente Guillermo Endara.

Muchos escribieron que la reforma le restaba el sentido militarista a la Constitución de 1972 y se recobraba la democracia anhelada por todos. Quizás por esa convicción, al darse la caída del gobierno militar en 1989 y ascender al poder Endara no vio la necesidad ni de derogar ni de modificar la Constitución, solo buscaron prohibir el ejército en el país. Pero la constitución con el germen del totalitarismo continuó. Con esa constitución se mantienen elementos que hacen poco posible la verdadera democracia, dependiendo de la convicción del presidente en cuanto a respetar las reglas para garantizarla.

Primero está la posibilidad de que un presidente, designando los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, llegue a tener mayoría en la Corte y manipule fallos y la propia justicia. De igual manera, el presidente tiene formas de lograr que la Asamblea designe un contralor general sumiso al Ejecutivo, perdiendo la Asamblea fuerza en su rol de balance y control en la supervisión de gasto público. Con un sistema donde la Asamblea por simple mayoría aprueba las designaciones del Ejecutivo, el procurador general es fácilmente afín al presidente. Y con un presupuesto de la Asamblea que no incluye las partidas circuitales, sino que estas dependen del Ejecutivo, los propios diputados son fácil tentación para cambiarse al partido en el poder. En definitiva, la Constitución permite que un presidente, con habilidad y manejo, quede controlando los tres órganos del Estado.

El problema está en que para hacer los cambios necesarios y restarle control al Ejecutivo, se requiere un presidente dispuesto a sacrificar sus poderes actuales y una Asamblea Nacional de Diputados con voluntad nacionalista y no partidista. Los diputados, después de las experiencias vividas, y especialmente en este último gobierno, donde los diputados ‘amigos’ manejaron hasta dos millones en partidas por año, dudo que tengan interés en restarle fuerzas al Ejecutivo.

Poco a poco llegaremos a la conclusión de que tendremos que tomar el camino de una constituyente forzada por el pueblo para corregir los errores de la actual.

Adicional a los actuales problemas tenemos también la falta de transparencia de los gobiernos, algo que al final queda en manos de la voluntad del gobernante de turno, pero que, no creyendo en ella, da paso a todas las especulaciones de corrupción que puedan surgir en su administración. Se requiere un control severo de la transparencia, al extremo de que si un gobierno no la practica ni permite debe poder ser juzgado y derrocado. Solo un buen sistema de transparencia podría aliviar la excesiva corrupción que ha plagado los gobiernos en la nueva democracia. Para tener un país que realmente practique la democracia se requiere un contralor independiente del Ejecutivo, un procurador independiente del Ejecutivo y jueces y magistrados realmente independientes.

Hoy, no vemos ningún partido y mucho menos candidato dispuesto a comprometerse a ese tipo de nombramiento, quizás el último en hacer ese esfuerzo fue el propio Endara con Carles de contralor y Cruz procurador, con una Corte partiendo de 0, que al final cayó por las presiones de las propias firmas de abogado, mientras el procurador tampoco cumplió su tiempo al verse presionado por partidos del gobierno. Esa frustración afectó al propio presidente, que se vio precisado en un momento a romper su alianza con el Partido Demócrata Cristiano y terminar su mandato sin control de la Asamblea.

Hoy me entristece ver cómo los candidatos se centran en problemas de las comunidades, costo de vida, seguridad, falta de agua, transporte, pero ninguno habla de los problemas de la falta de institucionalidad, la falta de transparencia, los peligros que corre nuestra democracia. Cierto que al pueblo estos peligros no parecen afectarles frente a su decisión electoral, pero un verdadero estadista debería incluir en su propuesta como salvaguardar estos valores y asegurarse que la democracia sea genuina y garantice los derechos de todos.

Panamá tiene grandes constitucionalistas, pero el sentimiento de frustración es mayor que el deseo de resolver el problema. Lo entiendo, por meses trabajaron decenas de expertos en una posible revisión constitucional y al final, con un excelente documento para debatir en la Asamblea, el gobierno optó por no presentarlo y dejar las cosas como están. Quizás a algún candidato se le ocurra anunciar que retomará el documento presentado por la Comisión Revisora y presentarlo a la nueva asamblea para su discusión, como también presentar las reformas electorales presentadas y nunca discutidas en la actual asamblea.

Para gobernar no hace falta solo atender las necesidades del pueblo, hay que fortalecer la democracia y dejar los controles para evitar la corrupción, así como el autoritarismo. Quizás por la época de los militares todavía muchos, en el fondo, creen en él.

INGENIERO INDUSTRIAL Y ANALISTA POLÍTICO.

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