El viernes el mundo occidental amaneció con un vídeo donde un representante del comité seleccionador del Premio Nobel por la Paz, le anunciaba a la dirigente venezolana, María Corina Machado, que había sido escogida para recibir el más alto galardón con el cual se distingue a una persona que cumple con los requisitos básicos que el propio Alfred Nobel legó en su testamento.

Estos reflejaban acciones como “ha cohesionado a la oposición de su país, nunca ha flaqueado en su resistencia a la militarización de la sociedad venezolana y ha apoyado firmemente una transición pacífica a la democracia”. Estos puntos fueron la base sobre la que se basaron quienes seleccionaron a la dirigente de la oposición de la nación cuna de Bolívar, por sobre otros candidatos que habían sido nominados.

Ella se ha ido ganando su puesto como la más influyente, decidida, humilde y franca dirigente que ha tenido Venezuela en los últimos años. Confrontó al propio Hugo Chávez en la Asamblea Nacional, lo cual eventualmente le ganó ser despojada de su investidura como diputada, pero ni eso fue cortapisas para que continuara en su recorrido por todo el país hacia el posicionamiento como la lideresa de la oposición. Quizás la única persona que ha ocupado ese puesto y sigue en esa bella nación suramericana, aunque por razones obvias, sigue activa, pero en la clandestinidad.

Ella, a pesar de que eran alrededor de las 5 de la madrugada cuando fue despertada por la llamada desde Oslo, sus primeras reacciones fueron de incredulidad, tan pronto se le comunicó la hasta ese momento increíble noticia y solo atinó a responder que agradecía la distinción pero que, en realidad era un reconocimiento a todo el pueblo venezolano. La noticia corrió como lumbre en un polvorín por toda Venezuela y en muchos países alrededor del mundo, que la reconocen como un ejemplo vivo a ser seguido.

Varios de lo que vimos y oímos el vídeo compartido por el propio comité seleccionador, no pudimos contener nuestra emoción y sentimientos por esta gran noticia para todo el continente. Nos identificamos plenamente, pues vivimos la dictadura militar y sufrimos esos años de represión, cuando las huestes de MAN abusaban de un pueblo que no hacía mas de reclamar justicia, democracia y libertad.

Hoy, los venezolanos reciben una nueva dosis de esperanza y ánimo para seguir luchando contra un régimen, (porque gobierno no son), que se mantiene en el poder gracias a los abusos que se promueven desde las fuerzas armadas, lideradas por una partida de cobardes, que seguramente no se atreverían a enfrentarse a un rival en igualdad de condiciones.

Hoy, nos solidarizamos no solo con María Corina, sino con todo el pueblo venezolano que la respalda y que busca la libertad. Ojalá aprendan la lección y pongan a su país por encima de los intereses personales, como a veces pareciera que fue lo que sucedió en Panamá.

Ojalá no sea la corrupción, el juega vivo y el “mientras no me descubran es legal”, que junto a la falta de valores nos sigue manteniendo con las precariedades y la falta de visión que a veces nos frustra. Siento que la hora de Venezuela esta hoy más cerca que lo que estaba el jueves por la noche. Ojalá prevalezca ese ejemplo de humildad que ha caracterizado a esa ingeniera y madre de familia que hoy es reconocida y elevada al más alto podio, como promotora de la paz a nivel mundial, siempre promoviendo la no violencia, tal y como lo hicieron en su momento esos grandes líderes como lo fueron Mahatma Gandhi y Martin Luther King, pacifistas por excelencia.

Ahora le toca al pueblo, pero a ese pueblo tan mentado y que muchos olvidan al llegar al poder. A un pueblo que merece igualdad de oportunidades y a ser tratado con la dignidad que se merece. Ese mismo pueblo al que Vicente Salías le escribiera con música de José Landaeta, donde describe la lucha por la libertad y la unión del pueblo contra la opresión:

Gritemos con brío:

¡muera la opresión!

Compatriotas fieles,

La fuerza es la unión

Y desde el Empíreo

el Supremo Autor

Un sublime aliento

al pueblo infundió.

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