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- 22/05/2015 02:01
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Son pocas las remakes que salen airosas de los estudios de Hollywood, y aún menos las que demuestran que el motivo de la revisión resultó ser artístico antes que comercial, como la semana pasada lo hizo George Miller con Mad Max o hace unos años Michael Haneke con Horas de terror .
La historia de Poltergeist: juegos diabólicos es la misma que la de su original de 1982, aunque con algunas variaciones. Esta vez, lejos de ser un exitoso agente inmobiliario, Eric Bowen (Sam Rockwell) debe mudarse con su familia a una modesta casa de Cuesta Verde por haber perdido su trabajo.
De esa forma comienza esta versión dirigida por Gil Kenan ( Monster House ) y producida por Sam Reimi ( Spider-Man, Evil Dead ). Y, al igual que en la anterior, serán los más pequeños los primeros en experimentar los fenómenos de esta nueva casa embrujada.
La pequeña Maddy (Kennedi Clements) encontrará a sus amigos ‘imaginarios' en el closet y Griffin (Kyle Catlett), el hijo del medio, se divertirá con los efectos estáticos sobrenaturales. La despreocupada hermana mayor (Saxon Sharbino) y la madre (Rosemarie DeWitt), al menos al principio, permanecerán inconscientes de los horrores que le esperan.
Pero todo sucede muy rápido y casi sin preámbulos. En una reunión con amigos, los padres descubren que la casa en realidad fue construida sobre un viejo cementerio del cual no se removieron los cadáveres y, cuando están de vuelta, descubren que su hija menor está atrapada en otra dimensión junto fuerzas poderosas y espíritus.
Toda la familia sabe que no soltarán a Maddy fácilmente y es en ese momento, cuando aceptan esa realidad, que la nueva versión comienza a entretener (o aterrorizar).
Lo primero que surge es el problema de llamar a la policía y ser acusados por la desaparición: ¿cómo explicar que fuerzas paranormales se llevaron a tu hija y que ahora está dentro del televisor?
Por eso deciden contactarse antes que nada con expertos en este tipo de fenómenos. Y quienes todavía no estaban al tanto, descubren el significado de la palabra poltergeist, que se trata justamente de un fenómeno paranormal inexplicable para la ciencia, probablemente relacionado con fantasmas, personas muertas, ruidos extraños y movimientos de objetos. Es decir, todo lo que pasa en la casa de los Bowen.
Los personajes de la Dra. Brooke Powell (Jane Adams), jefa del departamento de parapsicología de la Universidad de Illinois, y Carrigan Burke (Jarred Harris), un famoso cazador de fantasmas de la televisión, que son quienes finalmente llegan para rescatar a Maddy, se convierten en lo mejor de la película.
También era interesante la vidente Tangina de la versión original, pero en esta ocasión son ellos los que dan credibilidad al film y generan empatía con el espectador.
Aún cuando funciona, sin embargo, esta nueva Poltergeist no aporta nada nuevo al género ni hace cambios en la historia que realmente la transformen en algo distinto que valga la pena. Es cierto que la anterior ya quedó desactualizada en cuanto al miedo y que esta, con su buen logrado 3D, logra asustar en varias escenas. Pero eso no alcanza para colocarla al nivel de su predecesora.
La dificultad de hacer remakes de terror es siempre más difícil que con otro tipo de historias. Hoy se necesita más sorpresa, más realismo, más situaciones límite, más tensión que en los laxos ochentas de casas encantadas y espíritus.
Sólo con cambiar detalles del guión original –realizado por Steven Spielberg- y convertir la crítica central sobre el sueño americano en una al deterioro económico de estos años no alcanza. También se necesita magia. Y esta nueva Poltergeist la tiene sólo de manera intermitente.