'La mejor manera de comunicarme es con la flauta'

Actualizado
  • 17/05/2020 00:00
Creado
  • 17/05/2020 00:00
La flautista panameña Anggie Obin se abre paso en España. En su carrera, que apenas empieza, ya ha compartido escenario con grandes músicos. Habla de sus logros y muchos planes futuros
'La mejor manera de comunicarme es con la flauta'

El mundo de la música es complejo y sobre todo, muy competitivo. Contar logros no es sencillo, pero cuando se alcanzan, la satisfacción es enorme. Eso lo puede asegurar la panameña Anggie Obin, desde Barcelona, ciudad donde reside y desarrolla su carrera como flautista.

Hoy, aunque los escenarios están cerrados al público, los músicos siguen trabajando en otras facetas de su profesión, y también pensando un poco en el camino andado y en lo que falta por recorrer.

A su mente llega un recuerdo claro de un ensemble que todos los sábados llenaba de música la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe. Y entre todos los músicos, el flautista Osmand Charpentier llamaba su atención “Me daba mucha curiosidad cómo hacía él para tocar; todos seguían una partitura, pero él no, tocaba como del corazón... eso era algo que no había visto”, comenta.

Su interés musical fue acrecentándose con instrumentos musicales obsequiados por su familia y la asistencia a festivales musicales.

En la escuela, la flauta dulce utilizada en la primaria abrió camino para que un par de años después seleccionara la flauta traversa como instrumento en la banda escolar.

“El maestro de música, director de la banda, me dijo 'creo que deberías audicionar para el conservatorio y estudiar música'; aunque no tenía idea de qué quería decir con eso, le hice caso”, recuerda.

Ese paso le hizo tomar la música con más seriedad. “Conoces gente interesante, que aporta ideas y conocimiento, y te marca un camino. Lo demás, es historia”, dice.

'La mejor manera de comunicarme es con la flauta'

Una historia que no fue tan sencilla de completar, porque una cosa es estudiar música, pero otra muy distinta, dedicarse a ella como una profesión. “No es fácil, menos si tienes una familia que no está ligada al mundo de la música y no está consciente de cómo funciona”, admite.

“Lo mejor es que estudies una carrera y tengas la música como un hobby”, le dijeron. Temían por un futuro no tan estructurado, inestable. Le tocaría convencerlos, demostrar que realmente ese era su camino. “Y aunque yo le ponía mucho empeño, eso no era suficiente. Aunque yo probara todo lo que podía hacer, y dijera esto es lo que yo quiero, este es mi mundo, esto es lo que yo necesito y quiero vivir, no era suficiente”, relata. Pero se fueron dando algunas cosas que allanarían el camino.

Una tarde en la Fundación Danilo Pérez, un visitante la escuchó tocar. El estadounidense se vio sorprendido por el nivel de la flautista, que en ese momento tenía 16 años de edad. “Gracias a él tuve la oportunidad de presentarme en el Landmark Civic Opera House de Chicago. Más adelante, a través de las audiciones durante el Panamá Jazz Festival, Anggie ganó una beca para cinco meses en el Berklee College of Music en Boston. “Fue súper difícil porque mi familia me decía, no, es tu último año en la escuela, cómo vas a hacer eso, vas a dejar la escuela para un verano de música...”, la maquinaria de convencimiento incluyó a los profesores de Anggie, pero ya su familia se daba cuenta de que estas oportunidades no eran más que un reconocimiento a su trabajo y su talento.

“Ya mi familia se fue dando cuenta de que sí tenía un camino en la música, que no estaba sonámbula ni perdida, sino que había algo. Al final se dio. Al ver que se abrían puertas, mi familia me dijo 'decide lo que quieres hacer, si se te está dando esta oportunidad deberías aprovecharla'. Y fui, y estando allí gané la beca completa para estudiar los cuatro años de la carrera. Había ganado una beca para estudiar, ellos no tenían que preocuparse por pagar una carrera muy costosa que no estaba a su alcance.

“Hay que agradecer a Danilo Pérez, porque con las instituciones que ha traído a Panamá es que se han podido dar esas oportunidades. Si no, no hubiéramos sabido siquiera que podíamos optar por una beca, que tu trabajo, ese esfuerzo, es merecedor de algo y que puedes estudiar afuera”.

Berklee, la Meca

Ir a Berklee es como ir a la Meca, le digo a Anggie. Me responde con risa y afirma, “Sí. Y es como una gran burbuja: encuentras gente de todo el mundo, hasta de países de los que no había escuchado... vives diferentes culturas, lenguajes, géneros musicales... es una universidad muy grande que te brinda la opción de conocer mucho y de conectar con gente de todas partes”. Esto, para ella, es probablemente lo más importante. “Cuando te gradúas, no solo conoces gente de Estados Unidos, sino también de Sudáfrica, Argentina, Kuwait, Holanda, España... y la verdad es que para un músico es importante tener conexiones. Ellos son los que te van a dar a conocer y a recomendarte”, destaca. De allí surge una buena cantidad de oportunidades y propuestas, todas bienvenidas. “Porque no es un mundo fácil, no tienes nada seguro, hay muchas trabas, tú mismo tienes que desarrollarte en muchos campos, ser compositor, arreglista, no solo tocar un instrumento; hay mucho más. Tienes que ser tu propio mánager, hasta que llega un punto en que logras la facilidad económica, o si se te brindan oportunidades de trabajar con personas reconocidas y te haces un nombre. Pero igual, la persona que logró ese nombre gigante, también ha tenido que venir desde muy abajo, comenzar desde muy pequeño y no es nada fácil, más si tienes que ir fuera de tu país.

En ese proceso, Anggie agradece el apoyo de personas que se han convertido en un referente: Carlos Garnett, “un profesor un guía, un máster que me enseñó muchas cosas importantes y me preparó para ir a Berklee. Y también me ayudó a establecerme en Nueva York porque tiene muchos contactos. Él llamaba y decía: 'Anggie está en Estados Unidos' y eso me hizo conocer mucha gente”, asegura.

A Danilo Pérez, quien se ha dedicado a impulsar los nuevos talentos panameños en el jazz. “Allí también, conocí a Javier Limón productor de figuras como Paco de Lucía y Alejandro Sanz. “Él también me ha ayudado a conocer harta gente y tocar con gente muy importante”, cuenta.

De hecho, de la mano de Limón, Anggie decidió probar suerte en Barcelona, una plaza movida y económicamente más ventajosa que Nueva York. Además, “en España está el flamenco que me causa mucha curiosidad, tenía ganas de ir desde hace algún tiempo”. Y con Limón, ha tenido la oportunidad de presentarse en conciertos con la Mala Rodríguez y con Piraña Suárez, percusionista de Paco de Lucía, Bebo Valdés y Cigala.

Tiempos de pandemia

Uno de los músicos con los que había estado compartiendo en Nueva York es el bajista Santi Debriano. “Estuve tocando con él allá y habíamos organizado un tour en Europa, pero con esto del virus, hemos tenido que posponerlo para el año que viene”, informa. “Íbamos a hacer un tour con una banda, con composiciones mías y también de él. La idea era grabar en un estudio con esta banda que se iba a formar en Europa y hacer los conciertos, pero bueno, tendremos que esperar”.

Pero el tiempo de cuarentena no ha sido tiempo perdido. “Lo que estoy haciendo es trabajar mi música, mi proyecto, porque quiero grabar así que en esas estoy: trabajando en mi música, componiendo, y este tiempo me ha dado la posibilidad de aislarme un poco y sentarme a pensar en lo que quiero trabajar, en qué me quiero enfocar, hacia dónde quiero ir, saber cuál es mi sonido, mi voz, qué es lo que hace reconocerme, qué es lo que quiero que la gente escuche de mí y quién soy yo. Este tiempo lo he usado para eso, así que estoy muy agradecida”, sostiene.

Anggie reconoce como una ventaja el hecho de mantenerse independiente, porque “en la forma en que la industria de la música está trabajando, produciendo en masa, es muy difícil encontrar personas que digan 'soy exigente con esto y lo que quiero es esto, un material que tenga sentido y que me haga sentir algo'; hay mucha música, muy buena, pero no se escucha tanto porque si no produces en grandes masas no sales a la luz. Eso te obliga a ser independiente y es mucho más costoso; trabajas el doble porque tienes que hacer muchas cosas más, pero la calidad de música es muy diferente.

Para la flautista, que describe su música como energética, dinámica y curiosa, aun así vale la pena. “Es muy bonito, no te harás rica, pero tienes esa felicidad, la pasión de hacerlo porque te nace; te levantas todos los días diciendo quiero hacer esto, que la gente sienta que lo que yo produzca con el sonido de la flauta y de la banda a la gente pueda transmitirle algo y lo sienta. Porque para mí la manera más fácil de comunicarme es tocando la flauta, más que con palabras”, confiesa.

Por ello es tan importante este momento, complicado para hacer planes, pero propicio para sentarse y crear. “Estoy haciendo colaboraciones con diferentes artistas en Europa, Estados Unidos, Panamá... estamos produciendo música con el plan de sacarla. También enseño, tengo estudiantes y ofrezco clases maestras. Justamente para los estudiantes del Conservatorio en Panamá voy a ofrecer una a finales de junio”, comenta.

Y es a estos jóvenes que tienen interés en estudiar música, Anggie quiere ofrecerles un mensaje: “no piensen que no hay camino, es un mundo muy bonito, es difícil pero vale la pena arriesgarse. Si lo haces bien, si estudias y te esfuerzas, como en todo, se te retribuye. Hay oportunidades que van a aparecer y son oportunidades, experiencias muy bonitas, solo conocer gente de distintos países, culturas, géneros musicales, expresarte y ver cómo una persona puede sentir esa energía que expresas es muy bonito y vale la pena, no se rindan”, concluye.

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