• 13/05/2014 02:00

Las lecciones de Costa Rica

‘La experiencia democrática de... Panamá y Costa Rica servirá para que la democracia... se consolide’.

Por quinta ocasión asistía a la transmisión de mando en la hermana República de Costa Rica. Esta vez la ocasión no estaba vinculada a mi antigua filiación política, sino a mi vieja amistad con el presidente a juramentar el pasado 8 de mayo, el politólogo Luis Guillermo Solís Rivera, candidato que, al igual que a Juan Carlos Varela en Panamá, meses antes de la elección no se le daba ninguna posibilidad de ganar la elección. Solís, como Varela, encarnaba el cambio que la sociedad clamaba: alto a la corrupción y por el transparente manejo de los recursos públicos.

El acto de toma de posesión, como siempre se hace, fue en el Estadio Nacional, con entrada gratuita a todos los que quisieran asistir. Estaban los presidentes entrante y saliente Solís y Laura Chinchilla, quien deja muy en algo la Presidencia en manos de una mujer. El acto fue extraordinariamente sencillo y no hubo rasgo de ostentación alguna. Al final de la ceremonia el presidente Solís caminó alrededor del estadio saludando a todos los asistentes, quienes se volcaron con aplausos y vivas.

La experiencia de Costa Rica en materia electoral debiera ser imitada por todos nuestros países centroamericanos. En Nicaragua se dio una elección hace tres años, donde, en una oscura maniobra, se cambió la Constitución para que Daniel Ortega pudiera reelegirse, lo cual estaba prohibido. Recientemente el FLFM impuso en segunda vuelta al candidato oficial en El Salvador, mediante el uso desmedido de los recursos públicos, situación que pareciera no solo es de países con gobiernos izquierdistas, porque también se intentó de repetir hace algunos días en Panamá.

Motivo de orgullo para mí, que trabajé en la OEA, fue que la Misión de Observación Electoral de la organización, presidida por la socialcristiana peruana, Lourdes Flores Nano, señalase sin tapujos que en la elección panameña hubo excesivo ventajismo oficial, lo cual no ocurrió ni en El Salvador y menos en Nicaragua.

En lo único que nos parecemos a Costa Rica en esta materia es en tener una autoridad electoral independiente, factor determinante y esencial para que los votos el 4 de mayo pudieran contabilizarse rápidamente y conociendo el resultado en menos de tres horas. Todo se logró, a pesar de carecer de una Fiscalía Electoral activa, consciente de su trabajo fiscalizador. Quizás esta carencia permitió que el oficialismo se alzará con tantos diputados, producto del excesivo uso de recursos públicos a su favor y, hasta donde se reportaron, diversos casos de compra de votos, episodios todos desconocidos por la inoperante Fiscalía Electoral. A ningún candidato tico se le ocurriría ofrecerle un pavo, un jamón, una estufa u otro electrodoméstico y menos regalarle cemento, hojas de zinc a algún elector. Por eso lo repudiable del espectáculo que el gobierno dio en el recién proceso electoral.

Conversando privadamente con el presidente Solís me recordó que en una ocasión, en muestra de su intromisión en asuntos ajenos a su competencia, nuestro presidente, Ricardo Martinelli, llegó a decir públicamente que si fuera tico, votaría por Johnny Araya, el adversario de Solís y quien prácticamente se retiró de la segunda vuelta al verse apabullado en las encuestas.

La experiencia democrática de países hermanos como Panamá y Costa Rica servirá para que la democracia en esta parte del continente americano se consolide. Los propósitos de ambos presidentes coinciden en objetivos que poco a poco han ido desapareciendo de la agenda de los gobernantes: llegar al poder para servir al pueblo y no para servirse y lucrar de él.

¡Enhorabuena para Costa Rica y Panamá!

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