• 09/11/2014 01:00

La caída del Muro de Berlín

Fue parte de las fronteras interalemanas desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989

La noche del 9 de noviembre de 1989 cayó (mejor dicho, lo tumbaron, como dice Felipe González, el ex Presidente del Gobierno Español) el Muro de Berlín, que separaba la zona de esa ciudad bajo control de la República Federal Alemana (RFA), Berlín Oeste, de la capital de la República Democrática Alemana (RDA) desde 1961. Berlín Oeste era un enclave dentro de la República Democrática Alemana, lo que se vuelve un poco complicado de entender si no conocemos los antecedentes.

Al vencer los países aliados en la II Guerra Mundial, se repartieron como un pastel el territorio alemán, quedando un cuarto para los Estados Unidos, otro para Francia, el otro para el Reino Unido y el restante para la Unión Soviética. En 1949, las tres zonas occidentales se constituyeron en la República Federal Alemana, quedando el pedazo que les correspondía a los soviéticos bajo el sistema socialista. Sin embargo, Berlín, que era la capital, estaba en esta zona, y se crearon cuatro zonas supuestamente desmilitarizadas, con excepción de las fuerzas armadas de los aliados e independientes de ambos estados alemanes. Aunque la capital de la RFA se trasladó a Bonn, Berlín se asemejaba en muchos aspectos a un estado federal, con representantes en los estamentos de gobierno. Se inició desde esa fecha el período de la Guerra Fría, que tuvo una de sus cúspides con la construcción del Muro, en 1961.

La caída de esa barrera contentiva, donde se perdieron varios cientos de vidas humanas, no fue un acto inmediato sino un proceso ascendente en las protestas por parte de algunos de los países vecinos, que veían las restricciones de los alemanes orientales como una creciente amenaza. El 6 de noviembre se aprobaron medidas que relajaban esas restricciones y la noche del 9 se anunció que las puertas estaban abiertas (eran tres, la más emblemática, Checkpoint Charlie) y que, en teoría, la medida sería aplicada al día siguiente, pero la gente no se contuvo y se abocó a las calles.

Los berlineses y cualquiera que estuviera en sus alrededores se aprestaron con picos, cinceles, martillos —lo que tuvieran a mano— para echar abajo lo que se llamó el Muro de la Vergüenza y que el presidente Kennedy, en una visita que los alemanes recuerdan, señaló como «Una solución poco elegante, aunque mil veces preferible a la guerra». El virtuoso violoncelista Mstislav Rostropóvich, que se había exilado en la RFA fue al pie del muro a animar a los presentes, se repartieron millones de galones de cerveza gratis y gente que no se conocía se abrazaba jubilosa. Un artista alemán promovió la idea de conservar una parte de la muralla para contar con una galería de arte urbano, al aire libre, y hoy día se aprecian estas manifestaciones muralísticas con grafitis en varios idiomas. Pedazos del muro hay en todas partes del mundo en forma expuesta y en las tiendas alemanas de ‘souvenires’ se venden pedacitos, que seguramente son hechos en China.

Pero el 9 de noviembre es el día del destino alemán o ‘Schicksalstag’, ya que la fecha coincide con la proclamación de la República de Weimar (en 1918) al ser destronado el emperador (káiser) Guillermo II, también Rey de Prusia, ante la derrota que sufrió Alemania en la I Guerra Mundial; en 1933 ocurrió la Noche de los Cristales Rotos, que marcó el inicio del Holocausto, conducida e incitada por el régimen nazi. Esa noche murieron unos 1300 judíos y fueron destruidas sinagogas y establecimientos comerciales; y en 1989 la caída del Muro que recorría 45 kilómetros que partía la ciudad de Berlín en dos y separaba con 115 kilómetros de largo el enclave Berlín Oeste de la ciudad de Berlín, capital de la RDA.

A partir de la firma del Tratado Dos más Cuatro, que autorizó la adhesión de la RDA a la RFA y desde 1990, se celebra el 3 de octubre el día de la reunificación alemana.

*ARQUITECTA Y EX MINISTRA DE ESTADO

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