• 12/05/2015 02:00

El quinquenio dantesco de Ricardo Martinelli

El clan mafioso que mantuvo virtualmente secuestrados a los tres millones de panameños durante una era ominosa

Panamá, país pequeño con historia azarosa, deberá superar en muchos años y de forma lenta y dolorosa la abominable era (2009-2014) marcada por la vesania, perversidad, canibalización, iniquidad, sevicia y abyección impuesta por una dictadura en crecimiento, que con estrategia propia de una mafia se apoderó del aparato gubernamental del Estado y dio rienda suelta a su insaciable hambre de poder, avaricia y protervia; para lo cual creó una red de crimen organizado, institucionalizó la corrupción total y utilizó pérfidos operativos psicosociales, sometiendo a la población a sus mezquinos intereses, mediante la inducción del miedo, el chantaje, la manipulación y la prepotencia autocrática, bajo el manto protector de la total impunidad.

El clan mafioso que mantuvo virtualmente secuestrados a los tres millones de panameños durante una era ominosa, fue una cúpula civil jefaturada por el súbdito italiano Ricardo Alberto Martinelli Berrocal y custodiada por una fuerza pública bastarda, liderada inicialmente por un esbirro Gustavo Pérez, exteniente de las antiguas Fuerzas de Defensa. Este truhán Ricardo Martinelli, su cúpula y su red de adeptos serviles saquearon la economía nacional y fueron los causantes de la abominable devastación ético-moral de la nación en la que prevalecían la ley del vale todo, la ley del más fuerte o aquello de que hecha la ley, hecha la trampa.

Simulando ser demócratas, se aprovecharon de la ingenuidad, del bajo nivel cultural, de ciertas taras y atavismos seculares que padecen las mayorías nacionales, principalmente en los segmentos sociales afectados por la inopia cultural, para someterlos mediante el uso de las malas artes que manejaron con avezada habilidad, enmascarándose en un discurso falaz con ropaje de pragmatismo apolítico, modernidad, neoliberalismo y economía de libre mercado.

El pueblo panameño en su conjunto no es ajeno a este infausto episodio de su historia reciente. Impulsado por un mayoritario inconsciente colectivo de perdedor; aferrado ancestralmente a creencias irracionales y debido a la escotosis (oscurantismo mental), anomalía y sentimientos de baja autoestima, suele fantasear y jugar con el providencialismo en busca de soluciones mágicas, lo cual da pie a la creación en el imaginario colectivo, infantil e irresponsable de personajes improvisados, oportunistas y encantadores de serpientes que lo único que saben hacer bien es embaucarlo y endulzarle el oído con la música celestial de la etárea demagogia política, táctica muy bien empleada por Ricardo Martinelli y sus cuarenta ladrones.

Experiencias tan degradantes como las que lamentablemente se ha tolerado, no se deben repetir nunca más en la historia nacional. La conciencia cívica de los panameños debe tomar nota de su proclividad a la manipulación por parte de caudillos y caciques mesiánicos enquistados en la partidocracia y en los fugaces movimientos políticos. Fabricados por el ‘marketing' electoral. También debe estar alerta para no volver a caer en la tentación del seguidismo envilecedor ni dejarse embelesar por aventureros de pelaje gris, mercaderes de ilusiones, que una vez que acceden al poder suelen sufrir una metamorfosis total, transformándose en dictadores fantoches, manejados por intereses ocultos y rodeados de aduladores serviles que los inducen al autoendiosamiento y como tales, cautivos de la patología del poder.

La mentira contumaz fue una característica esencial del Martinellismo, para manipular a la población, mantener la popularidad y mejorar su imagen internacional, en su campaña presidencial del 2009, Martinelli decía ‘se podrá meter la pata, pero no la mano', ‘entran pobres y salen millonarios'. No pocos representantes del Gobierno Martinellista eran verdaderos ‘cara dura', ‘sin sangre en la cara', incapaces de sentir culpa, desconocían la dignidad, el honor, la decencia y el decoro más elemental; alimañas de mafias y artimañas. Sin duda que su ‘leitmotiv' era ‘miente, que algo queda'. Martinelli se ha escondido en Miami, llevando como equipaje en su conciencia putrefacta, el pasivo de la podredumbre de la era que el presidió, en beneficio de sí mismo y de sus esbirros, cual émulo moderno de Ali Baba y sus 40 ladrones. Lo comparo con Nerón. Monomaniaco, construyó un palacio descomunal, la ‘Domus Aurea', para lo que enajenó suelo público de Roma, confiscó fortunas y haciendas para cubrir sus procacidades.

EDUCADOR

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