• 04/09/2015 02:01

En homenaje al Dr. Belisario Porras*

Conocemos de los constantes cambios que sucedieron durante el Siglo XIX por la cabecera de la provincia de Los Santos

Conocemos de los constantes cambios que sucedieron durante el Siglo XIX por la cabecera de la provincia de Los Santos, pasando a ser en unas ocasiones la ciudad de Chitre y en otras, La Villa, dependiendo del gobernador o regente de turno del Departamento de Panamá o del Estado Soberano. No fue hasta la separación de Colombia, en 1903, y la llegada del Dr. Belisario Porras al Solio Presidencial, en 1912, que se pudo concretar el añorado sueño de los tableños de convertirse en la capital definitiva de la provincia de Los Santos, mediante la Ley 17 del 18 de enero de 1915.

En esa ocasión, al celebrar tan memorable acontecimiento en su tierra natal, el Dr. Porras, después de recordar con añoranza y cariño sus años mozos transcurridos en las calles y campos de su ‘pueblito', como lo llamaba, expresó unas palabras que vale la pena recordar para entender su sentir en esos momentos: ‘El querido pueblito ha alcanzado, con el curso natural de su adelanto, la categoría de capital de una provincia y debe asegurar, con medidas de progreso, tan deseado beneficio. El honor de ser, lo obliga a ser, por tanto debe tener en luces, en idoneidad, en ornato y en comodidades los atractivos que lo hagan superior a los demás pueblos que encabeza. Un día fue ya capital por accidente de la política partidarista, pero dejó de serlo en breve, cayó de la altura artificial que alcanzó, cuando el accidente, a manera de nube, se deshizo. Su categoría de hoy no es accidental de ningún modo. Algunos creen que se la ha discernido violentando los acontecimientos, como forjándolos; pero no es cierto; hacía años que tenía alcanzado poco a poco ese honor. El Circuito de Oriente, con un juez, un inspector de Instrucción Pública, un fiscal, un administrador de Tierras y un médico era ya la forma embrionaria de la provincia. Nada podrá arrebatársela ahora, porque éstos son, más que ambiciones momentáneas, necesidades naturales, esenciales, al organismo social, notorias, permanentes'.

La ocasión es propicia para mencionar algunos rasgos de Porras en un día como hoy, que su pueblo natal lo homenajea. Hombre de grandes visiones y realizaciones, nunca olvidó sus raíces tableñas e interioranas. Personalidad de grandes luces y sombras, como lo describen sus contemporáneos, luchador incansable de mil batallas, ya sea en el campo de batalla, venciendo a sus enemigos godos en David o Bejuco o ya sea llorando a los compañeros caídos, por la terquedad del general colombiano, en el Puente de Calidonia. Fue un demócrata y un moralista que luchó por construir un país decente, donde la virtud, la justicia y el respeto de la Ley predominaran sobre el mal, el juegavivo y el abuso del poder; sin temor a equivocarnos, fue el primer presidente electo de raíces populares y ciertamente el primer interiorano.

Se opuso inicialmente a la independencia del istmo por considerarlo una ‘venta' de nuestra soberanía a los norteamericanos, como manifestó en su memorable escrito publicado a escasos meses de la separación de Colombia, acto que le costó la pérdida de la nacionalidad y una vez más el exilio, pero Belisario saca fuerzas de los golpes y, una vez recuperada la misma, regresa triunfante en 1907 a su patria, para convertirse rápidamente en la fuerza unificadora del partido Liberal, destinado a construir la República que nacía incipiente de las cenizas de la Guerra de los Mil Días y la firma de los Tratados Hay-Bunau-Varilla.

Después de una intensa campaña electoral, es elegido por primera vez, en forma amplia, como presidente constitucional de la República en 1912. En esa ocasión, Porras plantea el fortalecimiento del orden administrativo y fiscal, la mejora de los servicios públicos y, en especial, de la Justicia que, como ahora, estaba muy debilitada. Asimismo propone la austeridad en la gestión pública, necesaria ante la próxima terminación de la construcción del canal y la bonanza que esta había traído.

Propone desarrollar la agricultura como fuente de riqueza y prosperidad en el interior empobrecido, la educación como pilar fundamental para el desarrollo humano y la formación de mejores ciudadanos y, finalmente, el compromiso solemne de no permitir que las presiones políticas y económicas influenciaran su gestión a favor de otros intereses que no fueran los de las grandes mayorías.

Porras gobernó siempre para los más, no para los menos. Durante su Administración no hubo camarillas ni improvisación de personajes ni él amasó fortuna ni permitió que hubiera enriquecimiento ilícito de funcionarios. Su preocupación continua fue el bienestar y la felicidad de los humildes, del abandonado, del desvalido. Sabía que la fuerza de los pueblos viene de abajo para arriba, no de arriba para abajo. Creía en el mérito personal y no en los pergaminos ni los parentescos. Estaba convencido de que su misión era servir, y sus obras demuestran que siempre concibió con una visión de largo plazo en beneficio de las grandes mayorías.

Esta filosofía de Gobierno nos deja muchas lecciones para la realidad política de hoy, donde hemos visto cómo se ha devastado el erario y destruido la imagen de los políticos y los funcionarios, ante la mirada incrédula de la población, que ya no sabe en quién creer.

¿Qué más podemos decir de su personalidad y sus logros ya conocidos y mencionados, como el Hospital Santo Tomas, la Exposición, la Av. Balboa y la plaza de Francia, el ferrocarril de Chiriquí, las escuelas y carreteras nacionales, los códigos nacionales, el Registro Civil, el Registro Público, los Archivos Nacionales, la Lotería y el Instituto Gorgas?

Lo más importante que nos dejó Porras son esas ganas de vivir y luchar, a pesar de los contratiempos. Nos dejó a todos esa marca imborrable de trabajar por el bien y el progreso de este país, honestamente, sin temores a los enemigos o contratiempos que pudieran surgir con la confianza del optimista y vencedor nato que, aún en sus últimos momentos, el destino le sonríe y lo ayuda a reiterar su vocación de visionario imperecedero, al no encontrar una cama donde morir en el hospital que había construido para su amigo Toto, símbolo del pueblo panameño, aquel elefante blanco que, a 20 años de su construcción tan criticada, ya no tenía capacidad para acoger a su creador.

Por ello, de él se han dicho y se seguirán diciendo muchas cosas y todos tenemos el deber de seguir su huella, como nos dijo en una ocasión: ‘Yo he cumplido con mi lote, seguid ahora vosotros adelante y completad mi obra, para preservar la República y tener una patria digna'.

ECONOMISTA

*PALABRAS PRONUNCIADAS, A NOMBRE DE LA FUNDACIÓN BELISARIO PORRAS Y FAMILIA, EN EL HOMENAJE AL DR. PORRAS, REALIZADO EN LAS TABLAS, EL 13 DE AGOSTO DE 2015, POR EL COLEGIO MANUEL MARÍA TEJADA ROCA, EN OCASIÓN DEL CENTENARIO DE LA DESIGNACIÓN DE ESA CIUDAD COMO CABECERA DE LA PROVINCIA DE LOS SANTOS.

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Lo más importante que nos dejó Porras son esas ganas de vivir y luchar... esa marca imborrable de trabajar por el bien y el progreso de este país, honestamente...'

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