• 13/02/2017 01:00

Institucionalidad, transparencia y democracia

El caso Odebrecht le ha cerrado espacio de manipulación al Gobierno, que se ve precisado a atenderlo sin sesgo ni sectarismo 

Si algo tenemos los panameños es la capacidad de apropiarnos de conceptos, los cuales sirven como elementos del discurso que se expresa para envío de mensajes principalmente políticos. Desde luego, esos conceptos, como en el caso de ‘institucionalidad, transparencia y democracia', vienen a conformar una tríada que para el portador del discurso es indisoluble.

El primer envión es el de la institucionalidad, concebida muy estrechamente como el factor vinculado al ejercicio del poder político, sin entender que ello hace alusión a todo lo que es y lo que permite el desarrollo de tareas sociales, políticas, culturales y económicas óptimas para beneficio social y no particular.

Pero esa institucionalidad puesta permanentemente en boca de farsantes, quieren apoyarla con la cacareada transparencia, que siempre ausente es traída como condimento al discurso engañador. Las instituciones no pueden funcionar, y hablemos por ejemplo de los poderes Legislativo, Judicial y Ejecutivo y de todo lo que hace posible el desarrollo de la gestión pública, si no se está más allá de toda duda.

Precisamente quienes tienen la función primaria de preservar la llamada institucionalidad con transparencia, puesto que tienen los resortes de los poderes políticos y económicos parecieran actuar contrariamente a esto, pero favorablemente a sus intereses que, puestos al escrutinio público, pudieran no soportar la más mínima investigación.

Y entonces sobre la base de la ‘institucionalidad' y de la ‘transparencia', dicen se hace y fortalece la ‘democracia', hecha a la medida de sus tamaños y de sus pensamientos, porque hay otra institucionalidad, transparencia y democracia para los de abajo.

Las declaraciones públicas de Ramón Fonseca Mora no pueden ser tomadas a la ligera y menos argumentar legalismos para obnubilar el ‘posible mar de fondo'. Nadie duda de las vías constitucionales para juzgar al primer mandatario del Estado panameño. La discusión profunda, por un lado, está en la parte ética y hasta moral de quien representa al país, que hoy está siendo afectada por los pronunciamientos de una persona íntimamente allegada al poder. De pronto diría alguien que Fonseca Mora, puede ‘hablar del monstruo porque ha vivido en sus entrañas', pensamiento propio del autor cubano José Martí.

En un país mínimamente serio ya estaría en marcha una investigación que debe ser prolija porque los duros señalamientos del escritor Fonseca Mora alcanzan a todos los poderes del Estado y de manera principal al Ejecutivo y al Judicial, este último responsable de la sagrada misión de tratar con la justicia, que no puede darse el lujo de caer en el terreno de la incertidumbre.

Pretender pensar que se puede jugar con la institucionalidad, sin transparencia con afectación a la democracia, es un error gravísimo que puede costar mucho a la sociedad nacional. He venido señalando que entramos en un camino peligroso lleno de espinas, sin posibles retornos, y con pasos cada vez más acelerados.

El caso Odebrecht le ha cerrado espacio de manipulación al Gobierno, que se ve precisado a atenderlo sin sesgo ni sectarismo, porque la realidad que es más rica que la forma de pensarla, lleva a percibir a la gente otra cosa y esto también es grave.

DOCENTE UNIVERSITARIO.

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