• 30/06/2017 02:01

El egoísmo, base moral de la traición social

Así, todos controlaremos lo que nos quiere surgir sin permiso y estimularemos los rasgos sociales y altruistas aprendidos.

No pretendo en este artículo hacer una admonición como si fuera un sacerdote, pero indudablemente ante tantos casos de ciudadanos de este país y el mundo que extravían sus pasos no por descuido sino en la búsqueda del bien material a toda costa, de sus congéneres y a costa de sí mismos, cabe una reflexión: ¿Qué hace que un humano nacido inocente se transforme en un ser delincuencial? Indudablemente si usamos un razonamiento materialista pedestre diremos que los estímulos perversos grupales y sociales cautivan a los militantes en ciernes del mal; sin embargo, más allá del perverso influjo ambiental ¿qué hace que unos resistan y otros sean inducidos?

En teoría, todo niño recién nacido inaugura su vida social con inocencia. Pero de repente observamos que de dos niños pegados a los pechos maternos, cada uno por su lado, uno de ellos no se sacia y pretende pasar a servirse del pecho que le corresponde al otro. Podemos constatar que el egoísmo es un rasgo vital y atávico que nos viene desde la primitiva animalidad que tuvimos que atravesar a través de miles de años en nuestra evolución biológica. Solo la experiencia social hace surgir el altruismo como rasgo típicamente humano y no animal; sin embargo, no por decirlo o escribirlo es fácilmente aceptable. Recuerdo que allá por el año 94 o 95 (qué importancia tiene la precisión en este caso) el mandatario de entonces —un economista— reprochó a un asistente a una reunión de presentación colectiva en el Minsa de los problemas y tendencias para resolverlas. El reprochado, un médico internista (Q. E. P. D.), había hecho una intervención contra unos intereses egoístas; el mandatario lo interrumpió y clausuró la intervención del internista diciendo ‘no se equivoquen, el egoísmo es un rasgo positivo de la civilización, Adam Smith lo señaló con énfasis en su libro La riqueza de las naciones, cuando dijo que es el egoísmo y el interés de lucro del panadero el que lo motiva a hacer buen pan'. Hasta ahí llegó la discusión.

Bueno, he transcrito todo esto para reafirmarme en que nada de lo dicho por el personaje de marras era cierto sino falacias del capitalismo. Pero el impulso atávico existe en cuanto dependemos de rasgos de la animalidad que nos son recurrentes. La inicial represión materna para aconductar al egoísta incipiente es un componente ético que debe perpetuar la familia, la escuela y la sociedad. Así, todos controlaremos lo que nos quiere surgir sin permiso y estimularemos los rasgos sociales y altruistas aprendidos.

Cuando las turbas de las calles venezolanas salen a las calles estimuladas por los egoístas que fueron poder otrora, ellos —los adocenados guarimberos y los estudiantes confusos y confesos de egoísmo— nos hacen recordar la letra del himno venezolano cuando dice que al nombre de la libertad ‘tembló de pavor el vil egoísmo que otra vez triunfó'.

Entendemos que son gentes que fueron enseñadas a no compartir riesgos ni oportunidades porque la sociedad las enseñó a ver solo por sí y para sí. No hay altruismo ni deseos de sacrificio en aras de otras gentes ni paciencia para esperar nuevos tiempos, ergo no tienen salvación. Y así los vemos por las calles de nuestro Panamá expresando la tragedia de haber sido captados por otros egoístas, pero más ricos que ellos... Gente que, por estar capacitada, pudo tener otra inserción social y la vemos en nuestras calles peleando ahora por el pienso diario en una condición que no tenían en su país de origen. Cuán lejos puede llevar el egoísmo incontrolado hacia la migración desesperada.

MÉDICO

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