• 12/12/2017 01:02

¿Por qué será que nos incluyen en listas negras?

Ahora el problema exterior que tenemos es la inclusión de Panamá en una nueva lista negra de paraísos fiscales

Nuestra política exterior siempre ha sido reactiva. Decimos que somos independientes, pero esperamos ‘sugerencias' que los norteamericanos nos hacen. Así fue con Venezuela, donde apoyamos hasta no más decir el absurdo ‘diálogo' con Maduro, mientras mataban a decenas de venezolanos que clamaban por libertad y democracia. Hasta en la OEA le dimos la espalda a las ansias libertarias de ese pueblo. No fue hasta que el Coloso del Norte tiró la línea, que de la noche a la mañana Panamá se alineó con otra veintena de países para afrontar seriamente la crisis de ese país hermano. El 16 de octubre pasado, al día siguiente de la elección de la inconstitucional Asamblea Nacional Constituyente de Maduro, el presidente Varela felicitó a los venezolanos por haber tenido una ‘elección pacífica'. Al día siguiente, nuestra canciller y vicepresidente firmó un comunicado del Grupo de Lima rechazando esa elección y condenado el fraude que se había hecho. Incongruencias de una política exterior que nadie puede entender: un presidente dice una cosa un día y una canciller lo desdice al día siguiente.

Ahora el problema exterior que tenemos es la inclusión de Panamá en una nueva lista negra de paraísos fiscales, esta vez de la Unión Europea, la cual nos producirá incalculables perjuicios, sobre todo al tratar comercialmente con los países de ese importante bloque regional. Los gobernantes se preguntan ¿cómo podrá ser eso posible, con tantas cosas que se han hecho legalmente en Panamá para satisfacer las exigencias internacionales de esos organismos multilaterales?, para muchos, hasta llegar a arrodillarnos indignamente frente a sus pretensiones. El eco de su asombro ha repercutido a sectores interesados de la economía nacional. Es lógico, en muchos casos nos incluyen en listas que ignoran a países con más situaciones irregulares que nosotros, inclusive muy cerca de la misma Europa. No estoy de acuerdo que a Panamá se le incluya en ninguna lista discriminatoria.

Las decisiones que en este sentido toman los países europeos sobre un tema tan sensible en Panamá se deben fundamentar en lo que sus representantes diplomáticos en nuestro país reportan desde aquí y que, de seguro, incluirá en las decisiones que sobre Panamá se tomen.

Veamos. ¿Qué pensará el embajador italiano cuando ve que las coimas que recibió Martinelli por Odebrecht son investigadas, pero no así las ‘donaciones' que recibieron Varela y su partido, evidente caso de lavado de dinero? ¿Qué podrá decir el embajador de España cuando ve que al hermano de la vicepresidente le dan un trato preferencial cuando lo investigan por graves delitos? ¿Y el representante belga qué podrá decir de la inexistencia de separación de poderes que existe entre los poderes en Panamá, y la forma como el Ejecutivo manipula a la Asamblea Nacional? ¿O el embajador de Francia qué podrá reportar ante las permanentes disputas que se dan entre la Corte Suprema de Justicia y el Ministerio Público? ¿Qué opinará el británico cuando ve que en Panamá dos sentencias de la Corte Suprema de Justicia no impiden que el Ejecutivo le venda a Herman Bern una propiedad que la Corte le había quitado? ¿O qué dirán del opaco manejo que se dio en el Gobierno con el tema de Panama Papers , donde, dos días antes de que explotara, uno de sus autores era ministro asesor y presidente del partido del presidente Varela? ¿O que ven que a los bancos involucrados con Odebrecht la Superintendencia Bancaria no los toca ni con el pétalo de una rosa?

Panamá, por presión o por lo que fuera, ha estado cambiando y ajustando su legislación a los estándares internacionales. Pero ¿será eso suficiente? ¿No verán esos cambios como cosméticos en una sociedad que cada vez se proyecta más corrupta y menos transparente? ¿No se darán cuenta del populismo exacerbado que desde Martinelli se ha entronizado en Panamá y que socaba las bases institucionales del país?

Bajo ninguna forma podré justificar los malos tratos que nadie le dé a mi país. Sin embargo, seguimos jugando con fuego al ir cada vez destruyendo nuestra deteriorada institucionalidad, esperando que los demás nos respeten como un país democrático, cuando cada día nuestros gobernantes se afanan en darle muestras al mundo que de democracia, solo nos va quedando el nombre.

ABOGADO Y POLÍTICO.

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