• 02/04/2019 02:01

Florecimientos y conmemoraciones en ‘verano'

‘[...] ha surgido un proyecto municipal en la ciudad capital que ha contemplado (la) parcial tala y eliminación (de las palmas reales)'

A poco de empezar la época de suspensión de lluvias en Panamá —llamada verano— empiezan a florecer arbustos y árboles que provocan un impacto anímico especial en todos los seres que disfrutan del placer de sentir que están recibiendo un regalo de parte de la Naturaleza. Este tipo de verano es diferente a la estación del verano que en otros lugares del mundo llega bien marcada y diferenciando las estaciones de primavera, otoño e invierno, en temperatura y humedad.

Desde hace muchos años gente muy motivada en Panamá ha estado sembrando y cultivando arbustos, tales como los papos florecientes y los de flores veraniegas; y, árboles de roble, guayacán, caracucho y acacia que hacen sentir, a todos los que los observan, la alegría de vivir. De allí que, por ello, ciertos momentos de tal espectáculo visual son tan excelsos que resultan un regalo de Dios a través de la naturaleza.

Los primeros en florecer son los humildes papos, que lo hacen primordialmente con flores rojas, un poco antes de la fecha del aniversario del nacimiento de Jesucristo —el Hijo de Dios—. Luego, siguen los árboles, arbolitos y arbustos; entre estos últimos los productores de las veraneras: unas con flores rojas y algunas de estas con puntos amarillos, y las maravillosas de color violeta. De estas, unas afloran con color más intenso que otras, y otras con puntito blanco. Tal vez se las denomina ‘Veraneras' porque no solo florecen al empezar el verano, sino que además lo hacen durante todo el período.

Las veraneras ya se ven florecientes a lo largo de las carreteras, en casas de campo y en las de las ciudades, y, recientemente, en maceteros de piso y de ventanas. La gente se sigue entusiasmando con su siembra, y transmiten su entusiasmo a los demás enseñando a todo el que pase por ese lugar el resultado de su iniciativa. Esto ya ocurre en todos los barrios de la capital y en otras localidades. Con el avance del florecimiento de las veraneras también florece el roble, con su florecita rosada, y algunos con una amarilla, aunque no hay de estos muchos árboles sembrados ni son tan copiosos como las veraneras o el guayacán. El guayacán es el gran señor del florecimiento. Además de copiosos, son árboles de buen o de gran tamaño. Sus flores amarillas son de un tono de gran belleza. También hay unos cuantos con florecitas rosadas. Tal vez por su porte y belleza son de un florecimiento intenso, aunque breve. A los pocos días de florecido empieza a deshojarse y a pavimentar los pisos de aceras, calles y terrenos con sus florecitas. Ello no deja de causar tristeza, porque su belleza alimenta el espíritu de quien lo observa y esta se pierde con su desfloración hasta la llegada del siguiente año, cuando se renueva la floración.

La desaparición del florecimiento del guayacán ocurre en la época de la recordación anual de la crucifixión de Jesucristo, pareciendo como si tal ocurrencia no fuera por pura coincidencia, sino por conmemoración dolorosa de la muerte del Redentor de la humanidad: Jesús Nazareno, el Hijo terrenal de Dios, quien fuera vejado, atormentado, lastimado y ejecutado por sus captores sin siquiera atribuirle y probarle el haber cometido algún delito. Jesucristo fue condenado a la muerte por supuestas consideraciones políticas, aducidas por una porción del pueblo judío de aquella época, y conducido al patíbulo por sentencia acomodaticia del gobernador romano, representante del poder político ocupante de la Palestina judía a la sazón.

El último de los árboles y arbustos en florear son los árboles de acacias, con sus flores anaranjadas. No son árboles frondosos como los guayacanes, pero con su envergadura contienen su propia belleza. La desfloración del guayacán pareciera también señalar el fin del verano y el advenimiento del invierno o periodo lluvioso del sistema atmosférico panameño.

Independientemente de las floraciones, existen árboles —tales como las palmas reales— que no florecen, pero que, similarmente a los que sí lo hacen, son un espectáculo por su belleza, garbo y altitud y, con su presencia y silueta, contribuye con los florecedores de verano a la creación de un espléndido y especial ambiente tropical. Desafortunadamente ha surgido un proyecto municipal en la ciudad capital que ha contemplado su parcial tala y eliminación. Ello ha provocado un rechazo mayoritario de los vecinos, y de áreas aledañas, para que no los destruyan —igual a como se opondrían los que se vieran amenazados con que les eliminaran las veraneras o los guayacanes sembrados y cultivados en sus áreas.

INGENIERO CIVIL.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus