• 07/04/2021 00:00

Nueva dimensión de retos

“[…] nos jugamos el futuro y ya no podemos actuar por ensayo o error: porque no hay tiempo y estamos ante nuevos retos”

Un conjunto de hechos o circunstancias coyunturales hacen pensar que la comunidad global alcanza un estadio que se cierra, en el mejor de los casos, o que se resquebraja en el peor de ellos. Tan solo dos referentes: el cambio climático o la pandemia por el Covid-19 brindan ejemplos por el nivel de impacto que ocasionan y las variaciones producidas en las formas de superar la cotidianidad, sobrecogida por los síndromes consecuentes.

A escala nacional, la sociedad panameña también ha confrontado nuevas experiencias que han logrado poner en marcha forzada un proyecto que procura fortalecer las bases del país y que le encaminen hacia la prosperidad. Este perfil esperado debiera reflejar una amplia plataforma de participación en condiciones de igualdad, propias de esta etapa del desarrollo y a estas alturas en una república que, este año, alcanzará dos siglos.

Es amplia la lista de factores que se han deteriorado y hacen más difícil la convivencia, el avance y la promoción de emprendimientos que pueden satisfacer necesidades de todo tipo. Estamos en medio de una crisis sanitaria que desborda los límites nacionales y, precisamente, se percibe un escenario de falta o encarecimiento de los medicamentos, que es tradicional e increíble, si se compara con el mercado internacional.

Trámites tan sencillos y habituales como la expedición de placas de automóviles se hacen engorrosos, complejos y requieren para su logro del apoyo de “tramitadores”: individuos que se mueven en los alrededores de los sitios de gestión y manipulan, como titiriteros, los hilos del proceso para acelerar su velocidad de manera sorprendente. Se dice que algo semejante ocurre para la consecución de turnos en las citas médicas.

Determinados grupos proponen dar el salto normativo y preparar el ambiente para una constituyente; algunos quejosos salen, cada día, para solicitar solución a determinados problemas muy particulares o que sienten, se constituyen en incidencias generalizadas de la población. De igual manera, el propio Estado ha abierto un programa de diálogos en el contexto del bicentenario para analizar, discutir y buscar perspectivas.

Hay dos diagnósticos posibles ante dicho consolidado de eventos que dan la impresión que las fisuras, propias de la estructura de la nación, se expanden y le imposibilitan seguir con la carga que soporta, como se suele decir en la jerga de los constructores. Es decir, resulta impostergable dar pasos más efectivos que emparchar, remendar o calafatear la nave en que estamos embarcados.

Una visión expone que hay que cambiar las reglas del juego, en términos políticos, para llegar a un ámbito más propenso a consolidar instituciones que garanticen la gobernabilidad. Otra mirada se refiere al modelo económico en que se desenvuelven las actividades productivas y que empuja a un desigual crecimiento, que ha sido histórico y que ha llegado a su final por agotamiento.

La realidad que se vive en el país es de tal dimensión, que no puede ser aislada del entorno geográfico. Esto conduce a considerar que estamos ante momentos en que se conmociona el sistema, a una escala de cierre de un ciclo -como apunta Guillermo Castro Herrera-, y no hay que pensar en dar soluciones específicas, parciales o puntuales. Ambiente y salud ocupan ahora las agendas generales del desarrollo mundial y ese es un síntoma.

Hay que considerar inteligentemente los conflictos particulares e interpretarlos en el contexto global, para crear verdaderos círculos de discusión de donde saldrán luces para actuar, de manera racional y en forma caracterizada por la novedad y divorciada hasta de los colectivos que, por tradición han brindado la pauta para orientar las grandes corrientes de opinión.

Esto implica una mayor o nueva conciencia de que nos jugamos el futuro y ya no podemos actuar por ensayo o error: porque no hay tiempo y estamos ante nuevos retos.

Periodista
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