• 16/04/2022 00:00

La Tajada de Sandía y el proceso de expansión de EUA

“[...] y a los hombres y mujeres de la actualidad, nos corresponde luchar por fortalecer la democracia, una real distribución de las riquezas y por una educación que forme jóvenes críticos”

El 15 de abril de 1856, se dio la primera confrontación de consecuencias diplomáticas graves para el Istmo y Nueva Granada, con respecto al Istmo de Panamá. Este acontecimiento es conocido hoy como “Incidente de la Tajada de Sandía”, ya que su causa inmediata fue la negativa del norteamericano Jack Oliver de pagar una rebanada de sandía al pariteño Manuel Luna.

Para aquel entonces era común el éxodo de aventureros hacia California utilizando la ruta del Istmo, lo que en poco tiempo produjo las discusiones y malos entendidos entre propios y extraños, que terminó con la lamentable pérdida de 18 personas, más de 25 heridos e incalculables pérdidas materiales, aquel fatídico 15 de abril de 1856. No fue el único que se suscitó en el periodo, pero sí el que más se ha dibujado en nuestra memoria histórica, tanto por sus alcances en costos humanos y materiales como en las indemnizaciones que tuvo que pagar Nueva Granada. Sin mencionar la intervención de tropas estadounidenses en nuestro territorio y su interés de apropiarse de territorios estratégicos.

A nuestro juicio, ante los sucesos del 15 de abril, EUA, amparado bajo el manto del Destino Manifiesto, vio la oportunidad de replicar la estrategia de apropiarse de territorios de naciones con las que mantenía conflictos y desacuerdos, tal y como fue el rapto de gran parte del territorio de México, a través del Tratado Guadalupe Hidalgo, en 1848, y del despojo, posteriormente, de Puerto Rico y Filipinas, entre otras, al agobiante Imperio español.

Esta afirmación podemos sustentarla a la luz de los reclamos que exigieron los diplomáticos de EUA, las cuales no se limitaban a enormes sumas de dineros, sino también solicitaban: declarar las ciudades de Panamá y Colón como municipios independientes y que le otorgaran en plena soberanía las Islas de Naos, Perico, Culebra y Flamenco. Sorprendentemente, Nueva Granada no cedió estos territorios en el Tratado Herrán-Case de 1857.

Evidentemente, el Incidente de la Tajada de Sandía permitió que EUA mostrara su interés abierto por estas islas y controlar las ciudades de Panamá y Colón, objetivo que logró luego de financiar una maniobra política en donde se aseguraban, a perpetuidad, el uso ocupación y control de una franja de tierras e islas, que paradójicamente, se asemejan a las reclamadas para el resarcimiento de los hechos de 1856.

Desde la perspectiva local, este conflicto fue la respuesta espontánea del pueblo por las constantes acciones de violencia y prepotencias de algunos ciudadanos norteamericanos, quienes, amparados bajo el paraguas de la “superioridad de razas”, no disimulaban su afán en tratar a nuestros compatriotas como inferiores.

Hoy, ante amenazas continuas por resquebrajar la identidad nacional, es imperativo situar este acontecimiento como una clara manifestación del nacionalismo que se estaba forjando en la interioridad del panameño, antes de 1903.

A Luna y sus conciudadanos les correspondió luchar para que se les tratase con dignidad, a los panameños del siglo XX les correspondió luchar para eliminar el enclave colonial y a los hombres y mujeres de la actualidad, nos corresponde luchar por fortalecer la democracia, una real distribución de las riquezas y por una educación que forme jóvenes críticos. Solo así podemos conmemorar, desde el presente, a los hombres y mujeres que forjaron esta gran Nación.

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