• 23/03/2023 00:00

Las 'Memorias' de Teresita Yániz de Arias

“Los invito a leer esas páginas densas, escritas con cariño y amor por sus lectores, llenas de información y de humanidad”

Hace ya 10 años tuve el privilegio de presentar el importante libro de Julio Bermúdez Valdés sobre Ricardo Arias Calderón. Ahora, lo hago con las memorias de su esposa, hoy su viuda, Teresita.

Trataré, en pocas palabras, de referirme a su autora y sus motivaciones para regalarnos una obra impactante de 560 páginas con datos muy documentados, ricamente ilustrada, que es compendio de lo fundamental de su vida. Lo hace con su propia voz, en una de las memorias locales mejor escritas y editadas que he leído, con un lenguaje personal como si estuviera conversando en la intimidad con cada uno de sus lectores.

Teresita es una mujer de fuertes convicciones y compromisos personales, familiares, políticos y sociales. La consecuencia de esa realidad existencial fue, entre otras, haber sufrido por toscas dictaduras, revoluciones sangrientas, graves peligros, persecuciones, exilios escogidos y forzados, ataques arteros y comportamientos zafios. Joven, vivió con ilusión desde La Habana, como lo hicimos millones de latinoamericanos, los principios de la Revolución cubana y enseguida el surgimiento de la época del terror, y la desilusión, el rechazo y la partida temporal a Venezuela antes de llegar a Panamá, su patria definitiva de adopción.

Después de conocer la cruel dictadura batistiana, presenció horrorizada la tortura y el asesinato de millares de personas, la destrucción de su patria original por el fanatismo ideológico y la pura maldad, la agresión, por parte de militantes triunfantes, de un país que 60 años después no logra salir de la miseria material, política y moral impuesta por un sistema totalitario fallido. De una sociedad a la que no se le respeta su derecho humano fundamental, su derecho a la libertad, a escoger libremente su proyecto nacional, sus gobernantes realmente legítimos. ¡Todo eso la marcó para siempre!

Además, vivió Teresita, con gran valentía, la persecución, los ataques políticos y personales, la violencia y el exilio en el extranjero que sufrió por parte de un régimen militar en Panamá, al que se opuso junto con su esposo Ricardo, pero también padeció, algo a mis ojos aún más grave. Ambos fueron víctimas de la falsa amistad, del abuso de confianza y de la traición de aquellos que acompañaron en las malas, en los tiempos difíciles, los que apoyaron sin reservas y de manera decisiva en varias ocasiones y les dieron la espalda con villanía cuando esos aliados alcanzaron las cimas del poder político y mediático en nuestro país.

Teresita trabajó sin necesidad de recompensa y afrontó tantos desafíos con entereza por sus convicciones y su temperamento de luchadora persistente que ningún obstáculo podía detener. Esa capacidad de lucha es el “leimotiv” de su vida, desde joven adolescente y adulta hasta nuestros días. Lucha para conseguir una esmerada agenda de progreso social, especialmente para los niños y las mujeres, mucho más de la mitad de la población, que sufre situaciones de desventaja, de discriminación y de violencia.

Lucha en la que encontró tantos escollos, tantas incomprensiones, aún dentro de los aliados políticos y sociales. Logró finalmente triunfos duraderos de los que todavía disfrutan tantos panameños y panameñas, muchos de los cuales desconocen el origen de las políticas, acciones y normas adoptadas, por las que Teresita trabajó con tenacidad. Lo hacía alguien que conocía, por haberlos visitado en muchas ocasiones, los más diversos rincones del país, hasta las más aisladas y deprimidas comunidades rurales, incluyendo las indígenas. Lucha que se apoya en una forma de pensar, en una creencia íntima, espiritual, que anima a nuestra autora desde su infancia.

Teresita es una mujer creyente, ángulo que no podemos ignorar. Tanto por su educación como por convicción personal, vive un cristianismo hecho de humanismo, de tolerancia y de lucidez. Vive una religión con autenticidad, alejada de las apariencias y del simulacro social, tan presente en muchos templos e iglesias y entre ciertos grupos laicos. Combate los fanatismos, las mentalidades obsoletas, los falsos moralismos y las imposturas tan arraigados y no duda en discrepar, con coraje, hasta de las jerarquías eclesiásticas más elevadas, cuando estima que están erradas.

Su vida, tal como sucedió en su mayor parte, se explica también por la presencia de Ricardo, su esposo, su compañero de vida y de convicciones, de acción política y social, como está retratado en sus múltiples escritos y está resumido en la magnífica biografía ya mencionada. Esa vida, que podríamos llamar simbiótica, tiene pocos ejemplos que podamos reconocer en Panamá.

Finalmente, destaco tres rasgos esenciales de Teresita. Primero, su integridad ejemplar como dirigente política partidista y cuando ocupó altos cargos públicos, su gestión honesta, transparente, sabia y valiosa como pocas en la Asamblea Nacional y en la Presidencia de la República, que es un modelo que debería imitarse. Segundo, su tolerancia que aparece en su libro, en el que quiso tratar con objetividad y sin acrimonia hasta a los que les hicieron más daño. Tercero, su entusiasmo y optimismo, su gran generosidad y compasión, su capacidad de amistad, apasionada e inteligente, cualidad singular, siempre fiel a sus amigos que defiende y anima con su fuerte sentido del humor y su calidez.

Recomiendo leer una obra que dice mucho sobre aspectos relevantes de nuestro pasado político y social en los últimos sesenta años, pero que también contribuye a reforzar la toma de conciencia de los panameños frente a nuestro porvenir incierto y para forjarnos, si realmente lo deseamos y luchamos con vigor en todos los ámbitos, un verdadero futuro. Los invito a leer esas páginas densas, escritas con cariño y amor por sus lectores, llenas de información y de humanidad. Páginas de un libro de un verdadero ícono de la mujer panameña que ha marcado nuestra historia desde hace ya más de medio siglo y que tiene aún mucho para decirnos; para enseñarnos a fabricar una sociedad mejor, más tolerante, más civilizada, más equilibrada, más justa y más solidaria.

Geógrafo, historiador, diplomático.
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