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- 16/06/2023 00:00
Seis años de relaciones de Panamá con China Popular
Después de seis años de inauguradas las relaciones diplomáticas y de tener excelentes embajadores en Panamá y en Beijing, debemos revisar las relaciones entre Panamá y China, como lo sostengo en mi último libro Reflexiones sobre Panamá y su destino de 1990 a 2022. Queda ya lejos la visita del presidente Varela a China (2017) y la de Xi Jinping a Panamá (2018). Mientras, se han firmado decenas de acuerdos de cooperación con diversa implementación.
El intercambio comercial entre dos potencias tan inmensamente desiguales es bastante limitado (Zona Libre de Colón), aunque las magras exportaciones de productos panameños hayan aumentado (cobre), y aún estamos negociando un tratado de libre comercio, paralizado en 2019 por el Gobierno de Laurentino Cortizo, que quiere resucitarlo desde 2022 enfatizando el sector agropecuario. Pareciera que China nos ve como un importante eslabón, en el centro de América, de su iniciativa de la Franja y la Ruta, lo que es natural.
Con dos años de aletargamiento de relaciones diplomáticas en general y de que los encuentros presenciales entre las altas autoridades de los Estados hubiesen disminuido durante la pandemia mundial de COVID-19, la canciller panameña, Erika Mouynes, visitó Beijing en abril de 2022 y le otorgó un nuevo impulso a las relaciones con la República Popular China, destacándose su solicitud formal de que dicho miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU (el único que no lo ha hecho) se adhiera al Protocolo del Tratado de Neutralidad Permanente del Canal de Panamá, asunto que debió resolverse desde el principio por respeto a nuestro país. ¡Actitud incomprensible por parte del segundo usuario del Canal!
Muchos Estados soberanos que mantienen relaciones diplomáticas con la República Popular China tienen muy activas relaciones económicas con Taiwán y representaciones (oficinas comerciales) apropiadas. Hay oficinas de representación de Taiwán en las capitales de todas las potencias como Estados Unidos, Rusia, Japón, España, Francia, Australia, Turquía, México, Brasil, Chile, el Perú, entre muchos otros, y sus equivalentes en Taipéi de esos Estados. Todas las oficinas comerciales y de representación taiwanesas suman 91 en Europa, África, Asia, América y Oceanía. Queda pendiente abrir oficinas comerciales en Panamá y en Taipéi.
En 2018 se instaló un Instituto Confucio en la Universidad de Panamá, organismo cultural chino presente en muchos lugares, que ha sido excluido de importantes universidades de países democráticos como Australia, Canadá, Estados Unidos, Suecia, Francia, etc., puesto que está sometido a un régimen extranjero autocrático de partido único, contrario a los derechos humanos y a la libertad de expresión.
El incremento de la influencia de la República Popular China en la región latinoamericana causa preocupación en muchos, porque se apoya en una relación cada vez más fuerte con los regímenes dictatoriales más alejados de la democracia liberal y de la libertad, del respeto de los derechos humanos, sobresaliendo Cuba, Venezuela y Nicaragua, todos enemigos de la potencia estadounidense. Las implicaciones geopolíticas son relativamente importantes porque este avance de China en la región sucede en el contexto de la rivalidad creciente con Estados Unidos. Se amplifica, además, con el fortalecimiento de vínculos del Gobierno chino con otros Gobiernos más de izquierda, en su versión latinoamericana, como los de Colombia y de Brasil que quiere reafirmar su influencia global mediante el reforzamiento de relaciones especialmente con los enemigos del Occidente liberal y de sus más estrechos aliados.
Panamá, como llave del Pacífico en el continente americano con su canal interoceánico y el principal complejo portuario de Latinoamérica, es una presa para cualquier potencia, especialmente las ribereñas del vasto océano. Las tensiones en aumento entre una China más agresiva en todos los frentes y Estados Unidos nos obligan a manejar con mayor cautela la relación con la superpotencia y la potencia ascendente para evitar daños colaterales y para sacar ventaja de una situación más compleja. Pero eso exige una dirigencia de política exterior realmente formada, con experiencia y con lucidez, consciente de nuestro peso geopolítico, que quisiéramos ver con mayor claridad en Panamá.
Cuatro años después de la agria polémica mediática desatada en septiembre de 2018 por la intención del presidente Varela de conceder un terreno en Amador, lugar muy sensible junto al canal interoceánico, para la erección de la embajada china en Panamá, iniciativa que falló por la presión popular, y la disminución del ímpetu de esas relaciones, pareciera que el Gobierno panameño quisiera relanzar desde el año pasado una estrategia diplomática más amplia, también en la región de Asia-Pacífico.
Sería un hecho positivo de una mayor diversificación de los esfuerzos internacionales de Panamá frente a la omnipresencia de la superpotencia estadounidense en la política exterior panameña en varias administraciones presidenciales, además de la costosa y exagerada presencia relativa de El Vaticano, primero durante el mandato de Ricardo Martinelli, cuando era canciller Juan Carlos Varela, personaje que más tarde ocupó el palacio de las Garzas con espíritu mucho más confesional, en contradicción con nuestro Estado laico.
Después del exitoso viaje de Erika Mouynes a China y a Singapur, Vietnam e Indonesia en 2022, las iniciativas diplomáticas de Panamá rendirían mejores frutos y se completarían cuando, luego de la fructífera visita de la nueva canciller, Janaina Tewaney, a la India en enero de 2023, siguiera otra hasta Australia y Nueva Zelanda y así se cerraría el relanzamiento de relaciones más estrechas con el Pacífico oriental y el océano Índico, al añadir, esperamos pronto, viajes oficiales a Filipinas, Tailandia y Malasia. No olvidemos a Corea del Sur y Japón (visitado en mayo por el vicecanciller Franco), dos potencias reales y verdaderamente esenciales, con apretados y más antiguos vínculos con nuestro país y su actividad de tránsito entre los dos océanos (ver nuestro libro 500 Años de la Cuenca del Pacífico hacia una historia global). Sólo faltaría que se produjeran también visitas presidenciales a toda la región y a otros Estados amigos, uno de los pasivos en asuntos internacionales que queda en época de pospandemia.