• 24/11/2017 01:00

La ‘Cuarta Revolución Industrial' en China

El peligro está en la toma de decisiones políticas, dada nuestra agresividad y su oscilación entre el bien y el mal.

La historia señala a China como una de las principales cunas de la civilización mundial, entre las más antiguas que han sobrevivido sin interrupción. Esta continuidad histórica se entrelaza con el resto de la humanidad, en especial con las de sus vecinos asiáticos, pero desde el siglo XVI hasta el triunfo de la Revolución comunista en 1949, su encuentro con el mundo occidental fue de crecientes y traumáticas disrupciones para su economía y valores culturales.

Esta ruptura violenta de su civilización milenaria y su consecuente crisis de identidad, provocada por ese choque con Occidente, inadvertidamente la preparó como el mejor país del mundo para aprovechar la Cuarta Revolución Industrial (4RI), que actualmente está cambiando globalmente los medios de producción y servicios, en esta era de innovación, automatización y fábricas inteligentes.

Los artífices de esta 4RI incluyen nanotecnologías, neurotecnologías, biotecnologías, ingeniería genética, robots, drones, impresoras 3-D, inteligencia artificial, almacenamiento de energía, redes inteligentes e Internet de las cosas (IoT) entre muchos otros elementos que antes parecían de ciencia ficción.

Esta automatización de la producción y servicios está ocurriendo a gran velocidad e indiscutiblemente impactará la seguridad geopolítica global, precisamente por esa convergencia de tecnologías computacionales, digitales, físicas y biológicas mencionadas antes, pues afectarán más y más el mercado de empleo, el futuro del trabajo, la desigualdad de riquezas e ingresos, el balance actual de supremacía militar estadounidense (con su jerarquía de dominio y subordinación), además de los marcos éticos que hasta ahora nos han guiado.

Las anteriores revoluciones industriales –la primera del Siglo XVIII, a través del uso del vapor, cambió la producción manual a mecanizada; la segunda del Siglo XIX, la electricidad, masificó la producción en cadena; ya en el Siglo XX, la revolución electrónica, digital y computacional globalizó la información y nos legó Internet.

Esta cuarta, aparte de ser una carrera frenética tecnológica para cambiar nuestros medios de producción, no parece una prolongación de las anteriores, sino más bien una posible transformación de nuestra naturaleza humana.

El peligro está en la toma de decisiones políticas, dada nuestra agresividad y su oscilación entre el bien y el mal. En las revoluciones pasadas existían limitaciones tecnológicas que mermaban esos instintos agresores, pues eran absorbidos por la función productiva de esos adelantos.

Hoy China, con toda su gama de sistemas ciberfísicos (CPS), maquinarias con inteligencia computacional, procesos digitales y enorme talento humano, lideriza el mundo en uso de fábricas inteligentes, fabricación de robots, uso de inteligencia artificial en medicina, ingeniería, armamentos y demás innovaciones, produciendo toda clase de bienes, ahora libres de mano de obra humana.

Las cuatro etapas de esta evolución productiva comenzaron en 1784 – vapor, electricidad, Internet y ahora automatización cibernética - e infieren un ‘darwinismo tecnológico', pues quien no se adapta, muere y desaparece. China tiene además su nueva ‘ruta de seda' digital y Panamá puede beneficiarse, si aprovecha su nueva relación con este país y si sus instituciones públicas, escuelas, universidades y empresa privada son capaces de innovar y adaptarse a 4RI.

ECONOMISTA

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