• 24/09/2023 00:00

Construyamos democracia

La democracia no es un concepto abstracto ni un capricho ideológico, es el compendio de reglas que mejor definen el país

Desde hace varios años vengo señalando la necesidad de construir estructuras de diálogo que nos permitan abordar los retos y los problemas que tenemos como país. De un trabajo sobre la democracia que recoge las opiniones y las aspiraciones de 50 chilenos al conmemorar los 50 años del golpe de Estado que derrocó al presidente Salvador Allende, equiparo y replico sus sentires a manera de propuestas para construir y consolidar la democracia en Panamá.

Primero, solo lograremos avanzar hacia una verdadera democracia cuando construyamos un sistema judicial que aplique justicia igual para todos, a tiempo y siempre; un sistema político que encuentre unidad en el disenso, que no viva del corto plazo, que cumpla su deber de legislar para las mayorías; y un marco de políticas públicas que planifique y proyecte un desarrollo a largo plazo, reconociendo la diversidad de etnias, la ruralidad, la desigualdad y el género, donde el Estado proteja y ayude a los ciudadanos a progresar.

Segundo, sabemos que los sistemas políticos, económicos y sociales en nuestro país se han ido llenando de privilegiados que, a pesar de ser una minoría, utilizan prácticas deleznables como el clientelismo, las coimas y los sobornos para ganar adeptos y perpetuarse en el poder.

La democracia no es un concepto abstracto ni un capricho ideológico, es el compendio de reglas que mejor definen el país que queremos y donde podemos vivir juntos. Sin embargo, la buena política, si alguna vez existió, ha cedido sus espacios de manera progresiva a la corrupción, al crimen organizado y a la violencia y por ello tenemos que cambiar de rumbo.

En esta gran tarea de país, la educación es clave. Las escuelas deben servir, entre otras cosas, para la formación cívica de los estudiantes, donde estos sean capacitados para ser agentes de cambio. Debemos recomponer el sistema educativo público para que el mejor colegio sea la escuela pública, la del barrio, donde los alumnos sean educados para entender y defender los principios de la democracia: la equidad, la libertad, el respeto, la igualdad y la tolerancia, donde se enseñe el pensamiento crítico, la empatía, la apreciación de las diferencias y la capacidad para buscar y analizar información proveniente de diferentes fuentes.

Tenemos que promover el diálogo que proscriba la violencia, verbal o física, como método de expresión social, bajo la premisa de que las ideas y los argumentos no mejoran si elevamos la voz, amenazamos o amedrentamos a los otros. Debemos fomentar el respeto por nuestras diferencias y exaltar lo que nos une, no lo que nos separa, y condenar la intolerancia, la discriminación o la exclusión entre nosotros.

Hay que enfrentar la cultura de la cancelación y el premio inmediato que propician las redes sociales y que erosionan nuestra capacidad para procesar y aceptar nuestras diferencias. Además, debemos propiciar el diálogo transgeneracional para conocer la opinión de otros grupos, particularmente los jóvenes, que están ávidos de participar, de que se les escuche y de proponer normas que permitan esa convivencia solidaria que necesitamos. Se debe incentivar a los medios de comunicación a la verificación de los hechos y el periodismo de calidad para reducir la polarización de la sociedad.

Nuestra sociedad tiene rabia y está harta y frustrada de tantos problemas y promesas incumplidas, lo que bien pudiera presagiar en el corto plazo un estado de caos y de anarquía no deseable para nadie. Por ello, hay que revisar las estructuras existentes de poder y la distribución de este en la sociedad para fortalecer la institucionalidad, fomentar la participación ciudadana y mejorar la posibilidad de generar consensos que fortalezcan la democracia y respeten los derechos humanos.

Para mejorar el diálogo y el debate, debemos construir modelos de relacionamiento y desarrollo centrados en las personas, en la superación de las brechas sociales, en la diversidad, en la protección de nuestro medio ambiente y en el fortalecimiento, la desconcentración y la resiliencia de nuestro sistema económico. Se trata de entender al otro, sin descalificarlo o transformarlo en enemigo, de construir puentes entre los empresarios, las autoridades, los trabajadores y los dirigentes comunitarios para construir confianzas y construir la unidad.

No es una utopía ni una entelequia. El país no puede ser secuestrado por la falta de comunicación, por la banalización del debate o por el secuestro de la política por razones ideológicas, revanchismos o la corrupción. Panamá es mucho más que esto y los panameños nos merecemos un verdadero cambio y un mejor futuro. ¡Construyamos democracia!

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