• 15/08/2022 00:00

El Gobierno perdió la capacidad de dialogar

Los acontecimientos de los últimos días dejan muchas conclusiones claras, pero algunas son fundamentales, especialmente para el futuro del país.

Los acontecimientos de los últimos días dejan muchas conclusiones claras, pero algunas son fundamentales, especialmente para el futuro del país. Primero, la incapacidad del gobierno para llevar a cabo un diálogo honesto, participativo y resolutivo. Segundo, la poca importancia demostrada por el gobierno al momento de tener la intención, por lo menos eso, de resolver los problemas más apremiantes del pueblo y tercero, la muestra clara y fehaciente de que es más importante gobernar con corrupción, que con honestidad.

Vivimos en un país supuestamente democrático, será entonces que la democracia está perdiendo su capacidad de lograr que los gobernantes no comprendan los problemas de sus pueblos. Que nuestros políticos caminen en dirección completamente opuesta a la dirección del pueblo. Lo anterior parece ser más cierto que falso, entonces un buen primer paso sería retomar la necesidad de estar verdaderamente conectados. El gobierno hace mucho tiempo se desconectó del clamor popular, construyó su propia agenda y se olvidó de incluir en ella a las personas que los eligieron. El estar conectados nos permite un intercambio sano y honesto de ideas, lo cual pueden ser la base para la solución de los problemas existentes y un buen reinicio hacia un país más prospero y democrático.

Parece que estamos frente a una erosión democrática, en la media que esta ha venido disipando la calidad de manera gradual y evolutiva, lo cual se aprecia de manera muy particular y evidente por la caída de fortaleza o debilitamiento de las instituciones pública, en especial los órganos del Estado. Esta des democratización que se está percibiendo es indudable aún más cuando vemos la perdida de legitimidad y valores democráticos, razón por la cual es fundamental comprender que los procesos democráticos no son lineales y muchos países no han logrado un sistema sólido y como bien se ha escrito estos países entran en un retroceso, lo que trae consigo movimientos populares e inclusive regímenes que entran en zonas poco convencionales, producto de la desigualdad económica y el descontento social, pero además debemos tener claro que esto no significa que nuestro hermoso país está para albergar gobiernos de izquierda (en cualquiera de sus formas), ya que somos gente trabajadora que sabemos perfectamente del fracaso de ese sistema, decisión que ha quedado en evidencia en los dos últimos procesos electorales.

Aunado a lo anterior, se puede hacer referencia a la existencia de una democracia superficial, más vulnerable, lo cual trae consigo una desafección de la democracia acompañada de una fragilidad institucional, lo que genera insatisfacción producto de una corrupción participativa, la cual en hermandad con la inestabilidad ya mencionada conspiran contra el sistema de manera tal que la capacidad del gobierno se aprecia cada vez más endeble y pierde fuerza ante los grupos que aspiran al control, especialmente aquellos sabuesos que persiguen la presa hasta aniquilarla.

Es necesario en este momento más que nunca frenar la corrupción y probablemente esto sea posible por la vía de un reordenamiento democrático basado en decisiones múltiples, en donde el poder esté sometido a la ley, y por ende a una variedad de diversos tipos de controles, como la rendición de cuentas efectiva y el escrutinio público, sobre la base de una igualdad de oportunidades y el trato justo e igual, por parte de las instituciones estatales. La corrupción se percibe desde diversos ángulos. Primero, las grandes irregularidades y estafas de los fondos públicos hasta la recompensa para influir en funcionarios, lo cual tiene grandes efectos negativos para la economía y el bienestar de las personas, debido a que el destino de estos fondos públicos es para fines sociales y para el desarrollo del país, no para el enriquecimiento ilícito de algunos, y en segundo lugar, no menos preocupante la corrupción apoya la perdida de credibilidad en el Estado, especialmente por la existencia de favores extra posicionales y la pérdida de confianza en la cooperación y distribución de beneficios, razones fundamentales en donde descansa un buen sistema democrático. Pero, no debemos olvidar la corrupción de los agentes privados, lo cual también es importante, especialmente para la búsqueda de ventajas particulares. Para todo esto, lo principal es comenzar a trabajar en una transparencia administrativa en todas sus facetas.

En resumen, podemos decir que nuestro país puede reconquistar el camino perdido, por la vía de la consolidación, en otras palabras, desarrollando una democracia robusta, para el orden político, económico y social, en donde existan claras reglas del juego y seguridad para la inversión privada (motor de la economía). Además, es fundamental que impere la ley, lo cual ofrece las garantías pertinentes para que los negocios prosperen y exista la certeza del castigo, lo que es responsabilidad del Estado, ya que debe crear el clima adecuado e incentivar la iniciativa privada, dejando de un lado la incertidumbre existente. Todo esto solo volverá: el día en que nuestros políticos se vuelvan a enamorar de Panamá.

Médico y catedrático universitario
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