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- 11/04/2023 00:00
La historia del Picanto
En Panamá hemos tenido como costumbre apodar a los partidos políticos por la cantidad de inscritos que tiene o los votos que recibe tras una elección. Antes, al antecesor del hoy Partido Popular, el Demócrata Cristiano, le apodaron el Volkswagen, en alusión a su modelo popular y pequeño Beatle. Nos decían que todos sus miembros, por ser tan pocos, cabíamos dentro del icónico auto alemán. Actualmente, con sus 17 000 inscritos, comparados con los 700 000 del PRD, nos califican de Picanto, el económico modelo de la coreana KIA, que en Panamá se utiliza mucho como taxi para cuatro personas.
El PDC, antecesor del Popular de hoy, se fundó en 1960, pero decidió no participar en las elecciones presidenciales de ese año. En 1964 lo hizo con el abogado José Antonio Molino como su abanderado, teniendo como sus vicepresidentes al médico cirujano Antonio Enríquez Navarro y al exdecano de Humanidades de la Universidad de Panamá, Julio Pinilla Chiari, de distinguida familia de Parita, en Herrera. Igualmente, en 1968 participó encabezando su nómina Antonio González Revilla, el primer neurocirujano panameño y exdecano de la prestigiosa Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá, y al doctor Enríquez Navarro y al doctor Ricardo Arias Calderón como sus candidatos vicepresidenciales.
Si bien al Demócrata Cristiano no le fue bien en esas elecciones, su papel en las mismas fue determinante por la organización que demostró, siendo un partido sin caciques como los demás. En 1964, en el ruedo el Panameñista, el PDC y 17 partidos a favor de la candidatura del liberal Marco Aurelio Robles, oficialista, la Junta Nacional de Escrutinios, donde cada partido tenía un representante, declaró triunfador al candidato del Gobierno. Los panameñistas rechazaron ese resultado, pero el calificativo de fraude electoral lo dio el PDC que, sin ganar absolutamente nada, declaró que, de acuerdo a sus actas, el ganador había sido Arnulfo Arias. Durante ese Gobierno, demostrando que no éramos un partido electorero, denunciamos reiteradamente la corrupción existente. En represalia, el Gobierno detuvo en 1965 a 25 de nuestros miembros jóvenes –incluido yo- por protestas denunciando la corrupción.
El papel del PDC en 1968 fue crucial. Eran nueve partidos: cuatro con Arnulfo Arias, que había pactado con algunos enemigos de la oligarquía que le hicieron fraude cuatro años antes, cuatro con David Samudio, el exministro de Hacienda y Tesoro del Gobierno, y el PDC, con el doctor González Revilla como su candidato. Éramos el voto decisivo en la Junta de Escrutinios. Fueron unas elecciones muy duras, porque los intereses económicos estaban divididos. Los liberales le ofrecieron cuatro ministerios al PDC para que dijera que Samudio había ganado. El partido sólo se limitó a decir: “de acuerdo a nuestras actas el ganador ha sido el doctor Arnulfo Arias Madrid”. Esa postura de respeto a la voluntad popular facilitó que, después de casi dos meses de tira y jala, terminara proclamándose al doctor Arias Madrid como ganador de la contienda. En esa polarizada elección, la DC ni siquiera logró tener los votos suficientes para subsistir como tal, pero su organización facilitó a los demás las actas que no tenían, dando fe del resultado electoral.
Hoy, algunos critican la candidatura de Martín Torrijos, que ha lanzado el Partido Popular. Como diría el doctor Arnulfo Arias, “la historia se repite en espiral”. No es un secreto que en 2023 el partido de la Estrella Verde adolece de tener un candidato que nazca de sus propias filas. Pero ¿acaso no lo teníamos en 1989 con Ricardo Arias Calderón, indiscutible líder de la oposición, a quien los egoístas intereses económicos y políticos le impusieron como candidato a Guillermo Endara, un político que carecía de trayectoria? ¿O nos olvidamos de que Arias Calderón cedió su candidatura para que pudiésemos ir unidos frente a la dictadura?
Es eso lo que le ofrece en la actualidad al país Martin Torrijos, quien, con valentía y arrojo, se ha enfrentado a las células cancerosas de su partido, el PRD, y promueve la unidad de los panameños decentes para rescatar la deteriorada institucionalidad en la que han sumido al país los últimos tres Gobiernos.
La decisión del Partido Popular tiene un gran valor histórico. Podría juntar en torno a la candidatura de Martín Torrijos a panameños independientes y de distintas fuerzas políticas, cuyo común denominador es rechazar lo que tenemos hoy y aquello que cínicamente defiende la tesis de que “robó, pero hizo”.