• 09/03/2023 00:00

'Mujer, encárgate'

“Hay algo en la independencia de una mujer que irrita el centro de nuestra naturaleza”

Puede que algún lector hombre haya notado que muchas veces las mujeres de la casa, en especial las madres, mantienen la puerta abierta de cada habitación en la que entran, incluso en lugares y momentos de privacidad. Cerrar la puerta se convierte en un sacrilegio: si esa mujer cuida de alguien, está siempre de turno. Una amena charla telefónica es interrumpida por algún familiar con edad para manejar un vehículo, o la mujer vocifera “¿quieres algo de comer? ¡Ya voy para allá!” sin que nadie se lo haya exigido. El rol que siempre se espera de nosotras.

Son pocas las mujeres que no están familiarizadas con la típica escena de “encárgate”, incluso las que no tienen hijos. Pocas veces se cuestiona a un hombre que decide emanciparse siendo soltero, excepto por el impertinente comentario sobre su preferencia sexual, pero a la mujer independiente se le acribilla de preguntas como “¿para qué, si no estás casada?, ¿vas a dejar solos a tus padres?, ¿para quién vas a vivir?”, sin reparar en que se trata de crearse una vida propia y, de paso, ser un apoyo para los padres en su vejez.

Seguimos negando nuestros prejuicios: en cada espacio de revista en donde se alaba el perfil de una mujer profesional, las últimas preguntas suelen ser sobre la hazaña de balancear la carrera y la familia, aspecto que casi nunca se cuestiona en sus homólogos varones. Se critica con mayor severidad a la mujer cuando se entrega a su ambición y carrera que cuando lo hace un hombre. Se juzga equivocadamente que la mujer soltera es miserable e incompleta y hasta sus familiares juzgan sus vidas como cuadros incompletos.

Hay algo en la independencia de una mujer que irrita el centro de nuestra naturaleza. Nacemos de una mujer, nos alimentamos de ella, sus brazos nos cobijan en la enfermedad. Quizás la rebeldía de muchas mujeres contra encasillarse en el rol de cuidadoras despierta en nosotros un temor inconsciente, mas no por eso inocuo, a perder nuestra supremacía en el reino animal. Quizás una mujer soltera por elección amenaza el estereotipo que la constricción clerical nos impone de forma subliminal desde la cuna: que sin mujeres en la casa, la especie está en peligro.

Cualquiera que sea la explicación, perdió vigencia hace rato. Ya no se mantiene un hogar con un solo salario y los hombres deben aportar a las labores de cuidado, tanto de sus hijos como de sus padres. Ya las mujeres tienen derechos que son de provecho para los espacios que la sociedad necesita. Nuestros problemas como país se exacerban cuando escasea la diversidad. En nuestras diferencias como hombres y mujeres está nuestra fortaleza. Cuando nuestras mentes colaboran, el mundo funciona para todos; cuando aportamos desde nuestras diferencias, las empresas adquieren una mejor visión. Las familias no pueden seguir dando por hecho que el cuidado es un trabajo de mujeres y que el hombre es un héroe cuando hace lo mínimo.

Docente universitaria.
Lo Nuevo
comments powered by Disqus